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Adán Augusto López
Columna
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Adán Augusto, el hermano incómodo

Soñó con ser presidente y hoy es solo el pariente molesto de López Obrador que en su momento instruyó que en Tabasco fuera jefe de la policía un narco, o al revés

 Andrés Manuel López Obrador y Adán Augusto López en Baja California, el 29 de octubre de 2021.
Salvador Camarena

Adán Augusto López Hernández y Andrés Manuel López Obrador son íntimos más allá del paisanaje; vienen de la misma agua, similar proceder de áspero tesón, exacta raíz priista; su esencia lógica es que sin choque no hay política, sin suma cero todo es resta.

El origen amenaza hoy a la dinastía. De Tabasco vino AMLO y en un momento de redefiniciones sexenales quiso anclar su futuro en el pasado, volver a lo básico: el presidente más poderoso no confió en más nadie que en el terruño para traer al pitcher cerrador del juego.

En 2021 López Obrador padeció una humillación. En las intermedias legislativas la oposición mostró signos vitales. Carcomió al tabasqueño la fuerza en la cámara de diputados. El PRI junto con, dolor de dolores, el PAN podían decirle con el dedito que no a sus reformas.

Su mañanera era insuficiente. En la Secretaría de Gobernación las flores crecían, pero nadie operaba ni los buenos días. Palacio Nacional imponía un ruido en las redes sociales que no alcanzaba para retener el Congreso. Hasta la Ciudad de México le dio la espalda.

Hora de recurrir al Plan AA. En agosto de 2021 Andrés Manuel sacó a Adán Augusto López Hernández de la gubernatura de Tabasco. Lo trajo al Palacio de Cobián. Número dos indudable. Fin del experimento. Tiempo de política recia. Si lo decía Adán lo decía AMLO.

Albricias, pensaron algunos. Volvieron los viejos tiempos. La operación política como debe ser. El eficiente que no buscaba relumbrón. La sombra que se hacía sentir, el vasallo que sin pedir reconocimiento emprendía cualquier labor que hiciera falta. El hermano Adán.

Al inicio de su encargo, cuando López Hernández hablaba por el uno, este ganaba y aquel también. Una simbiosis tallada a mano: mismo acento, una sola voz.

La cuña apretaba porque era del mismo edén. Con el hombre fuerte que llegó de Villahermosa, fin de la simulación de tres años en Bucareli: se podía al fin encargar el timón de lo interno a un profesional… hasta que todo se torció, como en novela tropical. Es que en el altiplano se adelgaza el oxígeno. Sobran quienes se marean.

Hay a quien los que poetas como Pellicer les llenan la cabeza de pájaros. Al recitarlo creen volar por las nubes. AMLO le había encargado la gobernabilidad a un primo hermano que se sintió con los tamaños de sucederle, de ser como él. Ambición falaz del Ícaro del pantano.

Andrés Manuel tendrá que contar algún día si fue perversidad suya o candidez de su amigo. Él, que siempre tuvo favorita, ¿creyó necesario templarla, precisamente, en una lucha fratricida? ¿Alentó a su hermano de la vida a ser el tonto útil para acicatear a su elegida?

El otro López renunció a lo mejor que tenía: a la gubernatura tabasqueña, para ser líder de gabinete, y dos años después a este para embarcarse en una aventura que lucía, por los cuatro costados, cuesta arriba: sin carisma, sin discurso, sin humildad y sin bagaje.

Gastó, por lo visto, su capital Adán Augusto. En más de un sentido. No quedó ni en segundo sitio. Su tercer puesto fue un empate con un compañero que puede decir, sin pruebas pero sin dudas, que su rentabilidad fue mayor, que con menos obtuvo mucho más.

Mas en la política el pasado siempre está por reescribirse. Quién dice que es malo empezar de nuevo desde, se rumora, el mejor trabajo del mundo: el Senado de la República, máxime si el bastón de mando te entrega la coordinación de las y los compañeros. Regreso al paraíso.

Quién quiere palacio cuando hay que levantar el tiradero. Mejor ver las cornadas desde la barrera. Si, en cambio, tu dolor de cabeza se llama Lilly Téllez, tienes tiempo y espacio para esperar que el tren pite de nuevo con destino a otro juego de la sucesión. Salvo que…

Salvo que los esqueletos del clóset regresen a demandar la cristiana sepultura que en su debido momento se les escamoteó. Adán Augusto López debe responder por el presunto policía-narco (dice una acusación del gobierno) al que encargó la seguridad de Tabasco.

¿Qué dice la antigua conseja? ¿Que la vara con que midas será la que luego te persiga? Años de dar con el badajo a la campana del “claro que Calderón sabía que García Luna era narco”… toca ahora tomar una sopa de ese amargo chocolate de La Barredora criminal.

Hernán Bermúdez Requena, el jefe de la policía que puso Adán Augusto en la tierra del presidente que decía que todo se sabe desde Palacio Nacional, es buscado por narco. Si se prueba que es narcopolicía, habrá que decir, en este caso sin dudas, narcogobierno.

El jefe de la policía que Adán Augusto dejó a su sucesor para venir a la capital a asistir a las reuniones de seguridad cada mañana en el Zócalo era el hombre de los narcos en Tabasco. ¿Por qué los militares callaron? ¿Y la Marina? ¿Y la inteligencia? Mutis por años y años.

El jefe de la policía de Adán Augusto (porque su sucesor en Tabasco siempre fue, nunca mejor dicho, un aviador) operaba para esos que luego el Gobierno decía que combatía para que no hubiera huachicol, ni extorsión, ni secuestros, menos asesinatos o siquiera robos.

No se puede ser el número dos de un país y el responsable de un jefe de la policía (según la acusación del Gobierno) narco. O sí, pero se supone que esos tiempos, los de Miguel de la Madrid, ya eran agua pasada.

Ni se puede pretender, muy quitado de la pena hoy López Hernández, quien este viernes ha emitido un escueto mensaje luego de una semana de silencio, que ese mismo jefe de la policía sirvió para bajar los homicidios.

Será que ya nadie les dice que la realidad no aguanta un argumento tan absurdo. Algo así como “miren, puede ser que sea narco, pero cuando era mi narco sí tenía todo bajo control, ya luego, pues no, pero no fue en mi tiempo, no fue en mi daño”.

Si luego de días y días de mutismo por la polémica de Bermúdez Requena esa es la explicación, la crisis parece aún más gorda de lo que ya de por sí se advertía. El primo hermano está o ensoberbecido o cegado de tanto meterse bajo la sombra de la hamaca de Palenque.

El Estado mexicano tuvo por muchos años la aspiración de guardar las apariencias. Era lo menos que pretendía. La formalidad como principio de legitimidad. Y hablando de policías, su probidad era filtrada con examen de confianza: quién hizo ese test al hombre de Adán Augusto.

Pasada una semana, López Hernández no puede explicar por qué nombró a Bermúdez Requena, por qué lo heredó a su sucesor, y por qué desde la poderosa Gobernación nunca pidió su remoción a pesar de la filtración de las sospechas del Ejército en Guacamaya leaks.

A saber si alguna vez Adán Augusto dirá qué le decidió a atar a este policía a su destino. Lo que no es un misterio, sin embargo, es eso que el propio López Hernández sabe: que en política lo que cuentan no son las intenciones, sino el día después.

No por nada dicen que los viejos políticos no escribían. En el caso de López Hernández hoy resuena su carta de despedida en 2023, esa que envió a Andrés Manuel para que le relevara del cargo, cuando se sintió con los tamaños para quedarse con la silla del águila.

“En todos estos años”, le escribió a AMLO, “aprendí que lo valioso de una instrucción no es su precisión, ni su tono, ni su complejidad, sino algo más evidente: sus consecuencias, y hoy, yo soy poco más que una consecuencia de la lucha que usted encabeza, y encabezó por décadas. Un ayudante de campo del sol, como diría Pellicer”.

Ya López Obrador dirá, o hará sentir, lo que piensa de las consecuencias de que su hermano Adán Augusto haya designado a un García Luna en Tabasco. Vía de mientras, esos renglones del hoy senador son una daga política que le llama a ser consecuente.

Soñó con ser presidente Adán Augusto, y hoy es solo el hermano incómodo de López Obrador que en su momento instruyó que en Tabasco fuera jefe de la policía un narco, o al revés. Como deseen.

Si alguna lealtad le queda para con su paisano, López Hernández habrá de mostrarla dejando el campo libre a la real heredera del movimiento para afrontar sin fuero las consecuencias de sus actos.

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Sobre la firma

Salvador Camarena
Periodista y analista político. Ha sido editor, corresponsal y director de periodistas de investigación. Conduce programas de radio y es guionista de podcasts. Columnista hace más de quince años en EL PAÍS y en medios mexicanos.
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