Un buen comedor escolar no debe cuidar solo los aspectos nutricionales
La cantina ideal ofrece un menú equilibrado y supervisado que debe ser parte del proyecto educativo del centro, convirtiéndose también en un espacio de convivencia y formación en hábitos saludables


La hora de la comida con niños puede convertirse en un campo de batalla para que tengan una dieta adecuada, sobre todo si son complicados de complacer en la mesa. Comer en el colegio puede ser una forma de conseguir que aprendan a alimentarse de manera variada y en las cantidades necesarias para su edad. Pero, ¿cómo se puede plantear de manera adecuada el uso del comedor escolar para que resulte satisfactorio para los menores? “Puede ser una buena herramienta si se gestiona bien y una oportunidad para favorecer la educación nutricional, así como un espacio educativo de convivencia y formación en hábitos relacionados con la salud”, asegura la nutricionista Laura Llorente. “Pero debemos tener en cuenta que muchos comedores escolares no están bien gestionados y no podemos asumir como familias que, por norma, se coma mejor que en casa”, aclara.
Que un alumno se quede en el colegio a mediodía puede tener ventajas para toda la familia. “Permite a los padres cumplir la jornada laboral sin necesitar ayuda externa y a muchos niños les gusta quedarse porque comen con sus compañeros de clase y luego juegan. Además, no tienen que desplazarse y es una oportunidad para introducir alimentos en su dieta a los que no están acostumbrados”, asegura Iosune Mendia, psicóloga y coach familiar en San Lorenzo de El Escorial (Madrid). “También aprenden a adaptarse al menú general, en lugar de exigir una comida u otra, se favorecen las relaciones sociales entre iguales y se convierte el momento de la comida en un tiempo de descanso de las tareas escolares en el que se divierten y se relajan”, añade.
Pero no todo son ventajas cuando un niño se queda a comer en el centro escolar. “Se pierde el control exacto de las cantidades y el producto que toma, aunque se puede solventar solicitando información sobre el menú y sus características nutricionales”, sugiere la psicóloga, que también advierte sobre posibles consecuencias de un ambiente inadecuado. “El ruido y un alto volumen en el comedor pueden ser un hándicap para los niños con mayor sensibilidad a los estímulos fuertes, porque se pueden agobiar. Además, si los monitores no saben manejar bien la situación de que el menor no quiera comer, pueden provocar aversión a la hora de comer”, explica.
También hay otras desventajas. “Si los hijos se quedan en el colegio, la jornada escolar puede resultar demasiado larga y, económicamente, también supone un esfuerzo extra”, continúa.

Hay menores que no quieren quedarse en el colegio, porque prefieren estar en casa, donde se sienten más seguros, pero, a veces, las circunstancias no permiten a los padres poder recogerles a mediodía. En estos casos conviene no restar importancia a sus emociones. “Es recomendable acompañar desde el respeto y crear un espacio para expresar lo que no gusta del comedor y qué se echa de menos allí”, prosigue Mendia. “En estas situaciones, también se puede informar a los coordinadores del comedor de la situación, para que estén más pendientes con el fin de ayudar al niño”, matiza la psicóloga, a la vez que ofrece varios consejos para los menores reticentes a quedarse en el comedor: “Evitar a la salida del colegio interrogar sobre lo que se ha comido, es mejor hablar sobre ello a la hora de la cena. También conviene destacar lo positivo, como el hecho de poder jugar con los compañeros, y que los padres intercambien experiencias con ellos si también comieron en el colegio”, explica. Por otro lado, conviene evitar presionarle para que acepte la situación y respetar su propio ritmo: “Aunque haya momentos en los que parece que no hay avances, no hay que caer en el error de compararle con otros de su edad o forzarle para que cambie su actitud, porque eso supondría un retroceso”, continúa.
El comedor ideal
¿Cómo saber si el comedor es el idóneo? “Para que así sea, debe formar parte del proyecto educativo del centro y no solo cubrir la necesidad logística. Además, tiene que haber una coordinación adecuada entre escuela, familia, monitores y alumnado para que se puedan respetar y tener en cuenta los procesos naturales de hambre y saciedad del menor; sin forzar”, retoma Llorente. “La formación continua y actualizada para el personal del comedor, tanto en nutrición como en pedagogía alimentaria, también es clave para garantizar la calidad del servicio”, afirma la nutricionista.
El menú es una de las piezas fundamentales y para que sea adecuado debe estar equilibrado. “El protagonismo lo deben tener las verduras, legumbres, frutas, cereales integrales y alimentos frescos y evitar los procesados y fritos”, aclara la experta. “Tampoco deben incluirse los postres azucarados, como natillas, flanes, bollería y zumos industriales, además de tener en cuenta que los alimentos estén adaptados a la edad, con texturas específicas (purés o trozos pequeños) y en cantidades ajustadas al apetito que se tenga”, prosigue.
El comedor escolar no debe cuidar solo los aspectos nutricionales, sino también tener en cuenta las cuestiones educativas: “Enseñar a comer bien (postura, cubiertos), que haya una coherencia entre lo que se enseña en el aula y lo que se come, además de introducir platos de otras culturas o sostenibles (por ejemplo, menú sin carne algunos días)”, añade la especialista en nutrición, a la vez que destaca la importancia de evaluar y supervisar la calidad del menú por profesionales independientes: “No deben estar vinculados a la empresa de catering (si la tuviera) y tiene que haber transparencia y posibilidad de revisión por parte de las familias y la comunidad educativa del centro”, aclara. “Lo ideal sería que el colegio tuviera cocina propia y se prescindiera del catering, aunque en la mayoría de los casos no es así. De esta forma se garantizarían aspectos como el uso de aceite de oliva virgen extra, la introducción de ingredientes de temporada y los métodos de cocción saludables”, concluye la especialista.
La AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) ha publicado este 2025 el informe que elabora en el marco del Plan Nacional de Control Oficial de la Cadena Alimentaria y que en esta ocasión recoge datos del 2023. Este estudio incluye datos de 14 gobiernos autonómicos. En total, se han hecho controles en 5.095 centros con comedor escolar, 138 máquinas expendedoras, 351 cafeterías y 153 cocinas centrales y se concluye que la calidad del catering en los comedores escolares españoles no se ajusta a los criterios nutricionales adecuados. Además, un tercio de ellos no están supervisados por profesionales acreditados en nutrición y un tercio ofrece pocas verduras y demasiados alimentos fritos o precocinados, según los resultados.
Lo cierto es que los menús escolares deben estar supervisados. “Así lo indica la Ley 17/2011 de Seguridad Alimentaria y Nutrición, que establece que las autoridades competentes deben velar para que las comidas servidas en escuelas infantiles y centros escolares sean variadas, equilibradas y adaptadas a las necesidades nutricionales de cada grupo de edad”, explica Llorente. “Pero existen deficiencias en el control —debería haber un nutricionista en cada empresa de catering—, porque no se cumplen recomendaciones, como evitar el uso de aceites específicos para frituras o de alimentos procesados”, advierte la nutricionista.
La mayoría de los colegios no tienen cocina propia, lo que ha conducido al modelo denominado de línea fría, que consiste en la preparación de alimentos a gran escala en cocinas centralizadas, su distribución a colegios y su posterior calentamiento en el centro, según sostiene Llorente. “Aunque este sistema puede ofrecer ventajas logísticas y económicas, también ha sido criticado por el deterioro de la calidad de los alimentos y por posibles deficiencias en la calidad nutricional de los menús”, prosigue, “así como por el uso de materiales plásticos en los envases que, al ser calentados, pueden liberar sustancias que tengan posibles efectos negativos para la salud a largo plazo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
