

El Chelsea baja de la nube al PSG y gana el Mundial de Clubes
El equipo de Maresca arrasa al de Luis Enrique con dos goles y una asistencia de Cole Palmer


Había una manera de bajar al Paris Saint-Germain la nube desde la que contemplaba el fútbol, y no era la del Real Madrid. La intuyó el Bayern, que se lanzó valiente y comprometido a por ellos en cuartos aunque sin acierto. No le funcionó, pero el Chelsea sabía que por allí estaba el camino para gripar la apisonadora de Luis Enrique, que había ganado la Champions con un 5-0 en la final y había destrozado el nuevo proyecto de Xabi Alonso 4-0 en una semifinal en la que levantó el pie. Maresca anuló las armas del rival ejecutando mejor algunas de ellas, y se encontró con la inspiración de las paradas Robert Sánchez y el genio de Palmer, que acabó con el PSG con dos goles y una asistencia.


El primer Mundial de Clubes de la nueva era, que iba a elevar aún más la belleza del fútbol del equipo de Luis Enrique, que terminó desquiciado participando en una tangana final, y coronó al estratega Enzo Maresca en el banquillo del Chelsea.
No le intimidó ni un poco el relato que se ha ido redondeando alrededor del PSG. Ya lo había advertido: una cosa es la literatura y otra lo que sucede en el campo. Ellos también planeaban tener la pelota, también querían presionar arriba, también querían mandar. Y así empezaron, provocando dudas y errores en el PSG. Se quedaron el balón y pisaron el área de Donnarumma a los pocos segundos.
El Chelsea desactivó de salida todos los circuitos del PSG, empezando por sus arquitectos del centro del campo. Maresca añadió a esa zona a Reece James, lateral derecho de formación, esta vez doble pivote con Caicedo. En los costados completaban la línea Enzo Fernández, a la izquierda, y al otro lado Cole Palmer, muy aplicado para tapar las subidas de Kvaratskhelia, y letal cuando miraba hacia delante. Se alejaba entonces de la banda, en diagonal hacia la portería. Siguiendo esa trayectoria despedazó al PSG. Para empezar, con un falso gol después de una dejada de tacón en el área de João Pedro. Buscó la escuadra con la zurda, la pelota golpeó la red. Por fuera.

El equipo de Luis Enrique no respiró hasta que empezó a encontrar a Vitinha, metrónomo de un equipo redondo e inalcanzable hasta este último día. El PSG se recompuso alrededor del portugués. Ya no huía de la voracidad de los jugadores del Chelsea. Podían pensar, recordar por dónde se movía cada uno, por dónde podían hacer daño. Y lo tuvieron cerca. Cucurella, que sacó un balón sobre la raya en la semifinal contra Fluminense, cortó el pase de Doué que dejaba a Dembélé solo a tres metros de Robert Sánchez. La siguiente la salvó el portero español con una buena mano abajo a un tiro limpio de Doué.
Los franceses le habían dado la vuelta a una corriente que amenazaba con arrastrarlos, pero el Chelsea entendió qué opciones le abría verse bajo asedio. Seguían robando, y después de robar João Pedro se hacía encontrar arriba para dar una salida fulgurante que explotaba los espacios que habían quedado despoblados. O recurrían a un pase largo de Robert Sánchez, que conectó con la carrera de Malo Gusto por la derecha, favorecida por un error de Nuno Mendes. El lateral francés alcanzó el área, le bloquearon el tiro, pero vio algo más atrás a Palmer, que volvió desenfundar la zurda y buscó el mismo mal que en el falso gol, pero esta vez por abajo. Inalcanzable.
El PSG se vio en una situación extraña. Era el segundo gol que recibía en el torneo después del que le sirvió a Botafogo para derrotarlos en la primera fase. Pero el Chelsea tenía otro espíritu. Y otras armas. No habían ido a Nueva Jersey a defenderse. Volvió a aparecer Palmer recorriendo su diagonal, esta vez con la pelota. Amagó con darla a la derecha, el engaño le abrió un mundo en la frontal y repitió el mismo zurdazo al mismo punto para el 2-0. No fue la última vez que recorrió ese camino. La siguiente la terminó de manera distinta: filtró a João Pedro y el brasileño, al que sacaron de la playa para ficharlo y que jugara desde cuartos, superó por encima Donnarumma con una caricia.
El PSG se fue al descanso después de recibir tres goles, y salió de allí arrebatado, con Vitinha empujando hacia delante y los extremos pisando más cerca de la portería del Chelsea. Pero volvió a encontrarse con otra intervención iluminada de Robert Sánchez. Dembélé remató casi a bocajarro y el portero desvió alargando el brazo derecho.
Entonces hizo otra vez lo que le tocaba: se juntó atrás mientras el PSG buscaba grietas. Pero el tiempo avanzaba y apenas penetraban la fortaleza. No temblaba el Chelsea, muy seguro con el plan de Maresca, que contenía instrucciones también para esos tramos. Y no se trataba solo de aguantar. Aunque también fueron dejando correr el tiempo con varios jugadores sentados en la hierba con calambres.
Robert Sánchez volvió a encontrar con un pase largo una carrera de João Pedro, que cayó en el área. Cuando el brasileño se fue al banquillo, entró Delap y en una contra estuvo a punto de marcar el cuarto. Lo evitó con una estirada hermosa Donnarumma, que luego le sacó un mano a mano.
Cuando nadie lo esperaba, el campeón de la Conference destrozó al de la Champions y levantó el primer gran Mundial de Clubes.
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