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Conflicto en Oriente Próximo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Europa, pura espectadora de las tragedias en el mundo

¿Para qué ha quedado Europa en el mundo de la diplomacia global? ¿Sirven para algo esos comunicados inanes, consensuados y escasos de contenido?

Ataque Iran

Hay quien afirma que Donald Trump desprecia a Europa, porque representa el poder blando, la apuesta por el diálogo y la negociación frente a su ley de la selva de macho testosterónico. Desde luego, ha quedado claro que la opinión y la experiencia de los europeos le importan muy poco y que incluso se atreve a decir, como fue el caso de la última cumbre del G-7 en Canadá, que su “amigo” Macron no se entera de nada al dar a entender el presidente francés que estaba en marcha un alto el fuego entre Israel e Irán.

Europa se ha convertido en una pura espectadora de las tragedias de Oriente Próximo, incluido Irán. Estados Unidos solo avisó al primer ministro británico, a nadie más de los líderes de la UE, antes de bombardear Irán. Y esto ocurría pocas horas después de que los ministros de Exteriores de Francia, Alemania y el Reino Unido, junto con Kaja Kallas, la sucesora de Josep Borrell, se encontraran con su homólogo iraní para advertirle del peligro del Armagedón que su país tenía encima. La reunión del viernes en Ginebra, por cierto, estuvo a punto de no celebrarse, porque un país bombardeado hace nueve días no tiene tiempo que perder en salones diplomáticos y con personajes que no son capaces de pararle los pies a Donald Trump. Este hacía creer que todavía había tiempo para la democracia, mientras preparaba las superbombas con el Pentágono.

Europa no quiere o no puede condenar a Trump en vísperas de la cumbre de la OTAN. No conviene llevarle la contraria en una reunión tan importante en la que los aliados continentales quieren sacar pecho vía talonario. Europa parece estar dispuesta a aceptar que un presidente de Estados Unidos ataque a un país altamente sensible, ignorando no solo a sus socios transatlánticos, sino a su propio Congreso. Los expertos en Derecho Internacional cuestionan esa decisión porque una cosa es que Irán diga que quiere destruir a Israel y otra que lo haya hecho ya o lo esté haciendo. De las declaraciones a los ataques por unas supuestas armas nucleares que todavía no existen hay un trecho. Pero eso le da igual a un líder irreflexivo que ha ignorado los consejos de expertos de seguridad y geoestrategia global y que actúa a golpe de impulsos.

Frente a esta actitud cabe preguntarse qué talla moral tienen los políticos europeos ―dispuestos a tragar carros y carretas― y, especialmente, el canciller alemán, Friedrich Merz, quien se ha atrevido a declarar, sin problema, que los israelíes están haciendo en Irán el “trabajo sucio” (Drecksarbeit) de todos. ¿No se estaba así dando luz verde a Netanyahu para lograr la ayuda imprescindible de Washington y acabar con el programa nuclear iraní sin que la Europa de los valores se atreviese a abrir la boca? ¿Para qué ha quedado Europa en el mundo de la diplomacia global? ¿Sirven para algo esos comunicados y declaraciones inanes, consensuados y escasos de contenido?

Francia, Alemania y el Reino Unido emitían este domingo precisamente uno de esos comunicados, reafirmando su “apoyo a la seguridad de Israel” y su “deseo de paz y prosperidad para todos los países de la región”. No había ninguna referencia al ataque ilegal y unilateral, al margen de la ONU, de Estados Unidos a tres instalaciones nucleares iraníes. Solo una apelación a Irán a volver a negociar con la comunidad internacional el desarrollo de su programa nuclear, bajo control de Occidente, y sin lograr, por supuesto, construir nunca un arma nuclear. También Ursula von der Leyen se había expresado previamente en un mensaje muy lejos de ser acusatorio hacia Washington. Luego se extrañarán de que la gente desconfíe de los políticos que tanto predican a favor de la paz y la igualdad de todos los países ante la ley...

Europa es espectadora, tal vez cómplice con su lenguaje benévolo con Washington, pero debería ser consciente de que la venganza de Irán y de los árabes humillados por la guerra de Gaza puede traducirse en nuevos atentados no solo en Estados Unidos, sino también en nuestro continente, donde los norteamericanos cuentan con numerosas bases y embajadas y donde los objetivos judíos o israelíes se cuentan por miles. En las últimas horas, se ha detenido a un joven en Francia que pensaba atacar una sinagoga. Otros muchos atentados de tinte islamista frustrados en Europa no llegan a trascender para no alarmar a la población. Las células durmientes siguen existiendo, aunque los patrocinadores estén en sus horas bajas. Y siempre hay conversiones exprés al islam entre jóvenes más o menos marginados que aspiran a hacer pagar muy caro su indignación ante lo que estamos viendo día a día. Con un cuchillo se puede hacer mucho daño.

Europa debería prepararse también para ser una víctima de la irresponsabilidad de la Casa Blanca y el Pentágono. No solo no se sabe cómo y cuándo se llegaría a un alto el fuego en esta guerra no declarada, sino que, antes de que las armas paren, puede haber una crisis económica y un alza de la inflación mundial si Irán cierra el estrecho de Ormuz. Claro que los países del Golfo, en este caso, serán más proamericanos que nunca, a la espera de que se produzca ese deseado cambio de régimen en Teherán que les permita hacerse aún más ricos. Y, mientras, en Europa seguiremos hablando de desregulaciones, economía verde (cada vez menos verde) y ampliaciones hacia países que aspiran a formar parte de nuestra envidiable e innegable irrelevancia.

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