La inversión, el gran pendiente para México
Las discusiones económicas se suelen centrar en la coyuntura del momento y hay poca visión de lo que tendría que hacer el país para crecer

Es difícil juzgar los avances y los retrocesos que ha habido en materia económica a solo un año de la Administración de la presidenta Claudia Sheinbaum. Es todavía más difícil dilucidar el impacto que tendrán en el mediano plazo algunas decisiones de política pública que ya se tomaron y que aún no logramos dimensionar.
Para nadie es sorpresa que la economía mexicana está en una etapa baja del ciclo económico. Posterior a la contracción de más de 8% del producto en 2020 derivado de la pandemia, vino el rebote de 6,3% en 2021 para regresar paulatinamente a tasas bajas de crecimiento. Entre 1980 y 2018, la tasa de crecimiento promedio por año de la economía mexicana fue 2,3%. A partir de 2018, ese indicador, igual en promedio, cayó a 0,9%, desde luego influida por el choque de la pandemia. La dinámica de crecimiento ha cambiado.
Se cumple el primer año en el poder de Sheinbaum, pero aún no podemos evaluar el crecimiento de los primeros cuatro trimestres de su mandato. Nos falta la última observación y a pesar de que tenemos pistas del comportamiento de la economía entre julio y septiembre, la cifra definitiva de crecimiento de los tres primeros muestra un aumento de únicamente 0,9%. Además, las exportaciones han sido el factor que más ha contribuido al movimiento de la producción en estos meses, con las empresas estadounidenses acumulando inventarios antes de que los aranceles entren en vigor.
Las razones detrás de las bajas cifras de crecimiento de México han sido objeto de debate profundo y, aunque el tema se discuta sin cesar, aún no encontramos la fórmula -o la voluntad política- para dinamizar una economía que podría estar creciendo más. Las discusiones económicas se suelen centrar en la coyuntura del momento y hay poca visión de lo que tendría que hacer el país para generar mejores condiciones estructurales para el crecimiento. Lo que es un hecho es que cualquier política pública en ese sentido tendrá que pasar obligatoriamente por la inversión.
La inversión productiva -esa que nos permite construir capacidad para enfrentar de mejor manera las fluctuaciones del corto plazo- no ha vivido su mejor momento en el primer año de Sheinbaum.
La inversión fija bruta, el indicador reportado por el INEGI, muestra una caída de 6,4% entre octubre de 2024 -inicio del sexenio de Sheinbaum- y junio, el último dato disponible. La caída en la inversión vista desde la perspectiva del Producto Interno Bruto ha sido de 7,86% en los primeros trimestres del año. La expectativa para el tercero tampoco es halagadora.
Al pensar en las razones tras este choque en la inversión, lo primero que viene a la mente es la incertidumbre que ha traído a la mesa la política proteccionista del presidente Donald Trump. Si los inversionistas -locales y extranjeros- no saben cuáles van a ser las reglas con las que al presidente de Estados Unidos le gustará jugar este mes, este año o lo que reste de su administración, ¿por qué invertirían en este momento en un país cuyos sectores más dinámicos son los relacionados con las cadenas productivas vinculadas al acuerdo comercial? Sin embargo, no solo es la inversión privada la que se ha reducido, también lo ha hecho la pública que en los seis primeros meses del año cayó 22,8%.
El argumento arancelario es sólido y real, pero no deja de responder a una coyuntura sobre la que México tiene poco control. La probabilidad de que México salga mejor librado -en términos relativos- que otras economías es real y alta y podría otorgarle al país una vez más una ventaja comparativa que impulsara la inversión para aprovecharla.
El impacto de la incertidumbre comercial es notorio, amerita horas de discusiones técnicas y otras tantas políticas. Pero hay otra razón, mucho más estructural y silenciosa, que también cambia las reglas del juego y añade una buena dosis de incertidumbre: la reforma al poder judicial.
La nueva realidad judicial moverá los equilibrios. Sin certeza jurídica, los costos de transacción aumentan, los contratos se encarecen, la prima de riesgo aumenta, las empresas dudan y los proyectos productivos se postergan. Y lo que queda atrás hoy es, finalmente, crecimiento perdido.
Por su parte, la inversión extranjera ha mostrado relativamente buenos números en lo que va del año. Durante los seis primeros meses, entraron al país 34.265 millones de dólares. El 84% de ese monto fue reinversión de utilidades. A pesar de ser un dato que atrae la atención mediática, la inversión extranjera -importante por muchas otras razones- dista de ser el componente más importante. En el primer semestre, ésta representó aproximadamente un 8% del total.
La inversión es el gran pendiente económico de la presidenta. Sheinbaum tiene ante sí la oportunidad —y la responsabilidad— de marcar la diferencia. Puede optar por seguir administrando la inercia, confiando en que factores externos, como el nearshoring, seguirán impulsando al país. O puede asumir el reto de construir un andamiaje institucional que trascienda su sexenio y dé a México las bases para crecer más allá de coyunturas.
El costo de no hacerlo es alto: perpetuar una economía que avanza a paso lento, incapaz de generar los empleos formales que se demandan cada año, atrapada en la informalidad y en importantes diferencias regionales.
El gran pendiente no es solo atraer inversión, es crear las condiciones para que esa inversión se quede, se multiplique y se traduzca en mayor crecimiento.
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