El poder local de los gobernadores pone en aprietos la agenda morenista de Claudia Sheinbaum
Las iniciativas de varios gobernantes y cierta desobediencia en las filas de Morena evidencian una incómoda autonomía política territorial


Al federalismo en México se le suele llamar con chanza feudalismo, en referencia al poder caciquil que ejercen ciertos gobernadores en su territorio sin que las bridas ideológicas de su partido, en este caso Morena, puedan frenarles. Por más que la presidenta se esfuerza de mañanera en mañanera en reconvenirlos, los barones estatales parecen ir por libre en no pocas ocasiones. A buen seguro, Claudia Sheinbaum se habría ahorrado las muchas críticas que ha recibido el gobernador de Nayarit por su empeño en destruir la Ciudad de las Artes para construir un estadio; también llamó la presidenta a “clarificar” el contenido de la llamada ley de ciberasedio que se redacta en Puebla, semejantes a las embestidas de Layda Sansores en Campeche contra periodistas y cibernautas; tampoco serán del agrado en Presidencia las acusaciones de corrupción con que se desayunan los ciudadanos de Baja California, ni, desde luego, la desobediencia que encontró Sheinbaum a su ley contra el nepotismo. Todo ello remite a ese pasado feudal de semilla priista, pero también al poder político actual, con un partido de mayoría territorial sobre el que la presidenta no acaba de imponerse.
“Ni uno solo de los gobernadores morenistas le debe su cargo actual a la presidenta, todos fueron postulados con el visto bueno del anterior, Andrés Manuel López Obrador, y eso les da un margen de autonomía que pone en aprietos a Sheinbaum en ocasiones”, dice el analista político Khemvirg Puente, de la UNAM. Esos apuros se hacen notar algunas mañanas en la conferencia de la presidenta, cuando es interrogada por las acciones de los gobernadores, que no siempre se ajustan a la austeridad republicana ni a otros preceptos ideológicos del movimiento en el poder, la llamada Cuarta Transformación. Para Puente, más allá de la herencia priista en México, de donde provienen todavía una gran parte de los cuadros políticos morenistas, la autonomía política de estos gobernantes radica en el poder político que todavía ejercen en sus territorios, tanto para ganar elecciones como para domeñar a la oposición. Y eso es algo que Morena no está en condiciones de rechazar. En esa fina línea se mueve la presidenta.
“Morena llegó al poder en 2018 con un líder visible, López Obrador, y con principios claros, pero el poder que ha conseguido después [tiene 24 de los 32 Estados] ha obligado a alcanzar acuerdos con el priismo en desbandada, incluso con el panismo”, dice la analista Paula Sofía Vásquez. “Esa es la paradoja del liderazgo de Sheinbaum, que ha logrado mucho poder electoral, pero en los hechos no controla el partido”, añade. “Ya en las elecciones judiciales se vieron con claridad las distintas facciones, porque todos los candidatos elegidos son de Morena, sí, pero no todos responden a los mismos intereses”.
No les falta razón a quienes ven en este comportamiento feudal cierto ADN priista, pero Puente cree que Morena carece de la cultura de la disciplina que también mantenían los gobernadores priistas. “Eso no es bueno ni malo, pero no la tienen. De hecho, hay ahora Estados, como Durango, gobernado por Esteban Alejandro Villegas, [del PRI], que marca diferencias con Morena, pero no pone en apuros a la presidenta, algo que no ocurre con los gobernadores morenistas, sin embargo”, opina. “Se diría que todos los aprietos llegan de parte de los jefes de su propio partido”, añade Puente. De cara a la galería, el respeto por el presidente en turno es notorio en México, prueba de ello son los agradecimientos que dirigentes de otros partidos, como las gobernadoras panistas de Chihuahua o Guanajuato, dedican a Sheinbaum cuando intervienen en las Mañaneras.
A falta de poder político, la herramienta económica se alza imprescindible para mantener el control y eso es lo que cree Puente que hará Sheinbaum en los próximos presupuestos, centralizar ciertos recursos con los que mantener sujetos a los gobernadores. “Cuando los gobernadores empezaron a adquirir mayor autonomía, en tiempos de Vicente Fox o de Calderón, ganaron poder. Con Peña Nieto se centralizaron un poco esos recursos y con López Obrador se les dejó de nuevo manos libres. Creo que Sheinbaum tratará de centralizar el poder económico”, dice Puente.
Morena tiene prohibido en sus estatutos las tribus políticas, pero eso no significa que no las haya y en estos primeros meses de mandato de Sheinbaum se han puesto de manifiesto en varias ocasiones. La ley contra el nepotismo que envió la presidenta a las Cámaras sacó a relucir descaradas desobediencias que pugnaban por mantener encadenado el poder político a determinadas familias, un asunto que sigue coleando con la mirada fija en las elecciones intermedias que se celebrarán en 2027. El rechazo de Morena a las tribus internas viene del PRD, donde se hicieron muy visibles e incómodas. “Pero entonces, al menos se tenía claro quién era cada quien, se conocían los liderazgos y se peleaba abiertamente, lo de ahora es más peligroso que la balcanización, porque vemos que no caminan juntos, pero no sabemos de dónde viene el golpe”, dice Vásquez. “No hay tribus de jure, pero sí de facto y eso genera un panorama incierto en la Corte morenista. Sheinbaum pide que ciertas cosas no suceden, pero suceden. Y cuando les da la razón a los díscolos, también puede interpretarse como una justificación narrativa para no admitir su falta de liderazgo político, que no solo se observa entre los suyos, también entre los partidos aliados”, afirma Vásquez.
Morena tiene poder, mucho, pero está administrado por diversas fuerzas, algunas de ellas heredadas del antiguo priismo, de donde procedía, sin ir más lejos, el anterior presidente, Andrés Manuel López Obrador. Esa es la razón de que en esta falta de control político de la presidenta algunos quieran ver un verdadero cambio de régimen hacia una democracia más consolidada.
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