El fenómeno Luigi Mangione: ¿un asesino más o Robin Hood pop?
La admiración generada en EE UU por el estudiante acusado de matar al jefe de la principal aseguradora sanitaria del país, evidencia las fracturas políticas y sociales del país

—Alguno de vosotros sabe quién fue Charles Whitman? […] Nadie lo sabe, borricos. ¿Recluta Cowboy?
—¡Señor, fue el tío que disparó contra la gente desde una torre en Austin, Texas, señor!
—Afirmativo. Whitman mató a 12 personas desde una torre de 28 pisos en la Universidad de Texas. […] ¿Alguien sabe quién fue Lee Harvey Oswald? ¿Recluta Copo de Nieve?
—¡Señor, el que mató a Kennedy, señor!
En esta escena de La chaqueta metálica, el sargento inquiere a sus reclutas sobre los autores de célebres crímenes de la historia de EE UU. El director del filme, Stanley Kubrick, nos está diciendo: se recuerda al asesino por la importancia del asesinado. Con Luigi Mangione, presunto homicida del CEO de la aseguradora sanitaria UnitedHealth Group, ha sido al contrario.
Mangione, de 26 años, disparó —supuestamente— el pasado 4 de diciembre a Brian Thompson, director ejecutivo de la aseguradora de salud en Nueva York. El acontecimiento conmocionó a los estadounidenses, las aseguradoras eliminaron las fotografías de directores por miedo a un efecto llamada y se desató una oleada de críticas contra la industria sanitaria. Miles compartieron experiencias con su seguro y recordaron a ciudadanos que no pudieron asumir sus tratamientos y fallecieron o sufrieron graves secuelas. Otros aplaudieron al autor (desconocido entonces), categorizándolo de vengador o héroe. Convirtiéndolo en lo que el historiador Eric Hobsbawm, en su ensayo Bandidos (editorial Crítica), denominaba “bandido social”: aquel individuo que se opone a un sistema injusto y es alabado por la gente común.
Cinco días más tarde, la policía detuvo a Mangione y, al filtrarse su rostro, explotaron las redes. En X contaba con 60 seguidores antes de su captura. Creció en 1.000 seguidores por minuto hasta que se suspendió la cuenta con más de medio millón. Internet se llenó de memes sobre su atractivo, su trayectoria académica, su acaudalada procedencia familiar, sus gustos musicales y hasta sobre su vida sexual. Se juntó el “bandido social” con el “efecto halo”, un sesgo cognitivo que atribuye cualidades positivas basadas en una impresión o el atractivo físico, una tradición desde Bonnie y Clyde hasta Charles Manson. La recaudación de 150.000 dólares para su defensa, los avisos penitenciarios de que no le envíen más cartas y las pintadas de Free Luigi (liberad a Luigi) así lo evidencian. Un Robin Hood pop.
La cobertura mediática se centró en entender las motivaciones de Mangione, desde sus graves dolores de espalda a un hipotético problema de salud mental. Ese empático intento de comprender el móvil es lo que el doctor en estudios afroamericanos Joseph Richardson resumía en The Guardian como “privilegio blanco”. Muchos estudios concluyen que el tratamiento de criminales es mucho más compasivo si los autores son blancos. Richardson aclaraba: “Sabemos claramente que si hubiera sido un joven negro, la narrativa sería diferente”.
Los internautas compararon el trato a Mangione con el de otros tiradores blancos, como Patrick Crusius, asesino de 23 personas. Mientras que Crusius cumple cadena perpetua por la mayor masacre contra la comunidad mexicana, Mangione afronta pena de muerte. Mientras que a Mangione lo escoltaban como si fuera “un villano de Gotham”, a Crusius se lo describía como un “chico normal de veintitantos años que estaba buscando su camino”.
¿Se hablaría de Luigi si no fuera blanco, rico o guapo; o si no hubiera asesinado a un CEO?
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