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RED DE REDES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Quién se atreve a viajar a Estados Unidos?

Es muy improbable que alguien que esté de viaje por Nueva York acabe por error en una cárcel salvadoreña, pero ya no es imposible

Una turista argentina posa con la estrella de Donald Trump en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Jaime Rubio Hancock

¿A quién le apetece ir a Estados Unidos de vacaciones? A mucha gente, desde luego, pero bastante menos que hace un año. El politólogo y ensayista Ian Bremmer compartía en X unos gráficos del Financial Times que muestran una caída del 17% en los viajes de europeos al país durante marzo, en comparación con el mismo mes del año pasado. En algunos países, como Irlanda, Noruega y Alemania, la caída es de más del 20%. Y en el total de viajeros de todo el mundo, hablamos de un descenso del 12%, según recoge el medio.

Podría argumentarse que la cifra está sesgada porque en 2024 la Semana Santa cayó en marzo. Pero el diario también explica que la cadena de hoteles Accor está registrando un descenso del 25% en las reservas de europeos en Estados Unidos para este verano. Y la cifra es importante para un país que es el tercer destino turístico del mundo, después de Francia y España.

La caída es comprensible si tenemos en cuenta que el Gobierno del país se muestra bastante hostil a los extranjeros, a pesar de que Donald Trump está casado con una eslovena y su abuelo era alemán, por no hablar de que todos los estadounidenses, salvo los nativos americanos, son inmigrantes o descendientes de inmigrantes. Esta hostilidad no es solo retórica, como muestra el aumento de las deportaciones sin garantías judiciales. Un ejemplo terrorífico: Kilmar Abrego García fue llevado por error a la macrocárcel de terroristas de El Salvador. En un ejercicio asombroso de mala fe y sociopatía, tanto Trump como el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, han asegurado que no pueden hacer nada para sacarlo de esa prisión. Esto no es solo mentira —cómo no van a poder—, sino también un experimento improvisado: si les permiten encerrar a una persona sin nada parecido a una prueba, seguirán haciéndolo sin despeinarse todas las veces que les apetezca.

Sí, de acuerdo: es muy improbable que alguien que esté de viaje por Nueva York acabe por error en una cárcel salvadoreña. Pero ya no es imposible. Y eso cambia algunas decisiones porque será que no hay sitios seguros a los que viajar. Otro riesgo más obvio es que a uno no le dejen entrar en el país y se tenga que volver sin haber podido comprar ni un mísero llavero de los Yankees. Como le pasó, por ejemplo, a un científico francés que viajaba a Houston para una conferencia y al que las autoridades no dejaron entrar en el país después de cotillearle el móvil y ver mensajes privados en los que criticaba al Gobierno de Trump. Incluso le sucedió algo parecido a un ciudadano estadounidense al volver de Canadá, a pesar de que, como explicaba a NBC News, esperaba que con la presidencia de Trump todo cambiara “a mejor”.

A New Hampshire real estate attorney and American citizen returning home from Canada says he was detained at the border without an explanation and "treated like a criminal."

[image or embed]

— NBC News (@nbcnews.com) 15 de abril de 2025, 22:47

Si criticar a Estados Unidos significa que uno no puede entrar en el país, es normal que haya gente aplazando las vacaciones en Nueva York o en San Francisco para cuando haya algún presidente normal, si es que alguna vez vuelve a haberlo. Todos, de izquierdas o de derechas, hemos criticado la política estadounidense. Si echamos pestes de la española, que es pequeña y no tiene mucha importancia, ¿cómo no vamos a hablar regular de las decisiones de la primera potencia mundial, que por desgracia nos afectan a todos?

Pero ya que hablamos de política española, los europeos tampoco estamos para dar lecciones en lo que se refiere al trato a los inmigrantes. Un ejemplo lo vemos en el rechazo de varias comunidades autónomas al reparto de menores extranjeros. O, en los intentos de países de la UE como Italia de crear campos “de expulsión” en Albania, que no es algo tan diferente al experimento salvadoreño.

Por supuesto, es muy difícil, casi imposible, que acabemos en un campo de concentración si vamos a hacer fotos a Times Square o al Coliseo. Pero si quisiéramos trabajar, por ejemplo, o huyéramos de una guerra o de una dictadura, sería un resultado algo más probable. El ejemplo de Trump y de Bukele, que parece sacado de la distopía más ridícula, nos podría ayudar a recordar qué clase de país queremos ser y qué clase de Gobiernos queremos votar. Al fin y al cabo, todos estamos a unos pocos aranceles y a una nueva crisis de volver a ser emigrantes.


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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Redactor en Ideas y columnista en Red de redes. Antes fue el editor de boletines, ayudó a lanzar EL PAÍS Exprés y pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', y de las novelas 'El informe Penkse' y 'Sitges'.
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