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Trump releva al consejero de Seguridad Nacional en su primera reestructuración del Gobierno

La salida de Mike Waltz, propuesto ahora como embajador ante la ONU, se produce tras el ‘Signalgate’, el escándalo en el que altos cargos compartieron información sobre los bombardeos en Yemen. Marco Rubio asumirá el cargo de manera temporal

Mike Waltz en una conferencia de prensa en la Casa Blanca, en febrero pasado. Foto: Alex Brandon | Vídeo: EPV
Macarena Vidal Liy

Estaba escrito y era ya solo cuestión de tiempo. La primera reestructuración en el equipo de Gobierno de Donald Trump ya está en marcha, exactamente un día después de terminados los fastos de conmemoración de los primeros 100 días al mando de Estados Unidos. El republicano ha relevado a su consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, su principal asesor en política exterior, en una represalia en diferido por el Signalgate, el escándalo en el que un grupo de altos cargos intercambiaron en la aplicación de mensajería Signal textos confidenciales sobre los bombardeos a los rebeldes hutíes en Yemen el pasado febrero. Aunque no se trata de una defenestración completa: en sus redes sociales, Trump ha anunciado que Waltz es su nuevo candidato a embajador ante la ONU. El secretario de Estado, Marco Rubio, dirigirá el Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por sus siglas en inglés) de modo temporal hasta que se decida un sucesor definitivo.

Inmediatamente tras el estallido del escándalo, Trump se había manifestado en público en defensa del antiguo militar, de 51 años. En privado, constaba su malestar. Un malestar a la que se sumaba la falta de respaldo con la que Waltz, un político de corte más tradicional, contaba en los círculos trumpistas partidarios de la disrupción.

En su anuncio en redes sociales, Trump se ha mostrado benévolo con su alto cargo: “Mike Waltz ha trabajado duro para avanzar nuestros intereses nacionales. Sé que hará lo mismo en su nuevo papel”.

El número dos de Waltz, Alex Wong, antiguo cargo del Departamento de Estado durante el primer mandato de Trump y experto en Corea del Norte, también dejará un NSC del que desde principios de abril han salido una veintena de personas.

La designación de Rubio como sustituto temporal apunta a que el secretario de Estado, que se ha mostrado fidelísimo al presidente en cada una de sus intervenciones, está en ascenso. Es la segunda vez desde los tiempos de Richard Nixon, cuando Henry Kissinger compaginó ambos cargos, en que una sola persona se encuentra al frente del Departamento de Estado y del NSC. La trayectoria de Kissinger fue la opuesta a Rubio: ocupaba el cargo de consejero de Seguridad Nacional cuando fue nombrado jefe de la diplomacia estadounidense.

El Signalgate que tan caro le ha costado a Waltz es sintomático del funcionamiento de la Administración Trump, donde sus integrantes han sido escogidos sobre todo por su lealtad, y cuentan por lo general con muy poca experiencia en el campo donde deben desarrollar sus funciones. Todo esto se combina con las presiones para conseguir con rapidez resultados de los que alardear. Y un cierto sentimiento de que las normas y recomendaciones tradicionales están ahí para ser rotas.

El escándalo salió a la luz cuando Waltz, acostumbrado a usar Signal para sus comunicaciones confidenciales en su era como congresista, creó un grupo en esta aplicación encriptada para tratar con otros altos cargos de la Administración sobre los bombardeos que se preparaban contra los rebeldes hutíes en Yemen que amenazan el tráfico marítimo a la entrada del mar Rojo. Estaban todos los que son algo en Seguridad Nacional: el secretario de Estado, Marco Rubio; el de Defensa, Pete Hegseth; la jefa de Gabinete, Susan Wiles; y Steve Witkoff, enviado especial de Trump para Oriente Próximo.

El consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Mike Waltz, escucha al secretario de Defensa, Pete Hegseth, durante una reunión entre Trump y Netanyahu, el 7 de abril en la Casa Blanca.

Pero también estaba, incluido por error, un periodista. Y no uno cualquiera: Jeffrey Goldberg, director de la muy progresista revista The Atlantic, una de las grandes bestias negras reporteriles de Trump. Mientras el atónito periodista permaneció en el grupo -hasta el momento de los ataques, cuando constató que lo que estaba leyendo no era una broma-, varios altos cargos, incluido el secretario de Defensa, Pete Hegseth, intercambiaron con desenfado y emojis detalles confidenciales sobre el bombardeo a los rebeldes hutíes, incluidos los tipos de aviones que Estados Unidos pensaba utilizar y sus horas de despegue.

Al estallar el escándalo, el presidente Donald Trump se mostró en privado muy molesto con la actuación de Waltz —incluido el hecho de que tuviera el número de móvil de un periodista non grato en la Casa Blanca republicana— pero optó por esperar para relevar a su alto cargo a que pasaran las celebraciones por los 100 días de mandato. Trump guardaba el recuerdo de su primera legislatura, cuando la abundancia de ceses en sus primeros tiempos generaron una imagen de caos dentro de su Administración. Como ahora, su primera salida de aquella época fue su entonces consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn. En ese caso, Flynn dimitió después de que salieran a la luz sospechas de conexiones entre el antiguo militar y Rusia.

Pero en el caso de Waltz, la desconfianza hacia el antiguo militar y excongresista por Florida, de 51 años, ya existía antes de que estallara el Signalgate. En los círculos internos del movimiento trumpista se le percibía como un neoconservador partidario de las intervenciones en el extranjero, una línea roja absoluta para esta Administración. Trump, que ha seleccionado a su equipo con la lealtad y la capacidad de comunicar en televisión como requisitos imprescindibles, percibía a su consejero como poco eficaz a la hora de transmitir su mensaje en las ondas.

Los círculos trumpistas, y la activista de la extrema derecha estadounidense Laura Loomer, ya habían exigido, y logrado, las cabezas de otros cargos de la seguridad nacional que consideraban de dudosa lealtad hacia Trump: el hasta entonces director de la Agencia de Seguridad Nacional, el general Tim Haugh, y varios representantes del NSC. Loomer también había arremetido contra Wong, hijo de inmigrantes chinos, al que acusaba de primar los interesese de Pekín.

En las últimas semanas, el perfil de Waltz había quedado en segundo plano en las reuniones y actos públicos de la Administración. En un encuentro con el primer ministro noruego, Jonas Gahr Store, la semana pasada, Trump invitó a intervenir ante los medios a su secretario de Estado, Marco Rubio, pero no al consejero de Seguridad Nacional. Waltz tampoco acompañó al presidente a su mitin de conmemoración de los primeros 100 días de mandato, el martes en el condado de Macomb (Míchigan).

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.
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