El giro comercial se explica en Torreón: el salario mínimo creció y la fábrica de Wrangler echó el cierre
La salida de cuatro plantas textiles en la ciudad lagunera reflejan los efectos de la incertidumbre y los cambios del panorama de las cadenas de producción globales

El silencio en la nave industrial de la fábrica de pantalones vaqueros se hizo sepulcral después de que el gerente anunciara por el altavoz, en una tarde de agosto, que esa y tres plantas más en el Estado de Coahuila iban a cerrar. Wrangler, la firma textil del conglomerado estadounidense Kontoor, ha echado el cierre en México después de 25 años y cuando la incertidumbre por el comercio en todo el mundo está creciendo. La sorpresa para los casi 3.000 trabajadores fue mayúscula. Entre las explicaciones, por supuesto, estaba el giro proteccionista de Estados Unidos para las exportaciones, pero también algo que nadie vio venir: la mejora de los salarios para los trabajadores de la maquila en México en los últimos años.
La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 2018 obligó a México a revisar las condiciones salariales de los trabajadores por petición de sus socios: Estados Unidos y Canadá. El entonces presidente Andrés Manuel López Obrador hizo bandera del asunto y emprendió una subida histórica del salario mínimo que ha continuado con su sucesora, Claudia Sheinbaum. Con una tímida resistencia de parte de los empresarios, de 2018 a 2025, el Gobierno mexicano aumentó el salario mínimo un 135%. En fábricas como las de Wrangler, los trabajadores empezaron a percibir esta subida en sus bolsillos, sin embargo, también fue el inicio de una revisión financiera de la empresa localizada en México.

Torreón es un enclave para la industria mexicana. Con un pie en el sector agroalimentario, la evolución de la región —también conocida como La Laguna— pasó en el último siglo de ser un nido agrícola a albergar fábricas de diversos sectores que envían sus productos a Estados Unidos. Los campos de algodón dieron paso a las grandes fábricas textiles y, luego, el TLCAN abrió las puertas a la maquila masiva de ropa en esta zona del norte del país. El ocaso ha llegado pronto ante el crecimiento de otros sectores. “La industria textil en México ya va en declive desde hace mucho tiempo, el país se especializó en la industria automotriz y en otros tipos de industria de mayor valor agregado”, señala Gabriela Siller, directora de análisis económico del Grupo Financiero BASE.
Bajo el sol abrasador de Torreón, Denise Belmonte, de 31 años, sale de una de las plantas de Wrangler tras cobrar su finiquito. Trabajó allí casi un año y medio cosiendo bastillas de pantalones vaqueros. El empleo era a destajo, es decir, que sus ingresos dependían de la cantidad de ropa que pudiera coser durante su jornada laboral de ocho horas. Con este incentivo, la firma se aseguraba la productividad y los trabajadores, un mejor sueldo. Para Belmonte, por ejemplo, significaba duplicar sus ingresos de 120 dólares semanales. Condiciones salariales de este tipo, cuenta, son ya poco comunes en la región. “No sé si el cierre tiene que ver con todo lo que dicen de Donald Trump o es que los proveedores extranjeros ya no quieren la mano de obra mexicana”, reflexiona.



Tras la creación del bloque de libre comercio de América del Norte, México promovió, frente al recelo de sus socios, el bajo coste de la mano de obra en el país. El latente crecimiento de industrias más especializadas en México y el abaratamiento de los costos de producción en otras regiones del mundo, como Asia, han dado paso a un nuevo análisis de las grandes empresas sobre dónde colocar sus operaciones. “Durante mucho tiempo se habló de que la competitividad de México estaba en los salarios más bajos”, apunta Valeria Moy, directora del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). “Nos gustaría ser una economía con industrias de mayor valor agregado, pero todavía no llegamos allí”, añade. Frente a la inminente renegociación del tratado de libre comercio, el TMEC, en 2026 y el nerviosismo frente al nuevo entorno global, las firmas echan cuentas y analizan su futuro. “Cuando se van varias [fábricas], las demás también están incentivadas a irse, porque el desarrollo de proveedores se está llevando a cabo en otro lado. En la industria textil se ha acentuado por el incremento a los costos laborales”, explica Siller.
Wrangler anunció a mediados de agosto su retirada de México. Una semana antes el conglomerado Kontoor, dueño de la marca, había presentado su segundo informe trimestral a sus inversionistas en el que reconocía que la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China podrían suponer algunos impactos en el costo de los insumos, pero que “las importaciones de la Compañía desde México a Estados Unidos seguían exentas de tarifas por el TMEC”. El reporte no hablaba de dificultades para sostener las cuatro plantas —Torreón, La Rosita, San Pedro y Coyote— en México. Este diario buscó la versión de Kontoor, sin obtener una respuesta de parte de sus representantes. La firma cerrará definitivamente sus operaciones en México en octubre, aunque se desconoce si la producción será relocalizada en otro país, algunos medios de comunicación apuntan a que su destino será Bangladesh.

“El cierre de esta empresa obedece a situaciones que tienen que ver con sus temas financieros”, explica José Luis Chapa Reséndez, subsecretario de Empleo del Estado de Coahuila. El intempestivo cierre de las plantas ha llevado al Gobierno a emprender una misión para recuperar los puestos de trabajo perdidos con ferias del empleo que se han instalado incluso dentro de las mismas fábricas de pantalones vaqueros. Chapa Reséndez reconoce que los puestos de trabajo eliminados por Wrangler son “una cantidad considerable”, pero que la intención de la administración estatal ha sido, de momento, ofrecer 1.600 vacantes en diversas industrias para quienes han perdido su lugar en esta maquila.
Tres de las cuatro plantas de Wrangler están ubicadas en la periferia rural de Torreón. Erick Sergio Guzmán trabajaba en una de ellas en la comunidad de La Rosita. La fábrica está ya prácticamente vacía y en su comunidad han resentido el cierre. En paisaje rural de Coahuila sobresale la nave industrial de ladrillo con letras azules y sus jardines con palmeras. Lo que fue alguna vez el acercamiento de la industria al campo, será historia. Guzmán, tras saber que perdía su empleo de tres años, decidió que se despediría con una canción. Con ayuda de la Inteligencia Artificial puso música a Se acabó y subió a TikTok un vídeo con la melodía e imágenes de sus compañeros de trabajo en sus últimos días en la planta. Su ingenio acabó siendo muy popular en las cuatro fábricas. El joven de 31 años presume que además de saber coser es soldador y barbero, y se muestra optimista ante el futuro: “A todo le buscamos y tengo la gracia de saber hacer muchas cosas”.
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