Decenas de miles de personas despiden a Charlie Kirk en un ‘funeral de Estado’
Trump y buena parte de su gabinete honran al líder juvenil MAGA en un estadio de Arizona con capacidad para 73.000 personas que se llenó dos horas antes del inicio del memorial, dejando fuera a una multitud

Decenas de miles de personas llegadas de todo el país, miles de ellas desde antes de la salida del sol, hicieron cola este domingo, último día del verano, para despedir en el estadio de fútbol americano de los Arizona Cardinals, en Glendale, a las afueras de Phoenix (Arizona), al líder juvenil MAGA y aliado de Donald Trump Charlie Kirk, asesinado el pasado 10 de septiembre.
Hubo gente que llegó tan pronto como a las 3.00, una familia que contó que había volado desde Filipinas y atascos kilométricos cuando aún era de noche. A eso de las 9.30 (hora de la Costa Oeste; nueve más en la España peninsular), se dio por repleto el State Farm Stadium, una mole plateada con capacidad para 73.000 personas, y el gentío salió en estampida hacia el otro lugar preparado para seguir el funeral: una cancha de hockey cercana, con 20.000 asientos más y una pantalla gigante para ver la retransmisión. Aún faltaban casi dos horas hasta que el primer orador, Rob McCoy, pastor de la iglesia de Kirk, tomara la palabra para ofrecer un encendido sermón que terminó con McCoy pasando el cepillo al mostrar un código QR con el que hacer un donativo a la organización del activista.
La expectación estaba a la altura de la conmoción causada en Estados Unidos por el asesinato de Kirk, que murió de un balazo en el cuello mientras debatía en un acto al aire libre ante unas 3.000 personas en una universidad de Utah. Tenía 31 años. El asesinato ha vuelto a evidenciar la brecha que divide a este país y ha resucitado los peores fantasmas de la larga historia de violencia política de Estados Unidos.

También influyó el relieve de los oradores que venían a honrarlo casi como si se tratara de un funeral de Estado: del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a su vicepresidente, J. D. Vance y a varios miembros del gabinete, como el secretario de Estado, Marco Rubio, el de Salud, Robert F. Kennedy Jr. o el de Defensa, Pete Hegseth, que fue el primero en llegar, así como a la viuda del activista, Erika Kirk, que esta semana tomó las riendas de Turning Point USA (TPUSA), la organización de proselitismo juvenil conservador que su marido había fundado en 2011, a los 18 años.
Sebastian Gordon, de 22 años, salió en la noche del sábado de Los Ángeles, condujo unos 600 kilómetros, y llegó poco antes de las 5.00. Para entonces, la cola era tan grande que no estaba seguro de conseguir un sitio en el estadio. Finalmente, no lo logró. Gordon valoraba de Kirk el ”mensaje que difundía” entre los jóvenes universitarios como él: “La importancia de la familia con dos padres, hombre y mujer”, y que diera la “batalla conservadora” en las redes sociales y en los campus, dos lugares en los que a su generación, agregó, le están “lavando el cerebro”.
Carol Cassady y Sonia Fraile habían venido de El Paso (Texas) para que los tres hijos adolescentes de Fraile no se perdieran el “momento histórico”. Llamaron a Kirk “misionero”, “mártir del sentido común” y “ejemplo de “defensor de las libertades y el amor por el país”. “Su muerte es un antes y un después. La prueba definitiva de que el 90% de la población de Estados Unidos es MAGA [siglas de Make America Great Again]”, afirmó Cassady, que llevaba una gorra con el mensaje “Jesucristo es mi salvador y Donald Trump, mi presidente”. Sarah y Don Marback, un matrimonio de sexagenarios de Phoenix, culparon, por su parte, de la muerte de Kirk a las redes sociales, que “viven de tener a la gente enganchada y dividida”. “Hasta que no las cierren, cosa que no sucederá, este país no volverá a unirse”, dijo ella.
Entre la multitud que formaba una fila que daba vueltas y vueltas sobre sí misma bajo el cielo inusualmente encapotado, había familias vestidas para ir a misa, grupos de amigos trajeados, de luto, todas las derivaciones posibles de la patriótica combinación de las barras y estrellas, camisetas que decían “Yo soy Charlie Kirk” o “Libertad”, mensajes extraídos de la biblia y una joven con la espalda al aire, cubierta por un tatuaje de Cristo portando la cruz hacia el Calvario.
A los que lograron entrar, les esperaba un muestrario de bandas de rock cristiano, que, cuando ya era la hora de misa, provocaron que la multitud cantara “Amén” con los brazos en alto. Cuando la cámara de la producción del evento enfocó una gigantesca foto de Kirk, la multitud estalló en un prolongado aplauso, mientras Amy, una mujer de 56 años que no quiso decir su apellido lamentaba que, con la desaparición de Kirk, ”Estados Unidos ha perdido a su próximo presidente”. Al rato, una banda de gaiteros tocó por primera vez el himno, Star Spangled Banner, que después volvió a interpretar un tenor acompañado de una orquesta y escoltado por miembros de las distintas ramas del ejército de Estados Unidos.
El espectáculo funcionó al principio con la precisión de una producción televisiva. TPUSA lo organizó en poco más de una semana en colaboración con las autoridades locales, estatales y federales, que le dieron la consideración más alta de seguridad. Los controles eran los propios de un aeropuerto, aunque la presencia policial se hizo discreta en el aparcamiento de acceso al lugar. Un agente explicó que la experiencia de que el State Farm Stadium acogiera en 2023 la Súper Bowl, final de la liga de fútbol americano hizo “las cosas más fáciles”.

Un hombre armado
La tensión creció cuando el sábado se supo del arresto de un hombre armado con una pistola Glock, un revólver y varios cuchillos en el interior del estadio, que se hizo pasar por un policía. En realidad, se trataba de Joshua Runkles, de 42 años, y estaba allí encargado de la seguridad privada de un “asistente VIP”. Se presentó a un agente como un policía de Idaho, cuando no lo era. Unas pocas horas después, los soltaron con dos cargos: suplantar la identidad de un agente de la ley y portar un arma en un sitio en el que no estaba autorizado.
Con esos antecedentes, no resultó extraño que el estallido de una botella de plástico al paso de un camión de TPUSA a eso de las 9.00 pusiera a la gente que hacía cola, cada vez más impacientemente, en alerta.
Nacido en 1993, Kirk fundó a los 18 años TPUSA en un garaje de Lemont (Illinois, Estado en el que nació y creció). En 2019, se mudó a Arizona, e instaló las oficinas de la organización a las afueras de Phoenix. Un año antes había conocido a su hoy viuda, Erika Kirk, en Nueva York. En 2021, el prometedor político y la antigua Miss Arizona se casaron. Vivían en una mansión de estilo español con seis habitaciones, seis baños y piscina en la exclusiva urbanización Silverleaf, en Scottsdale, que, como Glendale, forma parte de la gran conurbación de Phoenix, ciudad escenario de America Fest, convención anual de TPUSA, un verdadero quién es quién del movimiento MAGA. Este año, su celebración está prevista para diciembre.
Además de a los pódcast, TPUSA se dedicaba a organizar actos en universidades de todo el país, que Kirk nunca pisó como estudiante y que equiparaba a campos de “adoctrinamiento woke”, donde el líder juvenil debatía con estudiantes liberales sobre asuntos en los que sostenía opiniones en consonancia con su fe evangélica y su defensa de los objetivos del nacionalismo cristiano, que incluían una acérrima oposición al aborto, ataques a los derechos LGTBIQ+, la burla de las iniciativas de discriminación positiva y la defensa de la supremacía de la sociedad occidental o de la institución del matrimonio.

Su presunto asesino —un joven de 22 años proveniente de un hogar mormón y republicano que, según su familia, había abrazado en los últimos tiempos posturas “izquierdistas”— se entregó a la policía tras 33 desesperadas horas de búsqueda en el Estado de Utah, después de que su padre lo convenciera de hacerlo.
El martes pasado, Robinson supo que el fiscal de distrito encargado de procesarlo tratará de que lo condenen a muerte por asesinato agravado. Según el pliego de la acusación, el balazo de un rifle de caza que desde una distancia de 180 metros acertó en el cuello del activista, clave en el triunfo de Trump en las últimas elecciones, por su enorme influencia entre los votantes de la generación Z, pudo matar a más personas.
Once días después del asesinato, las teorías de la conspiración sobre lo que pasó no dejan de correr por internet. Una de ellas sospecha ante el hecho de que la bala que mató a Kirk no atravesara su cuerpo. Este sábado, Kolvert, de TPUSA, intervino desde X para atajar esa conspiranoia y decir que “el hecho de que no hubiera orificio de salida es probablemente otro milagro”. “Quiero que la gente lo sepa”, aclaró.
Kolvert citó al cirujano que trató a Kirk en el hospital, que dijo que la bala “debería haber atravesado” el cuerpo de la víctima. “He visto heridas de este calibre muchas veces y siempre lo atraviesan todo. Esto habría abatido a uno o dos alces”. “Debería haberlo atravesado sin más. Probablemente, también habría matado a quienes estaban detrás de él”, añadió Kolvert.
Otra de las conspiranoias que circulan sospecha del relato del FBI sobre la investigación, y especialmente el diálogo hecho público por las autoridades entre el presunto asesino, Tyler Robinson, y su pareja, la persona trans con la que vivía. Para Steve Bannon, el padre de todos los referentes MAGA, que tampoco quiso perderse el funeral en Arizona, ese intercambio “inventado” parece “escrito por un guionista, y uno malo, además”. También hay quienes lo consideran obra de la inteligencia artificial.

Este domingo, mientras decenas de miles de personas hacían cola para participar en un funeral al que finalmente no pudieron entrar, el director del FBI, Kash Patel, un podcaster con más experiencia en el mundo de las teorías de la conspiración que en el trabajo de los servicios de inteligencia, escribió en X que la agencia se compromete a investigar “todas las teorías y en responder a todas las preguntas”.
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