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Trump redobla sus ataques a los medios y a la libertad de expresión tras el asesinato de Charlie Kirk

La presión del Gobierno para suspender el programa de Jimmy Kimmel se suma a las demandas para señalar a reporteros y al plan de perseguir a grupos de izquierda. El presidente amenaza a los medios críticos con retirarles la licencia

Jimmy Kimmel, en un acto promocional de Disney en Nueva York el pasado 13 de mayo.Foto: Michael Le Brecht (Disney via Getty Images) | Vídeo: EPV
Iker Seisdedos

Entre los principales orgullos del movimiento conservador estadounidense siempre estuvo la imagen de sí mismo como adalid de la sacrosanta libertad de expresión frente al espíritu “censor” de la izquierda. Las cosas parecen haber cambiado con Donald Trump en el poder por segunda vez. Tras su vuelta a la Casa Blanca, han arreciado sus ataques a la prensa y el silenciamiento de sus adversarios, que se han visto intensificados tras el asesinato hace nueve días del líder juvenil MAGA (Make America Great Again) Charlie Kirk. Trump, su vicepresidente, J. D. Vance, y otros miembros del Gobierno han lanzado desde entonces una campaña contra la libertad de expresión a lomos de un terrible crimen del que el presidente culpa a la “izquierda radical”, mientras promete que esta, por muy difuso que sea el concepto, pagará por ello.

Kirk murió de un balazo en el cuello mientras ejercía en una universidad un derecho garantizado por la Primera Enmienda, de la que él mismo era un absolutista. Su asesinato fue celebrado o disculpado en ciertos sectores de la izquierda y la extrema izquierda estadounidenses y eso empujó a los líderes del mundo MAGA, un movimiento aglutinado en buena media en torno a las críticas a la cultura de la cancelación, a adoptar su propia versión de esa pasión censora y a señalar públicamente a quienes festejaron la muerte de Kirk para animar a sus empleadores a que los despidieran.

La víctima más famosa de ese cambio de guion en la derecha es el cómico Jimmy Kimmel, cuyo programa nocturno fue suspendido este miércoles por la noche “indefinidamente” por la cadena que lo emitía desde hace 20 años, ABC. Fue a raíz de un comentario de Kimmel sobre la reacción de algunos simpatizantes de Trump tras conocer la noticia de que el presunto asesino, un joven de 22 años llamado Tyler Robinson, proviene de un hogar mormón, republicano y amante de las armas.

Kimmel, que a continuación bromeó sobre el duelo del presidente tras perder a uno de sus más estrechos aliados, hizo ese comentario antes de que el martes las autoridades ofrecieran pruebas de la conexión de los actos del presunto asesino, cuya madre ha contado a los investigadores que había abrazado posturas “izquierdistas”, con un hartazgo, confesado por el propio Robinson, con el “odio” que, a su juicio, esparcía Kirk. El joven activista era famoso por su compromiso con la libertad de expresión y con el derecho a portar armas, sí, pero también por un discurso antiinmigrante y antiLGTBI+, contrario a las políticas de discriminación positiva y defensor de la supremacía del hombre y de la cultura occidental.

El comentario de Kimmel fue contestado durísimamente en un pódcast por un funcionario de la Administración de Trump, Brendan Carr, presidente del regulador de las comunicaciones (FCC). Carr sugirió a ABC que debía despedir al presentador y que, si no, el Gobierno tomaría cartas en el asunto. “Podemos hacer esto por las buenas o por las malas”, dijo. Unas horas después, la cadena de emisoras locales afiliada a la ABC Nexstar, que se halla en mitad de un trascendental negocio para el que necesitan el permiso de la FCC, anunció que no pondrían más el late night de Kimmel. A los pocos minutos, ABC consumó la suspensión del programa.

Quitar la licencia a los que lo critiquen

Trump, de vuelta de su visita de Estado al Reino Unido, dijo este jueves a los reporteros que lo acompañaban en el avión presidencial que cree que la FCC debería revocar las licencias de las cadenas cuyos presentadores de programas nocturnos hablen negativamente de él. La noche anterior, celebró el fin de Kimmel en su red social, Truth, como “grandes noticias para Estados Unidos”.

No era la primera vez: en julio, cuando Stephen Colbert desveló que su empleadora, la CBS, no le renovaría el contrato al final de la nueva temporada, el presidente de Estados Unidos lo festejó, y aventuró que Kimmel sería el siguiente. Este miércoles también dijo que otros dos presentadores de la franja nocturna, Seth Meyers y Jimmy Fallon, deberían correr la misma suerte.

Los demócratas en el Congreso han pedido la dimisión de Carr, que justificó en una entrevista en Fox News su decisión argumentando que los cómicos televisivos han dejado de ser “bufones de la corte que se burlaban de todos los que están en el poder a ser clérigos y a imponer una ideología política muy estrecha”. Carr también considera que las emisoras locales, que llegan a todos los rincones de eso que llaman Middle America y reproducen los contenidos de las grandes cadenas, han dicho “basta ya” a la propaganda de Hollywood y Nueva York.

Katie Fallow, abogada experta en libertad de expresión y directora adjunta del Instituto Knight de la Universidad de Columbia, consideró este jueves en una conversación telefónica que “la suspensión de Kimmel tras la amenaza de Carr es el ejemplo más grave y reciente de un ataque sostenido a la Primera Enmienda por parte de la Administración de Trump”. “Me parece de una hipocresía extrema que quienes se quejaban de ser expulsados de las redes sociales o del discurso público por sus ideas quieran cancelar aquello con lo que no están e acuerdo ahora que están en el poder. La libertad de expresión no debe ser censurada ni suprimida, independientemente de si eres de derechas o de izquierdas. Pero es aún más grave cuando el Gobierno amenaza con sanciones económicas o incluso prisión a a sus críticos”.

En un mensaje en X, el expresidente Barack Obama acusó al Gobierno de estar llevando a “un nuevo y peligroso nivel la amenaza rutinaria de tomar medidas regulatorias contra las empresas de medios a menos que amordacen o despidan a los periodistas y comentaristas que no le agradan”. Obama citó como un ejemplo de “coerción gubernamental a la Primera Enmienda” el despido de The Washington Post de Karen Attiah por un post en Bluesky que se hacía eco de un comentario de Kirk.

Las críticas de Tucker Carlson

En un raro caso de coincidencia de pareceres con Obama, Tucker Carlson, líder de opinión MAGA, acusó a Trump de emplear el asesinato de Kirk para pisotear la Primera Enmienda y animó a la “desobediencia civil” si prospera el proyecto, avanzado por la fiscal general, Pam Bondi, de crear un tipo legal inexistente en Estados Unidos para perseguir los “discursos de odio”.

Los comentarios de Bondi provocaron un intenso debate entre los suyos, y esta tuvo que desdecirse. Según Fallow, cuando Bondi habló de discurso de odio se estaba refiriendo solo al “discurso que la derecha considera ofensivo”, cuando “se define legalmente como el uso de insultos basados ​​en raza, nacionalidad, religión o sexo”. “Y todo eso está plenamente protegido en nuestro sistema para preservar la libertad de pensamiento y de expresión, y para protegernos de los desmanes del Gobierno”. También lo está manifestarse en favor del Ku Klux Kian o marchar con banderas nazis.

Entre los ataques directos de Trump a la prensa, a la que considera “el enemigo del pueblo” y a cuyo desprestigio ha contribuido considerablemente, están sus demandas a un diario de Iowa por publicar un sondeo que no acertó con su victoria contundente en ese Estado; a The New York Times, por publicar informaciones negativas sobre él; y a The Wall Street Journal, por desvelar la existencia de un dibujo procaz, que Trump dice que es falso, con el que el entonces magnate inmobiliario felicitó sus 50 años al millonario pederasta Jeffrey Esptein.

También ha prohibido a la agencia AP el acceso al Despacho Oval por negarse a usar la denominación de Golfo de América, y ha alentado el estrangulamiento financiero de la radio y la televisión públicas (NPR y PBS) y el cierre de casi todos los servicios de información exterior que prestaba Voice of America.

Aunque los casos más sangrantes seguramente sean los de ABC y CBS, que comparten algo más que haber prescindido de sus estrellas del late night. Ambas cadenas han pagado 15 y 16 millones de dólares, respectivamente, para parar sendos juicios por difamación de Trump. Y ambas lo hicieron para no incomodar a la FCC, cuyo permiso precisaban para dos importantes operaciones comerciales en marcha.

En el caso de ABC, fue porque un presentador de las noticias dijo en antena que el entonces candidato republicano había sido condenado a pagar a la columnista E. Jean Carroll una indemnización por “violación”, cuando el jurado del caso lo condenó por “abuso sexual”. En el de CBS, Trump acusó a su programa estrella de la edición de una entrevista a la rival demócrata, Kamala Harris, que, en opinión del presidente de Estados Unidos, la favorecía a ella.

La suspensión de Kimmel llega en la misma semana en la que Trump ha demandado a The New York Times por difamación y libelo por, dijo el presidente, “mentir” y perjudicarle “durante años” y por ser “prácticamente un portavoz del Partido Demócrata de Izquierda Radical”. Trump pide 15.000 millones de dólares al diario y a cuatro de sus reporteros, dos corresponsales en la Casa Blanca y dos periodistas de investigación que publicaron un libro que pone en duda el relato como empresario exitoso y hecho a sí mismo de Trump. La editorial que publicó el ensayo también está incluida en la demanda.

El mismo día en el que se supo de esa acción legal, el presidente de Estados Unidos se enfrentó a dos reporteros. El primero es Jonathan Karl, de ABC News. Karl quiso saber qué pensaba Trump de los planes de Bondi de recortar la libertad de expresión. El presidente le dijo: “Tal vez deberíamos perseguirte a ti, que siempre estás diciendo cosas tan malas sobre mí”.

El otro periodista amedrentado es el corresponsal en la Casa Blanca de la televisión pública australiana, que le preguntó sobre los aparentes conflictos de interés del republicano, en su doble función de presidente y empresario. Este, antes de mandarlo callar, le advirtió de que con esa pregunta estaba “haciendo daño” a su país, cuyos líderes, añadió, “están deseando llevarse bien” con él.

Ese corresponsal fue vetado de la conferencia de prensa que dio este jueves Trump con el primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer. La exclusión se debió a “razones logísticas”, según el Gobierno británico. Su Administración también ha amenazado con retirar el visado a un periodista alemán que criticó a Stephen Miller, aliado estrecho de Trump.

En ese encuentro con los medios en Chequers, residencia campestre de Starmer, el republicano dijo que el caso de Kimmel no tenía que ver con la libertad de expresión, si no con las “malas audiencias” del presentador y con su “falta de talento”. La pregunta del reportero señalaba la aparente contradicción de que los MAGA hayan convertido la supuesta persecución de ciertos discursos extremistas en Europa como motivo de una guerra ideológica del mundo MAGA que Vance colocó en el centro cuando habló de ella en durísimos términos en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en febrero.

Vance pareció haber cambiado de opinión cuando este lunes presentó el pódcast de su amigo Kirk. Habló del “movimiento increíblemente destructivo de la extrema izquierda”, animó al señalamiento de quienes celebren su asesinato y avanzó que se perseguiría a ciertas organizaciones por la vía de despojarlas de su estatus exento de impuestos. Vance habló de dos: Open Society, de George Soros, y la Fundación Ford, a las que acusó de de financiar un “artículo repugnante” en la revista izquierdista The Nation (se titula “El legado de Charlie Kirk no merece ser llorado” y lo firma Elizabeth Spiers), que, según dijo Vance, se utilizó para justificar el asesinato de Kirk. En ese artículo, Spiers defendía que era posible lamentar la muerte del activista, cuyo discurso describía en duros términos, “sin celebrar su vida”.

El vínculo de esas fundaciones con The Nation no está probado. Bhaskar Sunkara, presidente de la histórica revista, declaró en X que la publicación nunca había recibido fondos de Open Society. En cuanto a la Ford, dio dinero a la cabecera por última vez en 2019.

En otro mensaje posteado en Truth desde el Reino Unido −en el que Trump anunció su plan de designar como “organización terrorista” a Antifa, una amorfa constelación de grupos de ideología antifascista y de extrema izquierda, sin un líder o una estructura claras− el presidente de Estados Unidos dijo que recomendará “encarecidamente” que quienes financien a esos grupos “sean investigados a fondo de acuerdo con los más altos estándares y prácticas legales”. Ya intentó perseguir esa nebulosa llamada Antifa durante su primera Administración. Fue cuando el asesinato a manos de un policía blanco de Minneapolis del afroamericano George Floyd desató una ola de protestas antirracistas por todo el país en plena pandemia.

El que entonces era su jefe del FBI, Christopher Wray, declaró este año que Antifa es una “idea” y no una organización. No quedó claro con ese mensaje escrito por el presidente de Estados Unidos de madrugada y desde el castillo de Windsor cómo piensa la Administración de Trump perseguir esa idea.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal jefe de EL PAÍS en EE UU. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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