Operación Martillo de Medianoche contra Irán: 125 aviones y 75 proyectiles con 14 bombas de más de 13.000 kilos
El Pentágono actuó con el máximo secretismo y empleó maniobras de despiste para alejar el foco del golpe a las instalaciones nucleares iraníes

El secreto era la preocupación primordial del Pentágono en los preparativos de la Operación Martillo de Medianoche perpetrada este sábado contra las instalaciones nucleares de Irán a órdenes del presidente de EE UU, Donald Trump. Según han reconocido el secretario de Defensa, Pete Hegseth, y el jefe de Estado Mayor, el general Dan Caine, la primera intervención militar estadounidense en suelo iraní desde el triunfo de la revolución islámica en 1979 recurrió a “varias tácticas de despiste” para evitar que se filtrara cualquier brizna de información que pudiera poner a Teherán sobre aviso. La magnitud del ataque ha sido inmensa: 125 aviones desplegados para transportar 75 proyectiles que incluían 14 bombas de más de 13.000 kilos.
Los primeros indicios, asegura Hegseth, apuntan a que la operación “ha tenido el efecto deseado” y las instalaciones nucleares iraníes en Fordow, Natanz e Isfahán han quedado destruidas. Pero los mandos reconocen que aún hará falta un tiempo para determinar con exactitud el alcance de los daños. Las mediciones del Organismo Internacional para la Energía Atómica no han detectado una radiación significativa fuera de las instalaciones, lo que puede apuntar a que los daños no han sido tan graves como proclama una Administración estadounidense con debilidad por la hipérbole.
La operación, de la que Hegseth asegura que se hicieron las notificaciones al Congreso exigidas por la ley —según la CNN, Trump sí avisó a legisladores republicanos, pero no a los demócratas—, había comenzado a planearse, según los altos cargos, “hace meses” para dar a Trump la opción de atacar si el presidente así lo deseaba. Durante ese plazo se fueron trasladando a la región los refuerzos necesarios. El mandatario había ido empleando un lenguaje cada vez más belicoso hacia Teherán, pese a que hasta hace diez días su Administración desarrollaba negociaciones con ese régimen sobre el programa nuclear iraní.
Los preparativos cobraron premura hace un par de semanas, ante el aumento de las tensiones entre Irán e Israel y el ataque israelí del día 13 contra objetivos nucleares y militares iraníes. Los planes eran “altamente confidenciales” y apenas un puñado de personas los conocían, según ha revelado Caine.
La búsqueda del secreto fue tal que incluso se utilizaron varias maniobras de despiste: horas antes del ataque, el sábado, un grupo de bombarderos B-2 se dirigieron hacia el Pacífico, visibles, como señuelo. Algo que puso de inmediato en alerta a los medios y a los expertos: esos aviones son los únicos que pueden transportar las pesadas bombas antibúnker GBU-57, de más de 13.000 kilos, necesarias para horadar a la profundidad donde se encontraban las instalaciones de Fordow, bajo las montañas al sur de Teherán.
Según los avances que se iban mostrando en las aplicaciones comerciales de seguimiento de vuelos en tiempo real, esos aviones parecían dirigirse a la base militar en la isla de Diego García, en el océano Índico, y tenían ante sí una larga ruta de horas y horas hasta llegar.

Pero mientras tanto, los B-2 que de verdad iban a intervenir en la operación pusieron rumbo a Irán en modo furtivo en la dirección contraria, hacia el este, mucho más rápida. Las primeras bombas GBU-57 cayeron sobre Fordow a las 18.40, hora de Washington (02.10 hora de Teherán, 00.40 hora peninsular española). Era la primera vez que esas bombas se utilizaban en combate. Mientras Trump, ostensiblemente, mantenía una reunión con su Consejo de Seguridad Nacional en la sala de crisis de la Casa Blanca.
El golpe se desarrolló en solitario, sin participación israelí, ha puntualizado Caine. El alto mando militar sí reconoció que los aviones estadounidenses se beneficiaron de los bombardeos que habían llevado a cabo las fuerzas de Israel en días previos: habían atacado y debilitado enormemente los sistemas defensivos iraníes, lo que facilitó que los aparatos estadounidenses pudieran actuar sin impedimentos.
Los bombardeos concluyeron menos de media hora después, a las 19.05, hora estadounidense. En total, siete B-2 perpetraron los ataques contra los objetivos iraníes. 14 bombas GBU-57 se arrojaron contra Fordow y Natanz.
GBU-57, el arma antibúnker de Estados Unidos
Los ataques con bombas antibúnker se vieron seguidos de lanzamientos de una treintena de misiles Tomahawk contra Isfahán, donde se encontraban los misiles balísticos de mayor alcance iraníes, “para mantener el elemento de sorpresa”, según Caine. En total, el ejército estadounidense utilizó 125 aviones, incluidos los bombarderos, aviones de combate, aviones de reabastecimiento y de vigilancia, y se lanzaron 75 proyectiles, incluidas las bombas GBU-57.
En paralelo, la Casa Blanca avisaba a los periodistas de que ya no se producirían más actividades oficiales en el resto del día, sin hacer ningún tipo de mención a lo que se estaba desarrollando en el otro extremo del mundo. No está claro si entre las maniobras de despiste del Pentágono se incluye la declaración del jueves del presidente estadounidense, que anunció ese día que se daría dos semanas antes de tomar una decisión sobre un posible ataque, para dar una oportunidad a los esfuerzos diplomáticos. El ataque de los aviones estadounidenses llegó apenas 48 horas más tarde.
Los aviones participantes en la operación no detectaron fuego contra ellos en ningún momento de la operación, ha subrayado Caine. “Parece que no nos vieron. Logramos mantener el elemento sorpresa”, declaraba a los medios en la rueda de prensa del Pentágono este domingo. Las tres instalaciones han sufrido “un daño extremadamente grave”, según el alto mando militar, que precisaba que, no obstante, hará falta aún tiempo para determinar el alcance exacto de la destrucción.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, ha asegurado que Estados Unidos “no busca una guerra” pero ha añadido: “Actuaremos de manera rápida y decisiva cuando nuestra gente, nuestros socios o nuestros intereses se vean amenazados”. En paralelo, el vicepresidente, J.D. Vance, declaraba en una entrevista en el espacio Meet the Press de la cadena NBC que el programa nuclear iraní ha quedado gravemente afectado por los bombardeos.
Vance también instaba a Irán a aceptar los llamamientos de Trump para poner fin a sus actividades de enriquecimiento de uranio y alcanzar la paz. “No estamos en guerra con Irán. Estamos en guerra con el programa nuclear iraní”, ha subrayado el número dos del Gobierno estadounidense.

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