Rafa Guerrero, psicólogo: “La edad mínima de 16 años para usar Instagram es muy corta para un cerebro tan en construcción”
El experto en adolescencia alerta de que los menores pasan muchísimo tiempo en redes sociales viendo cuentas de personas con condiciones económicas muy buenas y una supuesta felicidad, lo que genera una comparación inevitable que daña su autoestima

Si convivir con un adolescente es complicado en el día a día, la cosa se pone un poquito más tensa en vacaciones. Tienen más tiempo libre, quieren salir más, ver a sus amigos, necesitan descansar. Y eso puede chocar con los compromisos familiares que suelen acontecer en estas fechas. “En las vacaciones, que es tiempo de descanso para todos, los padres deben comprender las necesidades de su hijo y dialogar y negociar para lidiar de la mejor forma posible con los conflictos que seguro van a surgir”, explica por teléfono el psicólogo infantojuvenil Rafa Guerrero (Madrid, 44 años), también divulgador y conferenciante. “Es esencial tratar de llegar a acuerdos”, prosigue. “¿Qué cosas vamos a hacer? ¿Qué nos apetece hacer? Ir a tal restaurante, quedar con tales amigos que son del antiguo cole y hace tiempo que no vemos. No hace falta que estemos de acuerdo al 100%. Hoy cedes tú y mañana cedo yo”.
“Las Navidades exigen compromisos familiares que a lo mejor al adolescente no le apetece hacer”, agrega quien cuenta con más de medio millón de seguidores en Instagram y es autor de varios libros, como Menudas rabietas. Cómo gestionar los problemas de conducta de manera respetuosa (Cúpula, 2023) o Trauma. Niños traumatizados, adultos con problemas (Cúpula, 2024). El último, en el que colabora junto a otros 19 autores y que se publicó el pasado octubre, lleva por título No solo son pantallas. El viaje educativo hacia el bienestar digital (Editorial Dykinson, S. L.). Según explica Guerrero, lo importante es comprender que a tu hijo no le apetece, hablarlo con él y, “si tiene cara de acelga, pues aguantarse”. “El cerebro adolescente es un cerebro en desarrollo, en proceso”, añade el psicólogo.
PREGUNTA. ¿Por qué los padres no entienden a sus hijos adolescentes?
RESPUESTA. Porque nos quedamos, como siempre, en la conducta. En el síntoma, en el resultado. En que ha suspendido dos asignaturas y a lo mejor no somos conscientes de cuál ha sido su proceso en este trimestre de curso. ¿Y cuál es la realidad? Pues que este joven, por ejemplo, se ha cambiado de colegio, no ha tenido suerte con los compañeros nuevos o le ha costado adaptarse… Y si como padres solo hacemos caso a los suspensos, e ignoramos todo este contexto, lo estamos haciendo mal. Porque, al final, nos olvidamos de la persona; de lo que no está en el boletín de notas, de sus sufrimientos, de sus preocupaciones, de sus miedos (de si voy a encajar, de si no voy a encajar). Es decir, que tiene una vida social y emocional que no siempre tenemos en cuenta.
P. Es estas vacaciones por las navidades, ¿qué señales nos deberían alertar de que el adolescente no está bien emocionalmente durante?
R. Son cosas tan sencillas como que nos encontremos con que duerma mucho más de lo habitual, que se lleve el dispositivo tecnológico a la habitación y se encierre, que no quiera pasar tiempo con la familia o que no quiera salir con sus amigos. Es decir, hay cambios patentes en su conducta y suelen ser llamativos. En resumen, hay que vigilar la parte social, que antes salía y ahora de repente no sale; lo que come o si tiene ganas de hacer cosas: “Resulta que mi hija era superdeportista y ahora de repente no quiere hacer nada”. O iba a clases de zumba con una amiga y ahora no quiere ir. Estos cambios no tienen por qué ser indicativo de que esté pasando algo malísimo, pero no nos quedemos en la superficie, en que ha suspendido ocho, miremos si hay algo detrás.
P. Otro factor muy presente en la vida de los jóvenes son las redes sociales, ¿qué presión ejercen en el hecho de que lo tengan que pasar bien estas fiestas sí o sí?
R. Influyen mucho y no solamente en estas fechas, sino en general, todo el tiempo. El hecho de que nuestros adolescentes pasen tantísimo tiempo en redes sociales, viendo cuentas de gente con unas condiciones económicas muy buenas y extravagantes y unas supuestas felicidades, generan, sin querer, una comparación inevitable y una sensación de que yo no voy a ser capaz, de no lo voy a conseguir nunca. La comparativa siempre es mala e influye mucho en ellos, y les daña su autoestima.
P. ¿Podemos controlar el uso de redes sociales y acompañar esa comparativa dañina como padres de alguna manera?
R. Sí, y es un tema muy importante. Hay que hablar con ellos para ayudarles a desarrollar el pensamiento crítico. Decirles: “Chicos, lo que estáis viendo no es la realidad. Se enseña solamente una cara de la moneda”. Hay que guiarles para que sean críticos y aprendan a ser conscientes de que no todo lo que ven es cierto o tan estupendo, tan perfecto o tan deseable. Y esto es fundamental en la adolescencia.
P. Se habla mucho de cuándo tener el primer smartphone, de prohibirlo o no prohibirlo. Pero no se habla tanto de cuándo se deberían empezar a usar las redes. En su opinión, ¿cuál sería la edad mínima, por ejemplo, para Instagram?
R. La regulación habla de los 16 años como edad mínima para usar Instagram, pero me parece que es una edad bastante corta para utilizar redes sociales para un cerebro tan en constante cambio y tan en construcción. Los 18 sería la edad mínima para mí, pero solo si lo que ve y consume no le influye. Yo tengo un Nokia 3210, me desconecto de las redes cuando salgo de casa. Si es muy difícil para nosotros como adultos, te puedes imaginar para un adolescente que está en un proceso de cambio, donde necesita ser validado emocionalmente y diferenciarse del resto. No estoy negando las bondades de las redes, el contacto, la información, pero tienen muchos peligros, sobre todo para los menores. Estos no tienen los recursos necesarios para lidiar con ellas. No están preparados para asimilar todo el bombardeo y todo ese scroll… Lo ideal es llegar a un equilibrio y entender que somos distintos: hay gente que tiene una mayor facilidad para generar más dependencias o adiciones y gente que tiene menos, y desde ahí actuar en consecuencia.
P. ¿Se les olvida a los padres que fueron adolescentes y por eso chocan tanto con sus hijos?
R. Sí, se nos ha olvidado, no comprendemos lo que les está pasando. Ahora, los padres y madres, estamos en otro rol; somos padres. Entonces nos cuesta bastante entender por lo que están pasando. Y lo cierto es que cuando estás en esta etapa necesitas rebelarte, reivindicar tus cosas, y ahora les toca a ellos, lo que les toca es luchar por sus objetivos.
P. Para acercarnos a ellos, quizá es una buena idea hacer actividades de ocio juntos esta Navidad...
R. Sí, conseguir un punto de conexión es el objetivo. Pero no consiste en que hagamos todo para ellos, pero tampoco en que estemos desconectados de sus necesidades: “Te vas a fastidiar con este plan porque el que manda soy yo”. Hay que negociar, ceder, pero intentar no instalarse en los extremos, ni ser muy permisivos ni autoritarios, hay que intentar siempre dialogar y tener empatía. Pero somos los adultos los que tenemos que ser empáticos, nosotros tenemos los recursos, tenemos la responsabilidad de comprenderles.
P. Realmente, ¿los adolescentes escuchan a sus padres?
R. No, y esto tiene una función muy clara. Cuando hablamos de adolescencia, la palabra viene de adolescer, que significa florecer, emprender tu propio camino. Entonces, de forma muy literal, necesito desactivar la voz de mi mamá y de mi papá para poder empezar a escuchar mi voz y otras. Esas otras voces son las de mis colegas, las de los youtubers… y a veces el youtuber es sano y a veces no lo es tanto. Pero necesitamos salir de nuestra zona de confort. Por eso se apagan esas escuchas en la adolescencia.
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