¿Con la vieja o con la nueva Suprema Corte? La batalla por el discurso judicial agita la FIL Guadalajara
El público salta contra ministros actuales y en retiro, que han desfilado por la gran feria del libro tanto para defender la elección judicial como para deslegitimarla

La escena se repite. Dos ministros —una actual, otro en retiro— presentan sus respectivos libros en la FIL Guadalajara. Ambos —que fueron compañeros hasta el 1 de septiembre de 2025— están publicados por la misma editorial, la española Tirant lo Blanch. Los actos están llenos. Los juristas están escoltados —ella todavía más— de personalidades del poder judicial y político. Sus compañeros de mesa alaban sus obras: “Una rigurosa investigación académica, de gran valentía”, dicen del de ella, aunque sus anteriores trabajos académicos estuvieran envueltos en la polémica del plagio; similares palabras para él: “Gracias por el rigor, la lucidez y la valentía”. Los eventos terminan con aplausos. Sin preguntas permitidas. Sin embargo, en el público se alza la voz, se reclama a los ministros. A Yasmín Esquivel y a Loretta Ortiz —también en la mesa de presentación— les exigen dejar de “seguir la línea política que les marca presidencia”; a Alberto Pérez Dayán, una pregunta directa: “¿Valió la pena abrir la reforma al poder judicial? ¿Valió la pena cambiar su voto?“.
La pluralidad de la FIL Guadalajara permite encontrar una posición y la contraria a solo unas salas de diferencia. También al público acorde con cada una de las posturas. Por eso, por estas presentaciones, en 39 años han pasado presidentes de todos los signos, candidatos presidenciales, gobernadores, rectores y ministros de la Corte. El espacio les acerca e, inevitablemente, les expone. Esa posibilidad se multiplica en momentos como el de ahora, en el vértice de una polémica reforma que desmanteló el poder judicial para construir otro encima, que ha dejado a cientos de juzgadores sin trabajo (algunos incluso sin cobrar todavía la indemnización que les corresponde) y ha extendido el caos en las principales instancias de justicia de México.
“Solicitamos, por favor, que eleven el nivel de la Suprema Corte. Les pedimos que terminen esa línea política de estar obedeciendo líneas de otros, dejen de doblar las manos y de llevarle los proyectos a que los abrace el expresidente”, reprochaba una abogada a las ministras Esquivel y Ortiz. “Tenemos un tiempo delimitado, perdonen, pero no hay espacio para preguntas”, trataba de frenar María Goerlich, directora de Tirant lo Blanch en México, sin éxito. “Te escuchamos brevemente, por el tiempo del aula”, concedía Yasmín Esquivel, “adelante, compañera”. Ese espacio le dio pie a la abogada, desde el público, a enzarzarse con Loretta Ortiz por el debate de reabrir juicios cerrados.
—Ministra Loretta, de verdad, fue un dolor a mi corazón saber que usted votó a favor.
—Yo sí quiero aclarar eso. No se resolvió el asunto, precisamente.
—Porque le dieron línea de la presidencia.
—No, no, no, no, no, no. En la primera sala yo resolví el asunto y era presidenta. A mí no me dan línea, perdón. No me dan línea.
—Usted llevó un proyecto a las manos del presidente de la República y dijo que abrazó su proyecto y que estaba muy orgullosa.

Ya no hay reflexión sobre lo ocurrido en el poder judicial que no genere polarización. Los defensores de la reforma de Morena —nacida en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador y ejecutada en el de Claudia Sheinbaum— no admiten matices, incluso los obvios sobre la falta de experiencia de los nuevos juzgadores y el control que su partido ha conseguido de las principales instancias judiciales de México gracias a una elección casi sin participación. Sus críticos, en el lado contrario, no encuentran razones de lo ocurrido ni aprendizajes a futuro, hablan de una destrucción total, de la consagración del “autoritarismo” de la llamada 4T.
Quizás por esos extremos, en ninguno de los actos relacionados con la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) de la FIL Guadalajara se han permitido preguntas. En uno de ellos, el que estaba protagonizado por los nuevos ministros Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz, Irving Espinosa y Giovanni Figueroa, incluso se pidió a los asistentes que escribieran sus cuestiones en unos papeles creados específicamente para el acto. Durante dos horas, los ministros debatieron sobre cómo ganar legitimidad, cómo aplicar la perspectiva de género en las resoluciones o cómo abrir la pluralidad de una corte centralizada en un país centralizado. Y cuando llegó la hora de exponer alguna de las preguntas recopiladas, no salió ninguna.
El alto tribunal de México ha sido comparado mucho con una jaula de oro. Desde ese edificio majestuoso del centro de Ciudad de México, los jueces más poderosos del país interpretan la Constitución. Una de las propuestas de la nueva integración es justo salir a sesionar a los Estados “para estar más cerca del pueblo”. Un poco con este propósito, la ministra Loretta Ortiz convenció a sus compañeros de organizar la mesa en la FIL. “Es ella quien me obligó a venir”, dijo riéndose el ministro Irving Espinosa, en un auditorio del Hotel Barceló repleto: “Me dijo que era conveniente estar en estos espacios académicos, culturales, de divulgación y de conocimiento“.
Este domingo ha sido la primera vez que Alberto Pérez Dayán ha presentado su propio libro: “Había escrito otros antes, pero nunca me habían invitado a presentarlo”. El ministro en retiro ha publicado La Suprema Corte: historia y testimonio, una radiografía de dos siglos del máximo tribunal que contiene un apartado específico a su abrupto cambio de época, al que sus compañeros de mesa se han referido como un “desmantelamiento” de la justicia en México y una pérdida de derechos. Antes de que todos abandonaran la sala, saltó la voz de la socióloga Adriana Pineda. De nuevo, María Goerlich, que presentaba el libro del ministro, trató de frenarlo; de nuevo, sin éxito. “Puede contestar sí o no, ¿valió la pena cambiar su voto?“, insistió Pineda, en referencia al voto que impidió que la Corte analizara a fondo la reforma judicial y que pudo haber rescatado la carrera de miles de jueces y magistrados. El ministro dijo que él no había cambiado nada y que había sido consecuente con decisiones anteriores. Con unos aplausos de fondo se cerró todo y, al mismo tiempo, se quedó todo igual de abierto.

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