Ir al contenido
_
_
_
_

Guerra de nervios frente a los escombros de Tel Aviv tras el contraataque con misiles de Irán

El Gobierno de Netanyahu eleva sus amenazas y afirma que “Teherán arderá” después de que una decena de bombas lanzadas por la República Islámica impactaran en suelo israelí

Edificio destruido en la madrugada del sábado por los ataques de Irán en Rishon Letzion, al sur de Tel Aviv.
Luis de Vega

Israel eleva el tono de sus amenazas y amplía la ofensiva contra Irán puesta en marcha en la madrugada del pasado viernes. A los objetivos militares y nucleares ha añadido este sábado una refinería de gas en el golfo Pérsico, que ha sido bombardeada. Hablan de “daños significativos” en las plantas de enriquecimiento de uranio de Natanz e Ishafan, esenciales para el programa atómico. Además, el ejército israelí ha asesinado a tres científicos nucleares y varios mandos militares y de la Guardia Revolucionaria, a cuyos líderes ya mató la víspera. Hasta una veintena engrosarían ya la lista de eliminados, según el ejército israelí. Fuentes oficiales de Irán afirman que uno de los ataques en su capital ha dejado 60 muertos, 20 de ellos menores. Otras fuentes iraníes elevan hasta 78 el total de víctimas mortales por los bombardeos.

Omán ha confirmado que, finalmente, no acogerá este domingo las conversaciones entre la República Islámica y Estados Unidos, previstas antes del ataque israelí, para tratar de acercar posturas sobre la carrera nuclear. Avanzar en plenos ataques en ese sentido es “injustificable”, ha dicho el ministro iraní de Exteriores, Abbas Araqchi.

Todos los movimientos en la región indican que la tensión y la violencia van en aumento. En las calles de ciudades israelíes como Tel Aviv se percibe cierto estado de nervios. Nadie sabe qué dimensión alcanzará el enfrentamiento con el régimen iraní.

Teherán parece más centrado en la guerra que avanzar en el acuerdo con Washington, y ha cumplido su promesa lanzando un órdago. Ha contraatacado en un intento por demostrar que sigue teniendo capacidad ofensiva. El ayatolá Jameneí ha afirmado que Irán va a actuar “con fuerza frente al pérfido, infame y terrorista ente sionista”. “Que no piensen que ya atacaron y se acabó”, ha añadido el líder supremo iraní.

En la noche del viernes, Teherán lanzó contra Israel unos 150 misiles en varias oleadas que no pudieron ser interceptados en su totalidad por el escudo antiaéreo israelí, uno de los más perfeccionados del mundo. Pese a la ayuda defensiva recibida de Estados Unidos por el Gobierno de Benjamín Netanyahu, una decena impactaron en zonas pobladas, según el ejército israelí, que espera más lanzamientos en las próximas horas. El mandatario israelí asegura que cuenta con el “claro apoyo” del presidente Donald Trump.

Hay, por el momento, tres muertos —todos civiles que estaban fuera de refugios— y unos 70 heridos. Siete de ellos son soldados, aunque no ha trascendido si alguno de los objetivos alcanzados ha sido infraestructura miliar. Durante el sábado, además, han sido interceptados en el norte y el este de Israel drones lanzados desde Irán.

En una medida inédita en la presente fase del conflicto, el país se mantiene en estado de alerta, se han suspendido las sesiones no esenciales en el Parlamento, el aeropuerto de Ben Gurion sigue cerrado y las autoridades calculan que llevará semanas que los ciudadanos que se encuentran fuera puedan regresar.

El Organismo Internacional de Energía Atómica de la ONU (IAEA, por sus siglas en inglés) ha confirmado que cuatro edificios del complejo nuclear de Isfahán (Irán) han resultado dañados, pero no se espera un aumento en la radiación.

Edificio de tres plantas destruido en la madrugada del sábado por los ataques de Irán en Ramat Gan, al este de Tel Aviv.

El cielo de las principales ciudades del país, Tel Aviv y Jerusalén, rugieron al caer la noche del viernes en medio de fogonazos mientras llegaban los proyectiles de la República Islámica y las fuerzas locales trataban de impedir que impactaran en sus objetivos. Al mismo tiempo, se sucedían las órdenes a la población para que se pusieran a cubierto. Los destrozos son importantes en un país poco acostumbrado a que el enemigo le rete de esta forma. Y eso se nota en la reacción de algunos de los máximos responsables israelíes.

El ministro de Defensa, Israel Katz, eleva el tono y señala directamente al líder supremo iraní: “Si Jameneí sigue disparando misiles al interior de Israel, Teherán arderá”, ha dicho. Las autoridades iraníes, por su parte, han advertido a EE UU, el Reino Unido y Francia de que sus bases o buques desplegados en la región de Oriente Próximo serán objetivos de sus misiles si ayudan a repeler los ataques iraníes sobre Israel, según han publicado medios oficiales iraníes.

Gaza, donde decenas de palestinos siguen muriendo cada día por los ataques de las tropas de ocupación israelíes y donde permanece medio centenar de rehenes en manos de Hamás, muchos ya muertos, ha pasado a un segundo plano en estas últimas horas. Dos misiles han sido lanzados desde la Franja este sábado y han caído en zonas despobladas de Israel.

Los impactos de los misiles iraníes se sucedieron en el centro de Tel Aviv y en algunos suburbios de su cinturón metropolitano en la madrugada del viernes al sábado. En Rishon Letzion, una decena de casas de dos plantas de una zona residencial sucumbieron. Los cuerpos de dos de las tres víctimas mortales israelíes fueron recuperados en este lugar. Varios vecinos aseguraban que los fallecidos no llegaron a tiempo a la habitación de seguridad que las viviendas construidas en las últimas décadas disponen por ley.

Varios familiares, bañados en lágrimas y acompañados por efectivos de rescate del ejército, trataban de recuperar algunos efectos personales a mediodía del sábado. Sivan Malkiel, una mujer de 44 años, extraía de los escombros de la vivienda de sus padres algunos objetos cubiertos de polvo, como una alfombra, la escultura de un elefante, un cuadro pintado sobre lienzo o la figura de un torero con el traje de luces medio desbaratado.

Edificio destruido en la madrugada del sábado por los ataques de Irán en Rishon Letzion, al sur de Tel Aviv.

“Quieren la bomba atómica”

A una decena de kilómetros, en Ramat Gan, perdió la vida la tercera víctima mortal. Un edificio de tres plantas quedó totalmente destruido. Parece un milagro que no haya habido más muertos. Varios coches aparcados en la calle estaban destrozados. Tras el impacto, como ocurre en otros lugares atacados, las autoridades colocaron banderas israelíes. Un centenar de personas, muchos integrantes de familias ultraortodoxas que habitan en la zona, se acercaron para observar los efectos del ataque.

La mayoría de los edificios y locales de las calles de alrededor presentaban también daños. “La explosión fue enorme. Todos los edificios temblaron”, comentaba Bracha, una vecina diseñadora de interiores que empleaba el argumentario tradicional para justificar los ataques israelíes: “Irán quiere destruir Israel y a los judíos. Son ellos, además, los que arman a Hezbolá, a Hamás y a otras milicias. Y quieren tener la bomba atómica”.

Pronunciada esta frase estalla una agria discusión entre dos hombres. El nombre del primer ministro, Benjamín Netanyahu, sale de sus bocas varias veces. Han de apartarlos antes de que lleguen a las manos. A escasa distancia, sentada en un banco, Avia, de 30 años, no entiende que estén discutiendo cuando ella lo ha perdido todo. Su casa presenta daños irreparables. Ella y su hermana, Ila, de 37, solo han rescatado una maleta, pero está vacía. “Me dan igual Irán e Israel. Quiero mis cosas”, dice Ila al ser preguntada por el conflicto.

En ese momento, la realidad les recuerda que están en guerra y suenan de nuevo las alarmas, que alertan de un posible ataque. Algunos corren hacia refugios o a lugares que consideran más seguros. Otros se lo toman con más calma mientras un agente, desde un vehículo de policía, pide desalojar la zona. A los pocos minutos, la amenaza queda aplacada, pero no la incertidumbre en torno a cuándo saltarán de nuevo las sirenas.

Una rosa roja confeccionada en tela asoma por la fachada desde los restos del segundo piso. Es casi la única nota de color en medio de la devastación. La observa desde abajo Veronique Benat, francesa residente en Israel desde hace tres décadas. “Hace dos días que cumplí los 59, este ha sido mi regalo de cumpleaños”, bromea mirando a los restos del edificio. La mujer, que ha resultado ilesa, explica que realiza esas rosas desde el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 y se las entrega a los voluntarios, los sanitarios o las familias de las víctimas. Una cinta de plástico tendida por la policía le impide acercarse más a su apartamento. Tampoco lo pretende. “No tengo nada. Tengo lo puesto. No tengo papeles, ni dinero, ni nada… ni llevo ropa interior”.

A unos metros, una decena de jóvenes mexicanos de entre 18 y 20 años llegados a Israel para estudiar la Torá avanzan a pie desde el vecino bastión ultraortodoxo de Bnei Brak y se plantan delante del edificio derruido. Visten a la manera religiosa: pantalón negro, camisa blanca y kipá en la cabeza. Comentan dicharacheros la experiencia vivida y, sin dudarlo, aseguran que la integridad del país que les acoge no depende tanto del ejército como de dios. Por eso algunos señalan que, mientras sonaban las alarmas y todo temblaba en medio de las explosiones, rezaron sin parar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear en la sección de Madrid. Antes trabajó en el diario Abc, donde entre otras cosas fue corresponsal en el norte de África. En 2024 ganó el Premio Cirilo Rodríguez para corresponsales y enviados especiales.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_