Alito y Noroña: la testosterona de la vergüenza
La Cámara de los “hombres” amenizó la tarde con la sinfonía machista ‘in crescendo’: violencia en los puños, violencia en las palabras


El espectáculo que ha dado Alito Moreno este miércoles en el Senado constituye una vergüenza, pero no una sorpresa. Muchos habrán recordado al ver su cara más temible aquellos primeros años de su trayectoria cuando actuaba de porro universitario para reventar la política, bien lo saben en Campeche. Se diría que no ha pasado el tiempo, que sigue siendo el mismo, que aquel PRI no se fue. Y no se irá hasta que personajes así no salgan de la política. Y personajes así, no crean, hay muchos. Si alguien esperaba disculpas tras el altercado en el Senado se equivocaron de medio a medio.
Las palabras de Alito en la posterior rueda de prensa para justificar su actuación deben ser recogidas literalmente. Ahí van esas comillas: “No se puede tratar a una compañera legisladora con esa falta de respeto, porque ahí sí es hombre, ¿no? Ese cobarde, gritar a una mujer. Que venga aquí, para que le pegue dos chingadazos a ese cabrón y le enseñemos que a las mujeres se les respeta. Legisladoras de la República o mujeres, porque si no le educaron, aquí en el Senado le vamos a educar”.
El gran machista, el que sabe tratar a las mujeres, se esconde bajo las faldas de una de ellas para justificar su agresión. Pero qué legisladora ni qué niño muerto, si la bronca venía porque Gerardo Fernández Noroña, presidente de la Cámara, no le dejaba participar en el debate. A las mujeres se las usa para todo. Más que uso ya es abuso. Si hay una crítica: violencia política de género; si hay una pelea: es que se le ha faltado el respeto a las señoras. Si ustedes quieren liarse a “chingadazos” como machos cabríos ya dejen de poner a las mujeres de excusa y hagan lo que les plazca, pero en sus casas. México no se merece un espectáculo internacional de estas dimensiones.
La testosterona con que dicen proteger a las mujeres nos asfixia. Si a quien estaba envolviendo Alito con su capa y espada medievales era a Lilly Téllez, si era a ella a quien se refería, que envaine, porque Téllez sabe defenderse solita, creando, por cierto, un nivel de barro que no hace falta en el Senado.
Vean las imágenes otra vez. Cuando arranca la agresión, hay un personaje que actúa como esos matones del colegio, ¡pelea, pelea!, que raudos se suman a los golpes. Se trata de Carlos Gutiérrez Mancilla, un plurinominal del PRI muy desconocido para el gran público que se despachó a gusto en la melé, con qué rabia defendió al jefe haciendo lo que más le gusta. Cuando flanqueó al líder en la rueda de prensa no se le había bajado la adrenalina y ahí le tienen, con los puños en los bolsillos y las piernas abiertas ciñéndose el pantalón para dejar bien clara su hombría. Y moviendo la cabeza de arriba abajo, como esos perritos que se colocan en los coches para que se agiten con el vaivén del rodaje: sí, jefe, qué razón tiene jefe, dos chingadazos bien dados, déjeme a mí, que esto lo arreglo yo. El otro guarura digno de mención y de la misma calaña es Erubiel Alonso, también pluri del PRI, que la gozó a lo grande pateando al pobre camarógrafo derribado por el gran jefe.
En el cuadro que montaron en el Senado, qué atracón de pinceles se habrían dado con él en la antigüedad, se ve a otro señor, también de la guardia priista de Alito, Rubén Moreira. A este hay que agradecerle que no se liara a golpes y recriminarle que no hiciera un solo gesto para contener a su líder. Vamos, que no movió un dedo. Lo mismo es un cobarde también, como dijo Alito de Noroña: “Cobarde, salió corriendo, cobarde, patán, cínico”. Y ahí tienen a la guardia pretoriana aplaudiendo las palabras del “porro”, como le estaba calificando Noroña a él, casi simultáneamente, en otra rueda de prensa.
Vamos con Noroña. El personaje no es un angelito, por más que tenga 65 años frente al músculo de Moreno. En los últimos tiempos viene dando unas muestras de soberbia y cizaña que causan repelús, por decir lo menos. Lo de Alito y él ya viene de lejos, una tensión no resuelta. El año pasado, Noroña también tuvo sus comillas en otra gloriosa tarde contra el inefable priista: “No me ponga el dedo encima, no me ponga el dedo encima, no me ponga el dedo encima”, iba subiendo la voz ante el embravecido priista, que le gritaba, también repetidamente (donde no hay argumentos, ya se sabe): “A mí no me grites, a mí no me grites”. Qué momentazo para los anales de la testosterona pública. “Respeto a la presidenciaaaa. No me toqueeee!”, Noroña parecía el que vende tamales por la calle. Y concluía poco después: “Todos los senadores y senadoras me merecen respeto, pero bajo ninguna circunstancia voy a tolerar que alguien me ponga un dedo encima […] Y él me pone un dedo encima, y yo eso no lo aguanto. Tenemos que ser muy cuidadosos porque el senador Moreno es hombre y yo también”. Acabáramos. Pues que creen la Cámara de los hombres y ahí se las vean ellos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
