Cuando las ideas regresivas invaden el aula
Los lectores escriben sobre la irrupción de discursos reaccionarios entre adolescentes, el escaño de José Luis Ábalos en el Congreso, la precariedad laboral, y el vínculo entre una persona y su perro

Soy profesora de Historia en educación secundaria. En el último año, estoy observando atónita cómo unas ideas cada día más regresivas inundan los discursos cotidianos de mi alumnado. El otro día, en una clase donde la mayoría tiene entre 13 y 14 años, comentábamos las causas sociales por las que podrían luchar. Un grupo escogió la igualdad, porque los hombres habían quedado por debajo de las mujeres en muchas cosas, y había “demasiada” igualdad y ventajas para las mujeres (la portavoz, una alumna). El otro grupo escogió otra causa que consideró justa: reimplantar la pena de muerte en España, porque los okupas, violadores y delincuentes no tenían suficientes penas. En días como esos es inevitable que vuelva a casa sin ánimo, con una duda que me asalta constantemente, de si no seré yo la que lucha contra marea, la que se ha quedado desfasada y no entiende que las cosas han cambiado y que el nuevo orden social e ideológico ha impuesto consigo un nuevo sentido común. ¿Será que estamos queriendo inculcar valores que han pasado de época? ¿Hemos perdido la batalla por la dignidad humana y la justicia social?
Alba del Pino. Lucena (Córdoba)
Escandaloso
Si el Congreso de los Diputados está compuesto por personas que representan al pueblo a través de los distintos partidos políticos presentes en la Cámara, ¿a quién representa José Luis Ábalos, recién expulsado del partido socialista, en el Grupo Mixto? ¿A él mismo? ¿Cómo es posible que se permita esa situación? ¿No sería más lógico que ocupara su escaño el siguiente de la lista de su partido en la circunscripción por la que obtuvo el escaño? ¿Por qué tiene que seguir cobrando del erario público?
Javier Segura. Madrid
De lotería y precariedad
Cuando era pequeña, miraba con perplejidad a mis padres mientras esperaban en la cola para comprar lotería. Con la mirada ingenua de la infancia, no lograba entender por qué alguien apostaría su dinero en algo tan incierto. Años después, al incorporarme al mundo laboral, comprendí que la lotería no es solo un billete: es la ilusión de una vida mejor cuando esa vida parece inaccesible por otros medios. Desde entonces, cada vez que veo a alguien apostar, lo siento como un gesto silencioso de quien se aferra al sueño de un cambio. Y me pregunto: ¿no ha llegado ya el momento de construir un futuro en el que la esperanza no dependa del azar?
Laura Terrés Caballero. Tres Cantos (Madrid)
Carta a mi perra
Quiero hablar de un amor que no suele ocupar columnas, pero que cambia vidas: el de una persona y su perro. Mi perra llegó a mí en uno de los peores momentos de mi vida. Sin buscarlo, se convirtió en un recordatorio de lo esencial. Ha sido una constante a lo largo de mis temporadas. En los momentos en que más me he descuidado, también la he descuidado a ella. Como si su bienestar reflejara el mío. Me enseñó que la felicidad no está en grandes gestos, sino en la rutina compartida: en despertar con calma y encontrarla esperando a que abra el ojo; en volver a casa tras bajar la basura y verla celebrar mi regreso como si volviera de la guerra. Ha sabido detectar mi tristeza incluso antes de que yo la aceptara. Y ha querido a quienes yo he querido desde el primer momento. Quienes me conocen saben que hablar de ella es hablar de mí. No es solo una mascota: es refugio, historia y un amor que solo pide presencia. Mi bisabuelo le escribió un poema a su perro. Yo le escribo esta carta a la mía.
Andrea Angosto. Zaragoza
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.