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Estados Unidos y China buscan recuperar la confianza con un encuentro sobre aranceles en Londres

La reunión de alto nivel, que durará hasta este martes, persigue resolver el conflicto bilateral del comercio y el suministro chino de tierras raras

Aranceles

La primera reunión, el mes pasado en Ginebra, fue la del deshielo. La de Londres, que ha comenzado este lunes y se prolongará hasta este martes, será el momento de comprobar la temperatura del agua.

Dos delegaciones de alto nivel enviadas por los gobiernos estadounidense y chino se reúnen en el palacete de Lancaster House, en plena corte de St. James (el centro histórico del poder), en la capital británica, para tratar de resolver la disputa bilateral sobre aranceles y, sobre todo, sobre el suministro chino de tierras raras, imprescindibles para la fabricación de todo tipo de productos tecnológicos y de las que Pekín mantiene un cuasi monopolio mundial. Las tensiones entre ambos colosos sobre las restricciones que impone China a la exportación de esos materiales amenaza no solo la relación económica entre los dos países, sino también las cadenas globales de suministro y el crecimiento mundial.

A la cita londinense, por parte de Washington, han acudido el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, y Jamieson Greer, representante de Comercio Internacional de la Administración de Donald Trump, quienes ya estuvieron en Suiza. Se les suma en esta ocasión el secretario de Comercio, Howard Lutnick, cuya cartera es responsable de los controles a las exportaciones estadounidenses, un indicador de la trascendencia que han adquirido las conversaciones.

Por parte de China, el emisario es de nuevo el viceprimer ministro He Lifeng, zar económico del país, y uno de los hombres de confianza de Xi. He llegó el domingo a Londres, donde ya ha mantenido una entrevista con la ministra de Economía, Rachel Reeves, y tiene previsto permanecer allí hasta el jueves.

Durante su encuentro con Reeves, He Lifeng urgió al Gobierno británico a mantener y profundizar la cooperación económica y financiera de ambos países, según la emisora pública china CCTV.

El Ejecutivo laborista, que persigue un reinicio de sus relaciones con Pekín a la vez que ultima un acuerdo comercial con la Administración estadounidense, ha aprovechado la oportunidad diplomática de ejercer de anfitrión en las conversaciones entre ambas potencias.

Los representantes estadounidenses y chinos se habían visto las caras el mes pasado en Ginebra, en medio de una disputa comercial cada vez más encendida en la que los países habían ido elevando sus aranceles respectivos hasta colocarlos en niveles imposibles. Washington llegó a decretar impuestos del 145% a las importaciones chinas, y Pekín respondió con tarifas del 125% a los productos americanos. Finalmente, tras aquellas negociaciones, los gravámenes sobre los productos chinos descendieron al 30%, mientras que China redujo al 10% los que imponía sobre las exportaciones de su rival.

No se mencionaban explícitamente las tierras raras, pero parte del pacto incluía que China retirase las contramedidas no arancelarias que había impuesto contra su rival desde el 2 de abril, el día que Washington había disparado los gravámenes contra todos los países del mundo y especialmente contra el gigante asiático. En esa retirada se incluían las restricciones del suministro de tierras raras y minerales a destinatarios finales estadounidenses.

Pero el frágil acuerdo amenazó con saltar por los aires hace dos semanas, cuando un beligerante Trump comunicó por redes sociales -toda una afrenta para el modo chino de negociar, lo más a puerta cerrada posible y desde luego nunca mediante tuits- que, en su opinión, Pekín estaba incumpliendo su palabra. No especificaba cómo. Pero a lo largo de los días siguientes quedó claro: Washington acusaba a Pekín de arrastrar los pies, o incluso haber detenido, el flujo de imanes de tierras raras y otros minerales.

Fue algo que indignó al gigante asiático, que replicó de inmediato acusando a Washington de ser quien se estaba saltando olímpicamente lo pactado. Mencionaba la introducción de nuevas restricciones a la exportación de semiconductores, las herramientas para fabricarlos y otros productos tecnológicos. También el anuncio de Trump de que se impondrían restricciones “agresivas” a los visados de estudiantes chinos en Estados Unidos.

En la llamada entre los dos líderes, Trump y Xi acordaron restablecer el flujo de los suministros. El director del Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca, Kevin Hassett, explicaba este lunes que las conversaciones en Londres tienen como objetivo consolidar ese entendimiento y cerrarlo con un apretón de manos. “La meta de la reunión es asegurarnos de que son serios”, declaraba Hassett a la cadena de televisión CNBC.

Como consecuencia de la guerra comercial y los tiras y aflojas entre los dos gigantes mundiales, el déficit estadounidense en el intercambio de bienes con China se desplomó en marzo y marcó un nuevo mínimo desde la pandemia en abril, al situarse en 17.185 millones de dólares. En ese mes, en plena oleada de aranceles, Estados Unidos importó productos chinos por valor de 25.378 millones de dólares y vendió al coloso asiático bienes por 8.193 millones. Durante la última década esos niveles solo habían estado tan bajos en lo peor de la pandemia, en febrero y marzo de 2020, cuando China echó el cerrojazo a su economía e impuso una oleada de cierres y confinamientos para combatir el virus.

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