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Columna
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A vueltas con el 5%

La respuesta de Sánchez a la OTAN es razonable, pero la debilidad del Gobierno por la corrupción hace imposible el necesario debate en el Parlamento

El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en una cumbre de la Alianza Atlántica en Tirana (Albania).
Fernando Vallespín

A veces, a los columnistas no nos queda más remedio que meternos en temas que son propios de los especialistas, convertirnos en algo así como tertulianos por escrito. La razón es bien simple: la actualidad pasa inevitablemente por ellos y exige que la atendamos desde una perspectiva de sentido común, no desde el más crudo conocimiento experto. Un caso típico es este que hoy nos ocupa: la necesidad de atender o no a ese 5% en gasto de defensa que Donald Trump ha impuesto a la OTAN y que nuestro Presidente del Gobierno rechaza. Sabemos que todos los demás miembros lo han aceptado, pero no tengo nada claro hasta qué punto esta exigencia es razonable. Hasta ahora parecía que bastaba con satisfacer el famoso 2%, pero poco a poco se ha ido elevando hasta llegar a la nueva cifra. ¿Por qué, porque la amenaza es tan espeluznante como la pintan o hay otras razones?

Por lo pronto, podemos estar ante otro de los tratos de Trump, buscar imponer a Europa una compra masiva de material militar estadounidense, la ocasión de resarcirse de nuestra anterior dependencia de su paraguas defensivo. Es natural también que se abracen a esta idea los países del este que se sienten más directamente amenazados por Rusia, o incluso aquellos con fuerte industria armamentística, que ven en este espectacular aumento de los gastos de defensa una magnífica oportunidad para ampliar su negocio. Digo esto porque lo que veníamos leyendo sobre esta materia era que el problema de la defensa europea tenía menos que ver con el gasto neto en defensa —bastante superior al ruso— que con la disparidad e incompatibilidad de los medios armamentísticos de cada ejército o con cuestiones de logística y estrategia conjunta. El problema de fondo de la defensa europea es que no existe un ejército europeo, sino una adición de ejércitos nacionales. Esto no lo va a cambiar la actual situación geopolítica, así que no queda otra que espabilar en capacidades de coordinación o confiar, como hasta ahora, en el mando estadounidense de la OTAN. Y de ahí viene la capacidad de chantaje de Trump, bien asentada por ser el único país capaz de dotarnos de una protección nuclear eficaz.

Sobre este trasfondo, a mí me parece bastante razonable la posición sostenida por Pedro Sánchez: no aceptar la imposición que viene de Washington porque sí. España ha sido y sigue siendo un aliado leal y nuestra contribución a la alianza no es menor. Pocos países se han volcado tanto en acciones exteriores, desde Estonia hasta el Líbano, y acogemos una de las bases estadounidenses más estratégicas. Nos faltaba dedicarle a defensa un montante más amplio, desde luego, pero en esto cayeron todos nuestros gobiernos, no solo el actual, y ya estaba en fase de revisión. El problema es que ahora la posición del Gobierno se ve empañada por los consabidos problemas de corrupción, en particular el tener que re-cohesionar su coalición y dirigir el foco de la opinión pública hacia otro lugar. Así lo entienden los medios internacionales, que lo ven más como una huida de los conflictos de política interior que como una convicción sentida. Lo cierto es esta había sido la opinión de Sánchez desde hace ya tiempo, siempre reticente a hacer concesiones en esta materia, aunque ahora se vincule a lo anterior.

Es en estos momentos cuando se lamentan las opciones no seguidas o ni siquiera planteadas, como una seria discusión monográfica en el Parlamento sobre defensa, o la misma ausencia de presupuestos. Ahora aquella ya sería totalmente inviable, se hablaría de todo menos de lo que toca. Más que nuestros déficits en defensa, lo que nos gripa es que somos incapaces de acceder a los consensos transversales imprescindibles y nuestra reiterada caída en casos de corrupción, eso que todo lo emborrona.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
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