Urge una respuesta para el calor extremo
Las temperaturas extremas requieren medidas para proteger a los trabajadores vulnerables


Una letal ola de calor ha azotado Europa en los últimos días hasta llevar el continente a temperaturas extraordinarias para esta época del año. España, en concreto, ha vivido el mes de junio más caluroso desde que hay registros. Los datos se suceden para demostrar el tamaño de la anomalía: el sábado 28, en El Granado (Huelva) se superaron los 46 grados y en Baleares el agua del Mediterráneo ha llegado a estar por encima de los 30. Como apunta la Agencia Estatal de Meteorología, lo anómalo ya es lo normal.
La Organización Mundial de la Salud afirma que la temperatura ambiente óptima para el organismo se encuentra entre los 18 y 24 grados. La barrera en la que empieza a ser peligrosa para la salud está entre los 35 grados —si la humedad relativa del aire es alta— y los 40 en todos los casos. En 2023 el Gobierno aprobó un real decreto que obliga a los empresarios incluso a detener la actividad al aire libre en caso necesario. Pero su cumplimiento es difícil de implementar habida cuenta de que los sectores más vulnerables —como el agrícola, el de la construcción y el de la limpieza— figuran generalmente entre los más precarios. En las últimas semanas han trascendido los casos de un operario que murió mientras instalaba una señal de tráfico en Córdoba y el de una trabajadora del servicio de limpieza en Barcelona.
El calor es también cada año un factor clave para la proliferación de incendios forestales. El que ha causado esta semana la muerte de dos personas en la comarca de la Segarra, en Lleida, es el último y trágico ejemplo de cómo el cambio climático complica la gestión del territorio y da lugar a una nueva generación de incendios imposibles de extinguir con los medios tradicionales.
La pérdida de vidas humanas es, sin duda, el drama principal de estos episodios de calor extremo, pero sus implicaciones económicas y sociales para toda la región mediterránea, y para España en particular, pueden también llegar a ser trágicas. El sector turístico, la mayor industria del país, basa gran parte de su atractivo en ofrecer a los visitantes algo que puede estar en peligro a largo plazo dado el riesgo real de que el calentamiento global convierta ciertas áreas en inhabitables durante algunos periodos del año. Hay, por tanto, que acelerar la transición verde y limitar la dependencia de los combustibles fósiles, los principales responsables de las emisiones de efecto invernadero. Resulta decepcionante que aún haya fuerzas políticas que, contra la evidencia científica, niegan incluso la existencia del cambio climático y la necesidad de adaptarse a sus consecuencias.
Pese a todo, el problema del calor requiere ya una respuesta preventiva que proteja la salud de los más vulnerables. Corresponde a todas las instituciones dar a esta crisis —que solo será ilusoriamente pasajera el día que bajen las temperaturas— la gravedad y la respuesta que merece.
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