La importancia de crear recuerdos inolvidables durante los veranos en familia
Las vacaciones son una oportunidad de vivir nuevas experiencias, viajar o fortalecer vínculos. Instantes que refuerzan el sentido de pertenencia y la conexión emocional, esenciales para el desarrollo y bienestar de los niños y adolescentes


Todos los adultos guardan en la memoria recuerdos especiales de los veranos de su infancia: tardes interminables jugando al aire libre junto a otros familiares, tiempo compartido con los abuelos, helados que sabían a diversión, el olor a sal en la piel tras un largo día en la playa o un viaje sorpresa que nadie esperaba. Momentos sencillos, pero profundamente significativos, que con el paso del tiempo se transforman en tesoros emocionales.
Por fin, han llegado las esperadas vacaciones, ese momento del año en el que todo invita a desconectar y a disfrutar de pasar tiempo juntos, sin prisas ni responsabilidades. Por unos días, desaparecen las urgencias que marcan la rutina del largo invierno y las obligaciones que saturan la agenda repleta de actividades; solo queda el deseo de estar presentes, compartir momentos y crear recuerdos. Unos días que brindan la oportunidad de ofrecer vivencias que queden grabadas para siempre.
Una gran oportunidad para las familias de vivir nuevas experiencias, viajar, fortalecer vínculos y coleccionar momentos importantes. Instantes que refuerzan el sentido de pertenencia y la conexión emocional, tan esenciales para el desarrollo y bienestar de niños y adolescentes. Que fortalecen los lazos familiares, construyen una base emocional sólida, enseñan valores y desarrollan habilidades sociales, comunicativas y emocionales.
Experiencias alejadas de las pantallas y los dispositivos electrónicos, que regalen tiempo de calidad para jugar en familia, conversar sin prisas y descubrir nuevos intereses compartidos. Momentos simples, pero significativos, que nutren la imaginación, fomentan la curiosidad y construyen memorias. Expertos en psicología infantil coinciden en que los recuerdos positivos creados en la infancia —especialmente aquellos que implican vínculos afectivos sólidos— tienen un impacto directo en la autoestima, la seguridad emocional y la capacidad de construir relaciones sanas en el futuro.
Y no se trata de realizar grandes viajes ni actividades extraordinarias. A veces, lo más significativo ocurre en lo sencillo: una merienda en el parque, una tarde de juegos de mesa, construir una cabaña improvisada en el salón o ver juntos una puesta de sol en lo alto de una montaña. Lo importante no es el plan, sino la presencia consciente y la disposición de compartir.
Claves para conseguir crear recuerdos para toda la vida junto a los pequeños de casa
- Priorizar el tiempo de calidad por encima de la cantidad. No se trata de hacer muchas cosas, viajar lejos ni gastar mucho dinero en actividades caras, sino de poner toda la atención y presencia. A menudo, los recuerdos más duraderos nacen de lo cotidiano: una noche viendo fuegos artificiales en alguna fiesta mayor, cocinar juntos o visitar algún museo donde organicen actividades divertidas. Lo importante es compartir momentos en los que los niños se sientan vistos, escuchados y valorados, donde no existan las prisas ni las preocupaciones.

- Involucrar a todos los miembros de la familia en la planificación de las vacaciones es clave para que cada uno se sienta parte del proceso. Permitir que los más pequeños expresen sus preferencias sobre lo que les gustaría hacer refuerza su autoestima y fortalece su sentido de pertenencia dentro del grupo familiar. No hace falta que tomen grandes decisiones; a veces, algo tan sencillo como elegir el menú de un pícnic, decidir qué juegos llevar a la playa o la piscina, escoger la película para una noche de cine en casa o elegir el lugar para ver el atardecer puede marcar una diferencia significativa. Dejar también espacio para la improvisación será clave para conseguir que surjan momentos espontáneos más divertidos, no todo tiene que estar programado.
- Crear rituales y tradiciones familiares —como una caminata a un lugar especial o preparar juntos una receta cada verano— no solo aporta estructura y previsibilidad, también contribuye a construir una identidad familiar sólida. Estos pequeños hábitos compartidos, repetidos año tras año, se convierten en señales emocionales que los niños asocian con seguridad, amor y pertenencia. Además, refuerzan el sentido de continuidad y cohesión en un mundo que cambia constantemente. Con el tiempo, estas tradiciones —por más simples que sean— adquieren un valor simbólico profundo y se transforman en recuerdos imborrables, cargados de significado y afecto.
- Fomentar la desconexión digital estableciendo momentos del día sin pantallas para grandes y pequeños que permita una conexión más auténtica entre todos los miembros de la familia. Juegos de toda la vida, paseos por la naturaleza, conversaciones de aquello que nos ilusiona o simplemente mirar el cielo repleto de estrellas juntos pueden convertirse en recuerdos entrañables.
- Preservar los recuerdos también debe formar parte de la experiencia. Dedicar tiempo a recopilar fotos, escribir anécdotas en un cuaderno familiar o guardar pequeños objetos con valor sentimental —como la entrada de un concierto— contribuye a mantener viva la memoria emocional. Con el paso del tiempo, volver a mirar esos recuerdos no solo permitirá revivir los momentos compartidos, sino también darle valor a las experiencias.
Crea recuerdos inolvidables entre padres e hijos no solo contribuye a fortalecer el vínculo afectivo, sino que también es esencial para transmitir y reforzar valores y tradiciones familiares que perduran a lo largo del tiempo. Estos momentos compartidos se convierten en una forma viva de educar, modelar comportamientos y dejar una huella emocional positiva.
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