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Niños que no quieren dormir solos: entre el miedo y la inseguridad

La paciencia, la comprensión o las rutinas previas al sueño son algunas de las claves para que los menores superen sus temores a la hora de irse a la cama por la noche

Niños que no quieren dormir solos
Carolina Pinedo

La hora de ir a dormir por la noche puede convertirse en un problema si un niño no quiere quedarse solo en su dormitorio. Suele ser una situación habitual para muchos padres, algunos de los cuales pueden acabar con su hijo durmiendo con ellos en la cama. Las razones por las que los niños tienen reticencia a dormir solos son diversas, del miedo a la oscuridad a los supuestos monstruos que se ocultan bajo la cama o las pesadillas, pero hay una base común: el instinto primitivo de supervivencia.

El miedo es una emoción inherente al ser humano y forma parte del desarrollo evolutivo de la persona. Su función principal es proteger ante situaciones peligrosas que pueden resultar una amenaza”, explica la psicóloga Gema López. El hecho de que un pequeño busque la presencia de los adultos para ir a dormir es normal, porque así se siente protegido: “Los niños pequeños son dependientes de sus cuidadores, porque con ellos tienen un vínculo de apego que les genera seguridad, y al separarse de ellos para ir a dormir pierden esa referencia”.

Los menores pueden tener miedo a situaciones que a los adultos no les parecen amenazadoras. “Por ejemplo, ver una marioneta, que para ellos habla y se mueve sola”, prosigue López, “por lo que conviene ser empático, para no juzgar y poder acompañar y sostener con el fin de conseguir que, poco a poco, se alcance un sueño más autónomo y desaparezcan los temores”. Otras de las razones de los temores en el momento de ir a dormir son los sueños turbadores. “Afectan al sueño nocturno las pesadillas (sueños inquietantes que se recuerdan) y los terrores nocturnos (sueños inquietantes que se olvidan), además del miedo a la oscuridad o el pensamiento mágico, con el que se pueden imaginar monstruos, o también la vivencia de sucesos y experiencias estresantes, como una mudanza”, añade.

Es importante dar valor a lo que sienten nuestros pequeños, a cómo está su cuerpecito cuando tienen una determinada emoción y ayudarles a ponerlo en palabras para que también aprendan a tener su diálogo interno”, continúa la especialista. López señala la edad a la que, en términos generales, es más probable que un menor tenga miedo a dormir solo. “Suele ocurrir entre los 2 y los 4 años, aunque cada niño tiene sus peculiaridades y evolución. Incluso hay a quien no le ocurre”, aclara.

“La ansiedad por separación de los padres está dentro de la normalidad. Se trata de las denominadas crisis del crecimiento. Suele ocurrir alrededor de los 4 años, y a partir de los 7 va desapareciendo, aunque no se puede generalizar, porque cada niño es un mundo”, coincide por su parte Diana González, terapeuta familiar especializada en población infantojuvenil.

Acompañar y respetar el ritmo del menor es clave para que supere sus temores nocturnos.

Acompañar y respetar el ritmo del menor es clave para que supere sus temores nocturnos. “Lo más importante es ofrecerle una base sólida de apego y seguridad para que se sienta acompañado por los adultos, porque necesita sostén, calma y cariño para aprender a regular su sistema nervioso, con el fin de reducir la alerta que activa el miedo, que les impide poder dormir solos”, sostiene López. “Para la familia esta situación tiene sus repercusiones, porque implica gestionar el tema desde el acuerdo entre los padres y con paciencia. Además del cansancio y el desgaste que acarrea la interrupción del sueño nocturno cuando el niño no duerme bien por la noche”, afirma por su parte González.

Validar el miedo infantil es clave para que el menor se sienta comprendido y acompañado. “Nunca hay que ridiculizar los temores, sino atenderlos como algo normal. Por ejemplo, se puede compartir con los hijos los miedos que también tuvieron los padres a ir a la cama solos”, aconseja la especialista. Para López, los adultos además deben evitar ciertas actitudes que pueden crear ansiedad en el menor: “No se le debe dejar solo llorando, nervioso o intranquilo en la habitación, porque se fomenta la inseguridad que le impide conciliar el sueño”. E incide en que la retirada de la presencia del adulto debe hacerse de forma gradual, según el pequeño vaya aceptando la situación.

Los rituales previos para ir a dormir ayudan a que el menor entre en la dinámica de descanso nocturno. “Bajar la luz de la habitación, poner música relajante, leer un cuento o estar en silencio al menos una hora antes de ir a dormir favorecen el sueño profundo y reparador”, detalla. “Las rutinas tranquilas relajan al niño, como acompañarle al dormitorio, despedirse u ofrecerle un peluche o muñeco especial, pero sin olvidar poner límites con cariño para que se duerma solo”, aclara González.

Cuando el menor tiene que dormir fuera de casa, prosigue la terapeuta, su miedo a hacerlo solo determina su libertad de movimientos: “Puede negarse a ir de campamentos o a casa de algún familiar o amigo. En estos casos, conviene que haya una aclimatación paulatina y se haga primero con familiares cercanos, como los abuelos”.

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Sobre la firma

Carolina Pinedo
Periodista desde hace 30 años, gran parte de los cuales los ha ejercido en varias secciones de EL PAÍS, en la actualidad colaboradora en Mamás&Papás y Estilo de Vida. Licenciada en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, ha trabajado en radio y televisión, además de publicar varios cuentos infantiles y dos poemarios.
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