A Ucrania le espera una larga lucha
En Kiev y Lviv los ucranios son tristemente realistas y nosotros también debemos serlo


La próxima vez que un agitado presentador de informativos mencione la posibilidad de un “acuerdo” para poner fin a la guerra en el que Ucrania “ceda territorio a cambio de paz”, le voy a decir que se siente a hablar con Adeline. La semana pasada, en Lviv, Adeline me mostró en el mapa del móvil el hogar que perdió en Nueva Kajovka, una zona ocupada por Rusia en la otra orilla del Dniéper, justo al otro lado del territorio liberado por Ucrania alrededor de Jersón. “Mira, aquí, en esta imagen de satélite, se puede ver el desastre ecológico después de que Rusia destruyera la presa de Kajovka en 2023. Y aquí es donde soñaba con montar una pequeña galería de arte. ¿Por qué tengo que renunciar a mi hogar?“, dijo entre lágrimas. ¿Por qué, en efecto?
El territorio ocupado por Rusia tiene el tamaño de Portugal y Eslovenia juntos. Es difícil saber cifras exactas, pero allí viven alrededor de cinco millones de personas, mientras que otros dos millones, por lo menos, han tenido que irse y están refugiados en otros lugares. Dentro de los territorios ocupados, los ucranios sufren una represión brutal y una rusificación sistemática. Fuera, los refugiados como Adeline no tienen más que sus recuerdos, viejas fotografías y las llaves de la casa que les quitaron. No debemos blanquear este monstruoso crimen de ocupación con palabras tranquilizadoras como “paz por territorios”.
En Ucrania nadie cree que ningún “acuerdo” suponga el final definitivo de la guerra, incluso aunque las negociaciones desemboquen en un frágil alto el fuego. Lo que ha ocupado brutalmente Rusia no ha sido solo “territorio”, sino también el hogar, la historia familiar, la vida y los medios de subsistencia de millones de hombres, mujeres y niños. Ucrania no cedería territorio, igual que yo no cedo mi coche si un ladrón me lo roba y no puedo recuperarlo. Y, sobre todo, eso no será verdaderamente paz. Una paz justa, que permita que Adeline vuelva a casa después de la liberación de todo el territorio ucranio, que Rusia pague indemnizaciones y Vladímir Putin comparezca en juicio en La Haya, es algo inalcanzable a corto plazo. Para conseguir algo que merezca seriamente la etiqueta de “paz”, es imprescindible que haya seguridad militar duradera, recuperación económica, estabilidad política y la integración en Europa de las aproximadamente cuatro quintas partes del territorio soberano ucranio que todavía controla Kiev. Eso significa años.
No hay nadie que desee tanto la paz como los ucranios. Es evidente que el presidente Volodímir Zelenski debe intentar llevarse bien con el presidente Donald Trump para que el matón estadounidense no venda del todo Ucrania a Putin. En una encuesta reciente del Instituto Internacional de Sociología de Kiev, solo el 29% de los ucranios decía que podría aceptar el plan de paz de Trump, mientras que el 51% podría aceptar el plan alternativo propuesto por los líderes europeos. Lo que todos los ucranios saben es que, mientras el mundo habla de paz, Rusia ha seguido bombardeándolos con lanzamientos masivos de drones y misiles. Y, por su parte, el emisario que envió Putin a las conversaciones ruso-ucranias en Estambul, Vladímir Medinsky, se refirió a la Gran Guerra del Norte de 1700-1721 para provocar a la delegación ucrania: “Estuvimos peleando contra Suecia durante 21 años. ¿Cuánto tiempo estáis dispuestos a luchar vosotros?”.
Por tanto, la verdadera cuestión es si Ucrania va a poder seguir defendiéndose y fortaleciéndose a largo plazo, con más ayuda de Europa para compensar la ayuda que está dejando de proporcionar Estados Unidos. Las conversaciones más optimistas que tuve en Kiev fueron con personas relacionadas con la industria de la defensa. Ucrania es hoy el primer país del mundo en innovación, desarrollo y fabricación de drones, con más de dos millones producidos el año pasado. Y podría progresar todavía más si otros países aliados siguieran el ejemplo de Dinamarca y adjudicaran contratos directamente a los fabricantes de armas ucranios. El problema más grave que tiene el país es la escasez de nuevos reclutas. Un comandante de primera línea me dijo que ahora tiene armas y municiones suficientes, pero que su batallón solo dispone del 30% de los soldados que podría tener. En el este, dijo, hay trincheras vacías, defendidas únicamente por drones.
Parece que Rusia está planeando nuevas ofensivas terrestres, pero los expertos militares occidentales creen que Ucrania puede seguir defendiendo la mayor parte del territorio que controla en la actualidad. Poco a poco, puede perfeccionar métodos para rechazar a los rusos en el mar (donde ya ha conseguido éxitos), en tierra (con un “muro virtual” dotado de drones y ataques de largo alcance, detrás de las líneas rusas) y, lo más difícil de todo, en el aire. Con la llegada del nuevo canciller alemán Friedrich Merz, por suerte con un estilo muy alejado del de Scholz, y la inesperada actitud churchilliana del primer ministro británico Keir Starmer, la coalición europea de los dispuestos es sólida. La ayuda más útil que puede preparar no consiste en enviar a soldados sobre el terreno, sino en una defensa aérea de múltiples capas para crear un escudo sobre la mitad occidental del país.
Los tres elementos militares esenciales que todavía se necesitan de Estados Unidos son sus servicios de inteligencia (muy difíciles de sustituir), los interceptores de defensa aérea Patriot, fabricados allí (los únicos capaces de derribar los misiles balísticos rusos) y grandes cantidades de munición de 155 milímetros (aunque Europa está intensificando la producción). Si se logra convencer a Trump de que no interrumpa el suministro de estas tres cosas, Ucrania podrá sobrevivir con más ayuda europea. Entonces, poco a poco, sobre todo si Europa al mismo tiempo intensifica las sanciones económicas contra Rusia, Moscú podría empezar a sufrir más presiones que Kiev. Quizá, en algún momento, incluso el propio Putin podría empezar a pensar que es hora de empezar a enfriar esta guerra, aceptar una “línea de control” para un alto el fuego y ordenar a su aparato interno de propaganda que proclame una tremenda victoria. En esta situación no hay nada seguro y es posible que el régimen de Putin ya no pueda arriesgarse a firmar la paz, pero esta es la forma más realista de acabar con la mayor guerra en Europa desde 1945.
Ucrania se encontraría de inmediato con una serie de problemas nuevos y sobrecogedores. ¿Cómo mantener la unidad nacional lograda durante la guerra cuando callen las armas? ¿Cómo reintegrar a más de tres millones de veteranos? ¿Cuándo celebrar elecciones y cómo garantizar que sean libres y limpias? La política ucrania será caótica y estará llena de recriminaciones, entre sí mismos y contra Occidente. Putin, que considera que la política es otra manera de continuar la guerra, tendrá muchas oportunidades de agitar el avispero y fomentar los rencores y las divisiones.
Por otra parte, es posible que Europa pierda interés a toda velocidad, como ocurrió con Bosnia después de los acuerdos de paz de Dayton en 1995. Prácticamente todo el presupuesto no militar actual de Ucrania se financia gracias a la ayuda internacional. Harán falta cientos de miles de millones de euros más para que la economía, una vez reconstruida, pueda recuperar su dinamismo. Los populistas europeos en pleno ascenso, desde Portugal hasta Polonia, dirán a los votantes que no deben seguir pagando esa factura. Será fundamental que Merz se incline con todo su peso a favor de confiscar los activos congelados de Rusia para poder disponer de semejante cantidad de dinero.
A principios de este mes, cuatro líderes europeos viajaron a Kiev al día siguiente del denominado Día de la Victoria en Europa, que conmemora la derrota total de la Alemania nazi. Por desgracia, no va a haber un único y sencillo Día de la Victoria en Ucrania que señale la derrota total de la Rusia de Putin. Falta mucho para que haya una paz duradera y, desde luego, no será gracias a un acuerdo precipitado y descompensado. Ucrania y Europa deben tener la visión de futuro, la resistencia y la unidad necesarias para una larga lucha; solo entonces será posible conseguir algo que verdaderamente merezca el nombre de paz para cuando termine esta década.
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