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Las restricciones chinas a las tierras raras devuelven a la casilla de salida la guerra arancelaria con Trump

El presidente estadounidense respondió a ese anuncio con la amenaza de gravámenes adicionales del 100% y la posible cancelación de una próxima reunión prevista con Xi Jinping

Donald Trump and Xi Jinping at the G-20 summit in Osaka on June 29.

Cuando la guerra comercial entre las dos grandes potencias económicas, Estados Unidos y China, parecía un conflicto dormido y a punto de ser encarrilado hacia una tregua, Pekín asomó de su trinchera y disparó una nueva ráfaga de medidas. Las restricciones a la venta de tierras raras en el exterior y de componentes de las baterías de litio anunciadas el jueves han despertado la ira del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ha amenazado con imponer a partir del 1 de noviembre a la República Popular aranceles adicionales del 100%. También ha amenazado con cancelar el encuentro previsto a finales de mes en Corea del Sur con su homólogo chino, Xi Jinping.

La situación corre el riesgo de agravarse. Tras varias rondas negociadoras que parecían haber rebajado la tensión desde mayo, la contienda arancelaria regresa casi a la casilla de salida: más o menos a la altura del mes de abril. China, de momento, no ha anunciado nuevas contramedidas tras las invectivas de Trump lanzadas el viernes en su red social, Truth. Por la tarde, en un encuentro con periodistas, el presidente de Estados Unidos definió el anuncio como “impactante” e “inesperado”. “Tendremos que ver qué pasa”, añadió. “Por eso fijé el plazo del 1 de noviembre. Ya veremos”.

Es cierto que el fogonazo chino fue inesperado. Y contundente. Llegó el jueves, primer día laborable en la República Popular, tras ocho jornadas de cierre oficial por el Día Nacional. Fue entonces cuando el ministerio de Comercio y la Administración General de Aduanas publicaron una catarata de anuncios y decisiones que pilló con el paso cambiado a muchos, también a los negociadores estadounidenses que se han sentado en diferentes ciudades europeas y hasta en tres ocasiones con sus interlocutores chinos.

Entre otras medidas, Pekín desveló un nuevo mecanismo de control de exportaciones de tierras raras y minerales críticos que amenaza con interrumpir el comercio mundial de estos recursos clave en la fabricación de productos tecnológicos punteros y la industria de defensa.

Con el nuevo esquema, las empresas necesitarán la aprobación del Gobierno chino para exportar imanes de tierras raras y otros materiales derivados que contengan trazas mínimas (menores al 0,1% del valor) de estos elementos de origen chino, incluso cuando los productos hayan sido producidos en el extranjero. También será de aplicación para los productos que se fabriquen en el extranjero usando tecnologías chinas de extracción, refinado o fabricación de imanes de tierras raras.

El mecanismo ha sido ideado para controlar, más allá de sus fronteras, el comercio de estos 17 elementos sobre los que el gigante asiático cuenta con un dominio casi monopolístico en la cadena de suministro global. La herramienta es casi idéntica a una normativa aprobada por Estados Unidos, y usada contra China, que obliga a otros países a cumplir las restricciones de exportación estadounidenses sobre chips, materiales y equipos avanzados que contengan tecnología estadounidense. “Los estadounidenses les van a reclamar la propiedad intelectual”, ironizaba este viernes una fuente diplomática europea radicada en Pekín, al comentar el nuevo mecanismo.

El análisis que se hace en Washington es que Pekín está empleando su dominio de esas preciadas materias primas como un elemento de fuerza en la negociación comercial aún en marcha. Nadie está en condiciones de saber si Trump cumplirá con su amenaza del 1 de noviembre: no sería la primera vez que el presidente de Estados Unidos se echa atrás en su agresiva política comercial. También se interpreta el movimiento como la demostración de Xi al mundo de que tiene la capacidad de estrangular el comercio global para doblegarlo a sus intereses.

Porque la medida no solo afectará a Estados Unidos —cuya dependencia de estos preciados materiales viene de lejos, lo que hace que Trump se encuentre de nuevo con un obstáculo a su fantasía aislacionista del America First— sino, potencialmente, a todo el planeta.

“Mientras Estados Unidos controla el interruptor tecnológico de la industria de los chips, China está afirmando su control sobre el interruptor de los materiales críticos, y ahora cuenta con una nueva herramienta para contraatacar a las empresas que se alinean con las restricciones tecnológicas estadounidenses o que, de otro modo, cruzan las líneas rojas políticas de China”, valoran los analistas de Trivium China en un reciente boletín. “Esto aumenta el riesgo de nuevas perturbaciones en las cadenas de suministro de semiconductores y, en general, en los negocios globales”.

La resurrección de las hostilidades entre ambas potencias ya tuvo sus efectos sobre los mercados el propio viernes: el índice S&P 500 cayó más del 2%, su peor día desde abril, mes en el que Trump lanzó su guerra comercial global, antes de echarse atrás y dar un aplazamiento de 90 días ante el temor del efecto de esas agresivas medidas en la economía mundial.

El detalle de la nueva andanada de Pekín incluye restricciones sobre nuevos elementos de tierras raras, como el holmio (esencial para láseres avanzados, imanes y tecnologías nucleares) y el erbio (con aplicaciones en fibra óptica); controles de exportación de diversos artículos relacionados con las baterías de litio (otro de los campos en los que la República Popular se ha vuelto una pieza determinante); cortapisas al comercio de algunos de los llamados materiales superduros, como el polvo de diamante sintético, con numerosas aplicaciones industriales; y la inclusión de 14 organizaciones extranjeras ―la mayoría estadounidenses y relacionadas con el ámbito de la defensa― en la lista de entidades “no fiables”.

Los anuncios de Pekín han tenido el mismo aire ―contundente, teledirigido y en diversos ámbitos― de los de hace unos meses, durante el punto álgido de la batalla comercial. Pero, por primera vez y a diferencia de entonces, China ha tomado las medidas sin haber sido golpeada antes por la Casa Blanca.

Pekín apenas ha dado explicaciones. Se limitó a decir que pretendía prevenir el doble uso civil y militar de los recursos y salvaguardar la seguridad nacional. “Estas medidas no están dirigidas contra ningún país o región en particular”, dijo un portavoz del ministerio de Comercio. “El Gobierno chino está dispuesto a trabajar con otros países para mantener estables y fluidas las cadenas globales de producción y suministro”.

Golpe en la mesa

La maniobra china puede interpretarse como un golpe en la mesa a medida que se agota el tiempo para la negociación arancelaria con Estados Unidos. La tregua concedida por el magnate a China expira el 10 de noviembre. Además, llega en un momento delicado, a la espera de una reunión a finales de mes entre Trump y Xi en la cumbre de Cooperación Asia-Pacífico, prevista para rebajar la tensión entre la primera y la segunda economía del planeta.

La cita fue anunciada por el estadounidense tras la llamada que mantuvieron a mediados de septiembre; China nunca la ha confirmado. Tras la llamada telefónica, el norteamericano aseguró también que habían alcanzado un acuerdo para que la popular aplicación china de vídeos TikTok, sobre la que pendía una prohibición del Congreso, pueda seguir operando en Estados Unidos.

Este viernes, Trump dijo a los periodistas en la Casa Blanca que de momento no ha cancelado ese encuentro en Corea del Sur. “Pero no sé si lo tendremos; estaré allí de todas formas, así que supongo que podría suceder”.

Las tierras raras han sido, desde el inicio de la guerra comercial, una de las armas más efectivas de Pekín frente a los golpes de Trump. Las autoridades comunistas son conscientes de su poder de negociación: la República Popular fue responsable en 2024 de un 69% del minado mundial de los 17 elementos químicos clasificados como tierras raras, según el Servicio Geológico de Estados Unidos; cuenta con el 40% de las reservas mundiales probadas y controla, de media, el 80% de los distintos eslabones de la cadena de valor global, según China Mining Magazine.

Cuando, tras los anuncios de aranceles de Washington, Pekín replicó en abril con restricciones a la exportación de siete de estos elementos, logró forzar la tregua, que sigue en pie. Luego, China se comprometió durante las sucesivas rondas de negociación con Estados Unidos que se han sucedido desde mayo a facilitar licencias de exportación de estos elementos.

Cuando los aranceles cruzados alcanzaron su punto álgido, en abril, Estados Unidos llegó a imponer a Pekín impuestos adicionales del 145%, a lo que Xi respondió con gravámenes del 125% sobre los productos procedentes de Estados Unidos. Con la tregua, lo rebajaron al 30% y el 10% adicionales respectivamente, que rige en estos momentos.

La tasa arancelaria media entre ambos países se mantiene en el 57,6% de Washington a los productos chinos; y del 32,6% de Pekín a los productos estadounidenses, según el Peterson Institute for International Economics.

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