Ir al contenido
_
_
_
_

El asesinato del activista trumpista Charlie Kirk resucita el fantasma de la violencia política en Estados Unidos

La muerte del comentarista conservador engorda una lista de crímenes ideológicos que no ha parado de crecer en los últimos años. Trump culpa a la “izquierda radical” del asesinato y del clima de crispación

Una mujer llora en la universidad de Utah Valley tras presenciar el asesinato de Charlie Kirk, este miércoles, en Orem, Utah.Foto: Tess Crowley (AP) | Vídeo: EPV
Iker Seisdedos

Un fantasma recorre de nuevo Estados Unidos: el fantasma de la violencia política. El asesinato en el campus de la universidad de Utah Valley del líder MAGA (Make America Great Again) Charlie Kirk, que murió de un tiro en el cuello mientras respondía —en calidad de defensor de la Segunda Enmienda— a una pregunta incómoda sobre la epidemia de violencia armada ante una audiencia de miles de estudiantes, refrescó este miércoles la siniestra memoria de un país que ha vivido el magnicidio de cuatro presidentes en el ejercicio de su cargo y que en los últimos años asiste a una oleada de crímenes ideológicos alentados por la crispación de una sociedad profundamente polarizada.

El columnista, teórico de la polarización y podcaster progresista Ezra Klein hizo en X la cuenta pocas horas después de la muerte de Kirk: del asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 al complot para secuestrar meses antes a Gretchen Whitmer por las medidas que, como gobernadora demócrata de Míchigan, tomó durante el confinamiento; del ataque a martillazos a Paul Pelosi, marido de la por entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, al asesinato de dos políticos de Minnesota; y de la ejecución del consejero delegado de United Healthcare a los dos intentos, el verano pasado, de acabar con la vida del entonces candidato, hoy presidente, Donald Trump.

“La violencia política es contagiosa, y se está extendiendo. No se limita a un solo bando o sistema de creencias. Debería aterrorizarnos a todos”, añadió Klein, al que le faltó incluir en su lista, para la que se remontó cinco años, el reciente atentado contra la casa del gobernador demócrata de Pensilvania, Josh Shapiro. Con ese mensaje, el periodista se apuntaba al grupo de quienes reaccionaron al asesinato repartiendo la culpa del clima de crispación entre la izquierda y la derecha.

Kirk, en julio de 2024 en Milwaukee, durante la Convención Nacional Republicana.

Trump desperdició, con un mensaje emitido a eso de las nueve de la noche de Washington y grabado en el Despacho Oval —un escenario tradicionalmente reservado para las solemnes demostraciones de magnanimidad presidencial—, la oportunidad de sumarse a Klein y a quienes, desde ambos lados del espectro político, lanzaron durante toda la tarde llamamientos a “bajar el tono”.

Es una triste rutina en el Estados Unidos actual: una personalidad política muere o sufre un atentado y se suceden los buenos deseos de revisar las reglas del discurso público con el mismo efecto (nulo) de esos mensajes de condolencia que envían a las víctimas “pensamientos y oraciones” cada vez que se produce un asesinato masivo.

Tampoco faltó el recurso a una de esa de las citas más famosas de la historia de Estados Unidos. Es de Abraham Lincoln, que figura en la lista de los presidentes asesinados. La pronunció en 1861, justo antes de la guerra civil, y dice: “No somos enemigos, sino amigos. No debemos ser enemigos. Aunque la pasión haya tensado nuestros lazos de afecto, no debe romperlos. Las cuerdas místicas del recuerdo, que se extienden desde cada campo de batalla y tumba de patriotas hasta cada corazón y hogar de esta tierra, aún engrosarán el coro de la Unión cuando sean tocados de nuevo, como seguramente lo serán, por los mejores ángeles de nuestra naturaleza”.

En su discurso, de algo más de cuatro minutos, Trump no habló de esos famosos “mejores ángeles”. Y prefirió quedarse solo ciertos precedentes; todos ellos, con víctimas conservadoras. Habló con gesto crispado de los atentados contra él, de los ataques de los últimos meses a los agentes de inmigración, del caso de Mangione y del tiroteo en 2017 contra una veintena de un congresistas republicanos, entre ellos, el speaker Steve Scalise. Lo hizo para atacar a la “izquierda radical”, que, dijo, “ha comparado a estadounidenses maravillosos como Charlie con los nazis y los peores asesinos en masa y criminales del mundo”.

“Ya es hora de que todos los estadounidenses y los medios de comunicación se enfrenten al hecho de que la violencia y el asesinato son la trágica consecuencia de demonizar a quienes discrepan, día tras día, año tras año, de la manera más odiosa y despreciable posible”, añadió Trump. Su Administración, prometió, “encontrará a todos y cada uno de los que contribuyeron a esta atrocidad, así como a quienes persiguen a nuestros jueces y agentes del orden. La violencia política de la izquierda radical ha herido a demasiadas personas inocentes y se ha cobrado demasiadas vidas”.

En esa misma línea se expresaron la congresista republicana Nancy Mace o el milmillonario Elon Musk. “La izquierda es el partido del asesinato”, escribió Musk, en su red social (X). Para los influencers de la extrema derecha Steve Bannon, ideólogo nacionalpopulista; Alex Jones, campeón de las conspiraciones; y el presentador de Fox News Jesse Watters, la cosa va aún más allá: el asesinato de Kirk es la prueba, según dijeron en sendas emisiones difundidas a las pocas horas de la muerte, de que hay una “guerra en marcha” contra el movimiento MAGA.

La senadora demócrata Elizabeth Warren respondió a esos comentarios aconsejando que, si se trata de buscar responsables, mejor sería empezar con “el presidente de Estados Unidos”, al que acusó de atizar el clima de enfrentamiento con “cada meme y cada palabra agresiva que ha publicado” en sus redes sociales. En esos foros tampoco faltaron quienes en las horas siguientes al asesinato de Kirk lo celebraron o lo disculparon desde la izquierda o la extrema izquierda, en una liturgia que recordó al caso de Mangioni y dando por buenos los análisis que alertan sobre una preocupante tendencia del discurso político contemporáneo que ve al otro como un enemigo al que, desde ambos bandos, se deshumaniza para combatir sus ideas.

Warren, de 76 años, vivió los acontecimientos que estos días se recuerdan con un escalofrío y que transcurrieron entre el asesinato de John F. Kennedy, en 1963, y los de Bobby Kennedy y el reverendo Martin Luther King, en 1968. Los otros tres presidentes muertos son Lincoln, en 1865, a manos de un confederado en un teatro de Washington, James A. Garfield, en 1881, y William McKinley, dos décadas después.

Ronald Reagan moments before the assassination attempt by John Hinckley Jr. on March 30, 1981, at the Washington Hilton in Washington. James Brady is visible third from left, the White House press secretary was hit in the head by a bullet and left partially paralyzed for life.

Aquellos años del plomo de la década de los sesenta del siglo pasado continuaron en realidad hasta principios de los ochenta, cuando un tipo llamado John Hinckley Jr., que quería impresionar a la actriz Jodie Foster, trató de matar a Ronald Reagan a las puertas del hotel Hilton de Washington. Ese magnicidio fallido cierra, para los historiadores, una de las etapas de mayor convulsión de la historia de EE UU.

Vista la intensidad con la que se suceden tragedias de motivación ideológica, como la que este miércoles sacudió el país con la muerte Kirk, y visto también el clima de crispación que se vive en la América de Trump, tal vez esos historiadores harían bien en abrir un nuevo capítulo del libro de la violencia política en esta sociedad armada hasta los dientes que no parece próximo a su cierre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal jefe de EL PAÍS en EE UU. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_