En la retaguardia de los bombardeos
Hubo un tiempo en el que hacer las paces dependía de nosotros, no de Netanyahu ni de Trump


El jueves pasado, a las 10 de la mañana, me enteré de que la ACUM (Sociedad de Autores, Compositores y Editores de Música de Israel) me había otorgado el premio a la trayectoria de toda una vida. “¿La trayectoria de toda una vida? ¡Si todavía no has cumplido los 60!”, me dijo mi mujer, “¿no te parece raro?”. “Supongo que sí”, respondí, “pero más vale que no hablemos mucho de ello, no vaya a ser que me quiten el premio”.
Diecisiete horas más tarde, cuando me desperté y me enteré de que Israel había bombardeado el complejo nuclear iraní de Natanz y en cualquier momento Irán iba a empezar a lanzar misiles contra Tel Aviv, la idea de recibir tan pronto un premio a la trayectoria de toda una vida me pareció un poco menos absurda. Al fin y al cabo, nunca se sabe cuándo va a decidir un misil balístico que ha llegado la hora de paralizar tus actividades. Y allí estábamos otra vez, Shira y yo, sentados en la escalera de nuestro edificio, que no tiene refugio antiaéreo, prestando atención a las explosiones e intentando recordar tiempos mejores. Unos tiempos en los que, en vez de esperar pasivamente a que cayera sobre nosotros un cohete desde la estratosfera, teníamos la iniciativa y se nos ocurrían cosas creativas sobre las que discutir: la forma adecuada de cargar el lavavajillas, cómo educar a nuestro hijo y a qué temperatura poner el aire acondicionado. Unos tiempos en los que hacer las paces dependía de nosotros, no de Netanyahu ni Trump.
Son las cinco de la mañana y estoy sentado de nuevo en la escalera. Esta vez, la explosión ha sido tremenda. Se supone que mañana tengo que enviar un nuevo número de mi boletín. Ya he escrito alguna cosa sobre la primera vez que Lev utilizó un aseo público, en el centro comercial, y la reflexión filosófica que se nos vino a la cabeza cuando tiró de la cadena. Ahora, ese tipo de nostalgia por un pasado inocente y ligeramente apestoso me parece completamente irrelevante.
Estos misiles iraníes solo sirven para recordarme que, a diferencia de la guerra innecesaria y brutal que Netanyahu está empeñado en prolongar en Gaza sin ningún sentido, hay otras guerras contra enemigos reales y poderosos que constituyen una verdadera amenaza contra nuestra existencia; y en esos Estados enemigos hay millones de personas inocentes que también escuchan con miedo las explosiones junto a su casa. De modo que aquí estamos, acurrucados cerca de la puerta de nuestro piso, un hombre, una mujer y nuestro conejito, confiando los tres en que seamos capaces de ganar la guerra que tenemos que ganar y pongamos fin, de una vez, a la que no está haciendo más que dificultar todavía más el regreso de los rehenes e infligir más muerte y sufrimiento.
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