Las feministas del PSOE muestran su enfado por primera vez
Por mucho que Pedro Sánchez controle con rigidez el partido, no puede ignorar los casos de corrupción y de supuesto acoso sexual en sus filas


La estabilidad del Gobierno, en España, depende, durante toda la legislatura, de los apoyos parlamentarios que le permitieron la investidura. La pérdida de esta confianza puede llevar a la dimisión del presidente, a la aprobación de una moción de censura por parte de un candidato de la oposición, que necesita la mayoría absoluta para investir a un nuevo presidente, o a una cuestión de confianza, que presenta el propio presidente en ejercicio y que requiere mayoría simple para ratificar el apoyo al Gobierno. Así lo explica cualquier pregunta sobre el tema que se formule con inteligencia artificial.
En España se ha hecho un mal uso de ese principio institucional. El PP decidió en su momento seguir gobernando pese a no conseguir que se aprobaran nuevos presupuestos y ahora pretende que es posible forzar la renuncia de un gobierno mediante manifestaciones callejeras, es decir, mediante estados de opinión, algo obviamente fuera del sistema institucional. Igualmente, el PSOE hace un mal uso, pretendiendo que puede llegar al final de la legislatura sin cumplir el primer requisito institucional: tener mayoría parlamentaria que le permita aprobar nuevos presupuestos.
No se trata de una situación no prevista por la Constitución, porque el texto fundamental establece claramente que deben presentarse nuevos presupuestos o convocar elecciones. El PSOE, pese a sufrir un claro desgaste provocado por posibles casos de corrupción de personalidades socialistas, que por el momento no afectan a la propia estructura del partido, y por el alejamiento del electorado femenino —por las recientes denuncias a miembros del partido por presunto acoso sexual—, se mantiene en el Gobierno convencido de que durante todo este tiempo quien sale perjudicado es el PP, que solo puede alcanzar una moción de censura si es capaz de negociar acuerdos con Junts per Catalunya y con otros pequeños grupos parlamentarios. Es decir, obligado también a aproximar su programa al de Vox para alcanzar las mayorías necesarias. Por eso será tan interesante saber qué pasa en Extremadura el día 21, donde la candidata del PP, María Guardiola, ha desgranado un programa alejado de Vox. Si consigue la mayoría para gobernar sin el partido de Abascal, algo improbable, habrá abierto una ventana al PP y a Feijóo y habrá cerrado otra al PSOE.
Por mucho que Pedro Sánchez controle al aparato del PSOE, que lo hace con extrema rigidez, no puede ignorar que los casos de corrupción de personas socialistas son cada vez más llamativos y que empiezan a oírse algunas voces de enfado entre las militantes feministas más significadas, que fueron abandonando cargos de responsabilidad, obligadas en algunos casos, y que se han pronunciado ahora en artículos de prensa, más que en los órganos de dirección federal. Tampoco puede ignorar las conversaciones en Waterloo entre Carles Puigdemont y Arnaldo Otegi y que a estas alturas existe ya un sector de votantes socialistas que cree que puede movilizarse para impedir que en unas elecciones generales Vox alcance mayoría suficiente con el Partido Popular. Es decir, que prefiere acudir ya a las urnas.
El momento es también muy delicado desde el punto de vista europeo. Primero por la decisión del presidente Trump de apoyar a los partidos y movimientos nacionalistas, contrarios al fortalecimiento de la Unión Europea. Y segundo, porque tanto el primer ministro británico, Keir Starmer, como la primera ministra danesa, la socialdemócrata Mette Frederiksen, han firmado un manifiesto intentado convencer a los países europeos de que modifiquen el Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH), especialmente en lo relacionado con el derecho de acogida de refugiados. Los dos mandatarios proponen que sea posible llevar a los solicitantes de asilo a terceros países, mientras se decide su futuro.
Afortunadamente, hay algunas voces que se oponen a los intentos de Trump de socavar los tratados y acuerdos europeos. Entre ellas, la de Jamie Dimon, quien está considerado como el banquero más importante del mundo (así lo califica la revista Le Grand Continent, después de llevar desde 2005 a la cabeza del banco de inversiones JP Morgan). Dimon considera que la fractura de la UE perjudicaría también a Estados Unidos y que el estallido de los nacionalismos europeos sería una pésima noticia para el mundo entero. Una cosa es que se rebaje el nivel de regulación empresarial que fija la UE (sueño de todos los banqueros y financieros) y otra, dice Dimon, que desaparezcan esos mecanismos unitarios, como quiere Trump.
La debilidad fundamental de la civilización occidental es la empatía, defiende todos los días Elon Musk. La muerte de la empatía humana es uno de los primeros y más claros signos de que una cultura está cayendo en la barbarie, escribió Hannah Arendt.
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