Sandra Steingraber, ambientalista: “El ‘fracking’ es una de las peores tecnologías de Estados Unidos desde la bomba atómica”
Mientras el Gobierno de México se plantea volver a usar este proceso para aumentar las menguantes reservas petroleras, la activista y científica Sandra Steingraber advierte de las consecuencias sociales y medioambientales


El camino hacia el activismo de la doctora en biología Sandra Steingraber (Illinois, Estados Unidos, 1959) comenzó cuando, siendo una estudiante, fue diagnosticada con cáncer de vejiga. Era la misma enfermedad que se había llevado a su tía, pero, siendo adoptada, sabía que no era la genética lo que las había unido en la desgracia. ¿Quizá era por qué habían compartido un mismo entorno?, se preguntó. Buscar una respuesta le llevó a escribir su gran libro, Living Downstream (Vivir río abajo), donde combinó sus conocimientos científicos con registros de cáncer e inventarios de desechos tóxicos para descubrir que no estaba sola: era parte de un enorme grupo de una comunidad con altos niveles de cáncer debido a que bebían de los mismos pozos de agua contaminados.
Desde entonces, Steingraber hace equilibrios entre la ciencia y el activismo. En los últimos 15 años de su carrera se ha centrado en estudiar y advertir sobre los daños a la salud y al medio ambiente derivados del fracturamiento hidráulico—conocido como ‘fracking’—, una serie de técnicas de extracción de hidrocarburos que, básicamente, usan una mezcla de millones de litros de agua con arena y aditivos químicos para romper rocas que contienen gas natural y petróleo. Eso es lo que la ha traído a México, donde la Alianza Mexicana contra el Fracking y otras organizaciones ambientales han organizado un foro con legisladores del Partido del Trabajo y Morena para plantear una legislación que prohíba estas prácticas, justo cuando el Gobierno plantea volver a ellas para aumentar las menguantes reservas petroleras del país.
“El fracturamiento hidráulico fue inventado en Estados Unidos, lo que nos ha llevado a ser el exportador principal del mundo de gas natural, en un tiempo de emergencia climática”, reflexiona, “así que siento la necesidad de pedir perdón, porque creo que es la peor tecnología que mi país jamás ha exportado”. ¿Peor que la bomba atómica? Se ríe. “Una de las dos peores”.
Pregunta. Usted ha comentado varias veces que el fracking o fracturamiento hidráulico es una de las palabras más feas de la lengua inglesa.
Respuesta. Es una palabra que se siente horrible al decirla, que convierte el mundo en un lugar más horrendo. Libera sustancias que, mientras están atrapadas en el subsuelo, no hacen daño a nadie. Pero cuando fracturamos las rocas, liberamos radiación y metales pesados como arsénico, que causan leucemia y cáncer, y hacemos desaparecer agua potable del círculo ecológico. En un momento de emergencia climática, es una práctica inmoral.
P. México y Pemex se están planteando justo en este momento volver a realizar fracturamiento hidráulico, con la idea de obtener gas natural. ¿Cómo valora usted este proyecto?
R. Si México vuelve a usarlo será una mala decisión. No solo por la práctica en sí, sino también por el gas natural, que es uno de los mayores villanos en términos ambientales, y es que, también desde la comunidad científica, no hemos prestado suficiente atención a los daños que este gas hace al clima y a nuestra salud.
P. Usted realiza, desde 2012, el Compendio de [hallazgos científicos, médicos y mediáticos que demuestran] los riesgos y daños del fracking, que va ya por la novena edición. ¿Cómo ha evolucionado esta evidencia científica en los últimos años?
R. Cuando hicimos la primera edición, teníamos 65 estudios sobre fracturamiento hidráulico, que mostraban los daños y peligros de esta práctica. Los pusimos todos juntos y fue como montar un rompecabezas al que le faltaban piezas. En la segunda edición, fueron 150. En la tercera, 400. Y todos iban en la misma dirección: el fracturamiento hidráulico no puede realizarse de forma segura bajo ninguna ley o regulación. Ahora ya van 2.500 estudios y cada nueva pieza confirma las anteriores. Este compendio fue fundamental para convencer en 2012 al gobernador de Nueva York para prohibir el fracturamiento hidráulico.
P. Siendo una de las líderes de ese proceso político, ¿qué lecciones pueden aprender movimientos similares?
R. He visto que siempre es mucho más fácil debatir y explicar la ciencia en los lugares donde la industria todavía no se ha puesto en marcha. Una vez que hay una dependencia económica, es mucho más difícil que se llegue a prohibir, ya que los legisladores son presionados por las empresas, que tienen su propaganda, con sus propios datos, y son un grupo de presión muy poderoso.
P. Justamente, desde el Gobierno de México, cuando se anunció que se iba a volver a considerar la práctica para aumentar las reservas petroleras, se defendió que hay nuevas técnicas más amables, con un menor consumo de agua.
R. Eso mismo se dijo en Estados Unidos, y lo usaron para permitir que estas técnicas llegaran a áreas donde había oposición pública. Finalmente, el agua se contaminó igual. Déjame hablar de ciencia por un momento. Cuando se fracturan las rocas, se libera, además de los contaminantes, una gran cantidad de sal, que se mezcla con el agua. Esto la vuelve corrosiva para los tubos de acero que se usan para el fracturamiento hidráulico. Así que hay tratarla antes de reutilizarla para otra fractura. Los contaminantes hacen que esa agua sea corrosiva para las membranas que se usan para desalinizar. Hacer esto a gran escala es demasiado caro para la industria.
P. ¿Qué hacen con el agua contaminada?
R. La práctica actual es meterla de nuevo a la tierra, en lo que se llaman pozos de inyección. Y esto es una de las causas principales por la que ocurren terremotos asociados al fracturamiento hidráulico. No hay una buena solución para este tipo de desechos, y, como científica, no he visto nunca pruebas de que puedas usar este tipo de agua para siempre y no generar residuos. No funciona así.
P. Siempre habla como científica, pero usted es también activista. ¿Hablar desde una posición marcada no socava la objetividad y credibilidad de la ciencia que hay detrás?
R. Como científica, estoy muy orgullosa de mi habilidad para analizar los datos de forma objetiva, dejando fuera mis ideas políticas. Pero cuando este proceso acaba, si tengo pruebas de que va a haber un daño, me siento en la obligación no solo publicarlo en un artículo, sino también de advertir a la población. Mi modelo es Albert Einstein. Él era científico, pero además activista, advertía de los peligros del nazismo o de la bomba atómica. Es necesario llevar los datos a los políticos para que puedan tomar las decisiones correctas. Si la ciencia se combina con la legislación, podemos tejer un mundo mejor para todos.
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