Pemex: al menos hay un plan
Hay, al menos, el reconocimiento de un problema serio que puede repercutir en las finanzas y en el desarrollo de largo plazo

Hay un plan. Eso ayuda. Que exista un plan evidencia el reconocimiento de un tema que atender. Aunque el adjetivo esté en el nombre, no es claro qué tan estratégico será. Sin duda es interesante el giro que esta administración ha dado al reconocer que Pemex necesita al menos eso, un plan.
El 5 de agosto, la secretaria de Energía, acompañada del secretario de Hacienda, del director de Pemex y el de Banobras, presentó el Plan Estratégico 2025-2035 de la petrolera. Hay que distinguir el ruido de las nueces; separar lo que tiene asidero con la realidad de los meros deseos. La secretaria de Energía sabe el riesgo que el país corre de no resolver o, al menos mitigar, los problemas financieros de Pemex.
Sabe también que tendrá que echar mano de herramientas que en la administración pasada se convirtieron en tabú. Se habló de fracking, de asociaciones con privados, de fideicomisos, de desinversión. Los nombres fueron otros, pero si los hechos se traducen en acciones, poco importarán los términos.
Entre enero de 2019 y diciembre de 2024 se le otorgaron a Pemex 1,38 billones de pesos (aproximadamente 72.600 millones de dólares) entre aportaciones de capital directamente del gobierno federal y condonaciones de impuestos. Además, el régimen fiscal fue disminuyendo paulatinamente, lo que implicó un ahorro para la petrolera ligeramente superior a los 724.000 millones de pesos. Tener estos datos a la mano es de enorme relevancia ahora que la presidenta Sheinbaum y la secretaría de Energía aseguraron que en 2027 Pemex ya no necesitará el apoyo del Gobierno federal. Sería una bocanada de oxígeno para las finanzas públicas.
Se anunció la creación de un vehículo para financiar proyectos de inversión. El fideicomiso estaría formado por 250.000 millones de pesos, aportados en partes iguales por Banobras y por la banca comercial privada, y estaría destinado a fondear proyectos de inversión con rentabilidad -así se aseguró- e incluiría proyectos mixtos en los que podría participar el sector privado. El vehículo contará, además, con garantía de la Secretaría de Hacienda. Los esquemas serían sencillos y transparentes.
Hasta ahí, todo bien.
Pero el fideicomiso también podría utilizarse para realizar pagos a proveedores y contratistas. ¿Cómo distinguir únicamente en este punto cuánto se irá a inversión -rentable y productiva- y cuánto se destinará para saldar la abultada deuda con los proveedores que al cierre del segundo trimestre del año alcanzaba los 430.500 millones de pesos a pagar en menos de un año? ¿Será un vehículo para liquidar deudas o uno para financiar inversión?
Otro de los objetivos del plan es la reducción de la deuda. En 2025 se mantendrán las aportaciones de capital -por 136.200 millones de pesos- y los recursos que se destinarán en 2026 en este sentido estarán definidos en el paquete económico que se anunciará próximamente. Se repetirán las emisiones de notas precapitalizadas, como la llevada a cabo recientemente, que permitirían obtener liquidez a un menor costo financiero. Para 2030 se pretende reducir la deuda 26% comparada con el saldo al cierre de 2018 – 105.200 millones de dólares-. Esto implicaría cerrar la administración actual con una deuda financiera de 77.300 millones de dólares. Al cierre del segundo trimestre de 2025 la deuda de Pemex era 98, 8 millones de dólares.
En otro ámbito importante para el funcionamiento de la economía mexicana, el plan incluye incrementar la producción de gas natural. Se pretende alcanzar 5.000 millones de pies cúbicos diarios (MMpcd) en 2028 al maximizar la producción de los campos existentes de gas, nuevos programas de producción con contratos mixtos y el desarrollo de áreas convencionales y de frontera con alto potencial. Se abre la puerta también a la exploración en yacimientos de geografía compleja, lo cual contempla evaluar la explotación de yacimientos no convencionales. O sea, fracking.
Sin acceso a gas, una parte del país está ajena al desarrollo. En este sentido, es importante lo propuesto en la expansión de la red de gasoductos. Se retomará el proyecto del gasoducto Jáltipan-Salina Cruz, así como la conexión del proyecto Puerta al Sureste con el Mayakán para conectar la península de Yucatán.
El plan tiene, sin embargo, algunos recovecos difíciles de transitar. Se insiste en la producción de 1,8 millones de barriles diarios de hidrocarburos líquidos (petróleo y condensados). Para ello funcionaría, en teoría, el vehículo mencionado párrafos atrás. Se están evaluando 21 proyectos mixtos -con participación privada- para alcanzar esa meta que hoy suena lejana e innecesaria. La producción actual es de 1,6 millones de barriles diarios, el menor monto desde los años 70.
También se insiste en la refinación. Ese rubro en el que continuamente Pemex pierde dinero. Con los datos financieros de la empresa, se puede aproximar que se pierden cerca de 12 dólares por barril refinado. ¿Cuál es el sentido de refinar? ¿Dónde queda la idea de rentabilidad? ¿Qué harán para revertir las pérdidas que esta actividad tiene? ¿Está eso en el plan?
El plan es más amplio que lo aquí señalado, pero aun así no será suficiente para corregir la operación ni las finanzas de Pemex, pero es un plan. Hay, al menos, el reconocimiento de un problema serio que puede repercutir en las finanzas y en el desarrollo de largo plazo. Eso es en sí una buena noticia. El giro en la aproximación del tema es valioso. No se resolverá todo, pero al menos hay una idea del camino a seguir.
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