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Morena
Columna
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El serpentario nacional

El problema del estilo de gobernar de Morena este es que permite a sus perpetradores fugarse del presente para terminar comprometiendo el futuro

José Ramón Cossío Díaz

El estilo de gobierno obradorista —pasado y presente— radica en la permanente asunción de que todo lo suyo va bien e irá mejor. Que los males de hoy resultan de los gobiernos y personajes del pasado remoto. Que su proceder está encaminado a corregir los vicios heredados, tantos, que su propio y formidable actuar apenas puede desplegar sus bienes y bendiciones. No hay día (sic) en que la presidenta de la República, los integrantes de lo que sea su movimiento o sus muchos corifeos, no digan —y con ello traten de convencernos— algo acerca de lo denodado de sus luchas ni de la responsabilidad de quienes vieron arrebatado su maligno poder, para dar cabida a la tan positiva transformación que —también se dicen y nos dicen— está desplegándose en nuestro lastimado país.

Más allá de la infantilidad de asignar culpas, el problema en este tan moreno modo de gobernar es que permite a sus perpetradores fugarse del presente para terminar comprometiendo el futuro de todos. Quien está pendiente de asignar a aquellos que lo han precedido —familiares, jefes o conocidos— sus propios males, queda imposibilitado para darse cuenta de aquello que les está aconteciendo. Más allá de los consabidos consejos de autoayuda que esta invocación podría suponer, lo cierto es que en los planos estrictamente cognitivos y de responsabilidad es difícil percatarse de lo que está sucediendo, ya sea para analizarlo, comprenderlo o para resolverlo.

Las actuales autoridades asignan culpas a todos, menos a sí mismas. Para ellas es igual una masacre, una inundación, la pérdida de fondos, la corrupción abierta, el involucramiento de parientes o prácticamente lo que sea, pues siempre y en toda ocasión encuentran la manera de vincularlos con algún pasado. Tenga este la forma de un partido político, de un crítico o de un simple disidente. Sea porque actuó en un tiempo anterior, porque estuvo vinculado con alguien en otro tiempo o porque representa unos intereses que, a juicio de los recientes titulares del poder, provienen de otros tiempos, se busca radicar en el pasado lo que de negativo se suscite en el presente.

La loca carrera para sustentar la realidad presente en el pasado les impide a los gobernantes de ahora darse cuenta de lo mucho que se está formando en el presente por su acción u omisión. Menos aún pueden advertir las implicaciones que esos elementos en formación tendrán para el futuro de todos. Mediante un mínimo ajuste a esa perspectiva pasadista, sería posible advertir que en el hoy que está corriendo, en aquello que se está actualizando cotidianamente, en el presente simple del día a día, hay muchos elementos que se están formando e incidirán en el México del futuro inmediato.

Al asignar responsabilidades a los agentes pasados, los actuales están evitando determinar las culpas que se están actualizando por las conductas cometidas aquí y ahora. Tan escapista proceder está permitiendo abultar el régimen de impunidad y posibilitar que este no solo deje intocado el pasado cercano, sino que genere nuevos y profundos efectos futuros en nuestra convivencia social. Quien hoy está delinquiendo y asume que no será castigado, seguramente está ampliando sus alianzas criminales y acrecentando sus redes de protección. Este juego de ampliaciones y acrecentamientos irá desde la comisión de los delitos que permiten la directa apropiación de recursos no debidos, la necesidad de protección física mediante violencias privadas, la conformación de redes de lavado de dinero o el establecimiento de particulares maneras de protección estatal. Lo que estamos viendo construirse frente a nosotros es una modalidad más del muy conocido modelo histórico en el que las delincuencias estatales y privadas se relacionan entre sí para sobrevivir, mantenerse o expandirse.

Cuando se observan las maneras en las que nuestra sociedad de hoy se está desarrollando, son visibles los adelantos de nuestra sociedad futura. Las violencias criminales reinantes se ampliarán a los sectores de la población que requieran —o a quienes se impongan— formas de protección. Los recursos ilícitos continuarán lavándose, distribuyéndose y financiando operaciones hasta adquirir apariencia de normalidad. Los usos de un poder público reclamado y ejercido a nombre de todos, pero ejercido de manera facciosa para satisfacer los afanes personales de sus titulares y sus crecientes necesidades de protección.

En la historia nacional y universal ha habido periodos como el que en estos momentos se está construyendo en México. Situaciones en las que quienes están en el poder público y privado, no tienen capacidad de corregir sus propias conductas por estar atrapados en la red de intereses de la que depende su propia posición. Entornos en las que romper los pactos que les han permitido llegar a donde están abre el dilema de su destrucción o reducción.

Con independencia de que no vaya a hacerlo, la única posibilidad con que cuenta el régimen vigente de salir adelante es dejando de estar en el pasado para pensar y desarrollar su acción política en el presente y sobre el futuro. Determinar quién, hoy, está posibilitando la construcción de un terrible porvenir para la población a la que se dice deberse y representar. Identificar a quiénes y cómo, están propiciando el surgimiento o el mantenimiento de los actuales serpentarios nacionales. De esos lugares en los que, como en la película de Bergman, se están incubando las serpientes que ya podemos ver perfectamente formadas con solo mirar sus huevos contra la luz.

@JRCossio

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