Del húngaro Orbán al chileno Kast, con ayuda de Trump: la internacional ultra toma impulso
Las fuerzas de la derecha radical, populistas y nacionalistas han pasado de la marginalidad a la normalización y se expanden globalmente con una red organizada que desafía los consensos liberales

La internacional ultra avanza conquistando nuevos territorios y ganando cuotas de poder en todo el mundo. Los partidos y movimientos de derecha radical están más conectados y organizados que nunca. En el cono sur, un pinochetista declarado, José Antonio Kast, acaba de ganar las elecciones de Chile. En Europa, el fenómeno ha alcanzado su mayor grado de institucionalización, con presencia directa o indirecta en uno de cada tres gobiernos. Los extremistas cuentan con el apoyo de Estados Unidos, que tiene en el punto de mira a la UE. Lo que antes operaba desde los márgenes irrumpe ahora con liderazgos de corte autoritario, retóricas de confrontación y la impugnación de los consensos liberales.
El planeta vive, además y en paralelo, “una verdadera ola mundial de autocratización”, como señala el informe 25 años de autocratización: ¿democracia truncada?, del V-DEM Institute, de la universidad sueca de Gotenburgo. El mundo cuenta ahora con 88 democracias frente a 91 autocracias, “lo que supone un cambio radical con respecto al año pasado”. Las democracias liberales se han convertido en el tipo de régimen menos común del mundo. Casi tres de cada cuatro personas, el 72% de los habitantes del planeta, ya viven en autocracias, según esta investigación.
El dato no describe una anomalía coyuntural, sino un cambio de fase en el equilibrio político global. Y la tendencia apunta al ensanchamiento de esas cifras. La ideología nacionalista, autoritaria y populista de derecha radical está en auge en todo el mundo. Desde el partido Sanseito en Japón a la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, pasando por la India de Narendra Modi.
En Europa, Viktor Orbán suma 15 años de Gobierno ultraconservador en Hungría y la italiana Giorgia Meloni consolida su poder en un país donde agotar una legislatura es excepcional. En las grandes potencias, los extremistas están en ascenso. En las grandes potencias, los extremistas están en ascenso. Alternativa para Alemania (AfD); el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen; y Reform UK, de Nigel Farage, lideran la mayoría de los sondeos en Alemania, Francia y el Reino Unido.
En América el movimiento soberanista y reaccionario MAGA (Make America Great Again) ha tomado las riendas del partido republicano en Estados Unidos, con el presidente, Donald Trump, como líder supremo. En el resto del continente, las fuerzas ultras también van ganando terreno.
Factores del éxito
Para explicar el éxito de estos partidos hay que indagar en todas las crisis que se han producido en los últimos años —la gran recesión de 2008, la crisis de los refugiados entre 2015 y 2016, la pandemia de covid de 2020 y la guerra en Ucrania desde 2022—, según Gilles Ivaldi, profesor de Sciences Po, en Francia, que lleva 40 años estudiando estos movimientos en Europa. Ivaldi identifica las crisis como catalizadores que movilizan el resentimiento contra las élites políticas y los inmigrantes. La inflación, la crisis de la vivienda y la precarización laboral profundizan ese descontento.
El investigador observa “múltiples capas de resentimiento” que se articulan en torno a cuatro o cinco elementos fundamentales del discurso ultra. El rechazo a la inmigración y todo lo asociado a ella —el islam, el multiculturalismo y la diversidad étnica—; la inseguridad económica; la ley y el orden; la oposición a las políticas verdes; y la defensa de los valores tradicionales frente al aborto, los derechos LGTBI y todo lo considerado woke (un término peyorativo para aludir a los discursos progresistas de defensa de derechos sociales).
Para Aurelien Mondon, profesor de la Universidad de Bath, en Reino Unido, estos movimientos, “al final, tienen como objetivo excluir a ciertas comunidades marginadas, a las que utilizan como chivos expiatorios para desviar la atención del poder que ellos mismos ostentan”.
El autor de How Racism and the Populist Far Right Became Mainstream (Cómo el racismo y la extrema derecha populista se convirtieron en la corriente dominante) cuestiona la narrativa ultra: su investigación muestra que, al preguntar a los ciudadanos sobre problemas cotidianos, la inmigración no aparece como un asunto prioritario. La seguridad, la migración y las políticas de identidad responden a una “construcción desde arriba” de las élites ultras, afirma Mondon en un intercambio de emails.
Trumpismo en América Latina
En América Latina, la irrupción de la ultraderecha puede datarse hacia 2019, cuando asumieron el cargo los presidentes Jair Bolsonaro en Brasil y Nayib Bukele en El Salvador. Aún en ascenso, la oleada continúa con la elección de Javier Milei en Argentina, en 2023, y la más reciente de Kast en Chile. Su aparición y consolidación regional suele explicarse como una respuesta al agotamiento de los gobiernos liderados por fuerzas de izquierda y centroizquierda, hegemónicos durante las primeras décadas de este siglo, luego debilitados por problemas económicos, políticos y sociales: desde la caída de los precios internacionales de las materias primas hasta los escándalos de corrupción, entre otros factores.
“Los representantes de la derecha radical que crecen en la región son herederos del primer Gobierno de Donald Trump [2017-2021]. Todos se reconocen en la estela del trumpismo y se alinean con Estados Unidos", advierte el sociólogo argentino Ariel Goldstein, autor de La reconquista autoritaria. Cómo la derecha global amenaza la democracia en América Latina (Marea).
“Hay una cuestión geopolítica fundamental en este fenómeno, relacionada con la rivalidad de Estados Unidos y China y con el deseo estadounidense de recuperar poder en su llamado patio trasero. Por eso, la vuelta de Trump a la Casa Blanca le da nuevo oxígeno a la derecha radical latinoamericana”, señala Goldstein. Si hiciera falta una prueba, ahí está el rescate financiero que Trump concedió a Milei en octubre pasado, cuando el plan económico del presidente argentino zozobraba. O la amenaza de aranceles a Brasil para presionar a favor de Bolsonaro.

Aunque comparten afinidades y conforman un bloque regional, hay claros contrastes entre la ultraderecha latinoamericana y las fuerzas conservadoras y de centroderecha que gobiernan, por ejemplo, Ecuador, Bolivia o Paraguay. Pero también hay marcadas diferencias dentro de la derecha radical.
Por un lado está el sector más reaccionario, nacionalista y religioso, donde se alistan Bolsonaro y Kast. Y, por otro, el sector con mayor crecimiento en los últimos años, autodenominado “liberal libertario”, con un programa más centrado en la reducción del Estado y las bondades del libre mercado. Allí se inscribe Milei. “Son dos grandes familias diferentes”, señala Goldstein, “pero dialogan entre sí y se fusionan. Ya funcionan como familias ensambladas”.
Las distintas líneas internas ultra de la región coinciden en promover políticas de mano dura para combatir el delito y en divulgar un discurso antifeminista. El rechazo a la inmigración también está presente, pero como un planteamiento secundario en la mayoría de los casos, con Kast como excepción. “Por razones demográficas y culturales”, observa Goldstein, “el problema de la inmigración es una de las principales diferencias entre las derechas radicales latinoamericanas y las de Europa y Estados Unidos”.
Redes internacionales
Cada partido ajusta su agenda reaccionaria a su contexto nacional y regional, pero crecen los vínculos y el intercambio de ideas entre ellos. Como explica Zsuzsanna Végh, experta en derecha radical del centro de análisis German Marshall Fund, hay varios niveles de colaboración. En el más alto están las conexiones entre partidos, que en la UE cristalizan en los grupos parlamentarios en la Eurocámara. “Siguen divididos, pero el núcleo es definitivamente el grupo Patriotas por Europa. Aunque, por supuesto, hay vínculos con los Conservadores y Reformistas Europeos y con la Europa de las Naciones Soberanas”, explica al teléfono.
Se apoyan, además, en “una red cada vez mayor de organizaciones no partidarias, think tanks [laboratorios de ideas] y organizaciones de la sociedad civil que desempeñan un papel a la hora de facilitar las conexiones, no solo entre los partidos sino también entre los círculos intelectuales”, desarrolla la experta. El centro de gravedad de ese entramado, impulsado por Fidesz, el partido de Orbán, se ha movido de Hungría a EE UU con Trump en la Casa Blanca.
El gran evento MAGA, la Conservative Political Action Conference (CPAC), se ha exportado a Europa y América Latina, con ediciones en Hungría, Polonia, Argentina, México y Brasil. Lisa Zanotti, investigadora en el Central European University de Budapest y miembro del núcleo Milenio para el estudio de la política, opinión pública y medios en Chile, destaca también los eventos Viva, del español Vox, que tratan de estrechar lazos con América Latina. La Iglesia Evangélica es también clave en la expansión ultra en países como Brasil y Estados Unidos, subraya.

Estas élites más coordinadas a escala internacional cuentan además con un ecosistema de medios de comunicación afines como Fox News en Estados Unidos o CNews en Francia, que les ayudan a conectar con sus audiencias, cada vez mayores. Pero también con los tecnooligarcas como Peter Thiel o Elon Musk, que, además de apoyar con dinero y presencia (como hizo en la campaña de Trump en EE UU, a la que donó más de 260 millones de dólares, y en la de AfD en Alemania), pone a su servicio el altavoz y el algoritmo de las poderosas redes sociales, terreno fértil para la desinformación.
Cordón sanitario
Si estas plataformas son esenciales para explicar el auge de las fuerzas ultra en todo el mundo, los expertos recuerdan también la responsabilidad de los partidos tradicionales, muchos de los cuales han normalizado el discurso ultra al adoptarlo. La retórica antiinmigración se ha traducido en un endurecimiento de las políticas en países como el Reino Unido o Alemania. Zanotti señala también el fracaso de la derecha e izquierda en dar respuesta a “los problemas materiales y las necesidades cotidianas de la gente”.
La colaboración directa entre la derecha tradicional y la extrema derecha es uno de los factores “más preocupantes” y que más han contribuido a la legitimación e institucionalización de opciones impensables hace unos años. “Trump se apoderó del Partido Republicano, que es un partido conservador tradicional, para convertirlo en un actor de extrema derecha”, opina Ivaldi al teléfono.
En Europa, ese fenómeno se observa en el debilitamiento del cordón sanitario cada vez más evidente en la Eurocámara y en países como Francia. En otros Estados, cristaliza en alianzas como las de PP y Vox en gobiernos regionales y municipales en España.
La reciente Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, un documento estratégico firmado por el presidente que fija las prioridades del país en materia de seguridad y defensa, apunta a la expansión de la internacional ultra en Europa. El texto ve al Viejo Continente en riesgo de “desaparición de su civilización”, de lo que culpa a la UE y sus instituciones supranacionales liberales. Washington se fija expresamente como prioridad ayudar a los partidos ultras y “cultivar la resistencia a la trayectoria actual de Europa” desde dentro.

Trump y su equipo ya han apoyado a fuerzas ultras en procesos electorales recientes (AfD en Alemania, Ley y Justicia en Polonia, Alianza para la Unión de los Rumanos en Rumania). La UE ya no teme solo la injerencia electoral de Moscú. Ahora, también, de Washington, su hasta ahora mayor aliado.
Los analistas no son optimistas sobre el futuro cercano. Los problemas de los que se alimenta la internacional ultra no son contextuales sino estructurales, como señala Ivaldi, y temas como la inmigración, las desigualdades e inseguridades económicas o el cambio climático “van a estar en la agenda durante muchos años”. Para Végh, la ola ultra no está todavía en su pico máximo. “Aunque no todo está perdido, es previsible que la situación empeore antes de que empiece a mejorar”. La resiliencia de las instituciones, las fuerzas democráticas y la ciudadanía serán claves para contenerla.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Más información
Archivado En
Últimas noticias
El Louvre, en su punto más bajo: ¿qué le pasa al museo más famoso del mundo?
Kate Winslet nos habla de su debut como directora (y de lo difícil que sigue siendo ser mujer en el cine)
La Administración de Trump publica (a medias) los papeles de Epstein: ¿cuáles son las principales novedades?
Todo lo que tienes que saber para seguir la jornada electoral de Extremadura
Lo más visto
- Uno de los promotores de la señal V-16 de tráfico: “Es duro oír el testimonio de víctimas que han sufrido amputaciones al poner los triángulos”
- Más de 40 congresistas demócratas piden por carta a Trump que cese en sus “intentos de socavar la democracia en Brasil”
- Cae una organización que enviaba camiones cargados de cocaína desde Marbella hasta varios países europeos
- La policía registra varios domicilios y las oficinas de la ministra francesa Rachida Dati por otro presunto caso de corrupción
- Manuel Castells, sociólogo: “El mundo está en un proceso de autodestrucción”






























































