Ir al contenido
_
_
_
_

Diversión, desahogo y dinero: ¿para qué sirve un famoso?

Cualquiera puede ser una celebridad: lo sabíamos hace 25 años cuando Yurena se paseó por las televisiones y lo sabemos ahora en tiempos de ‘influencers’. ¿Cómo ha cambiado la fama en estas décadas?

Famosos
Mar Padilla

La tecnología ha transformado la Tierra en un planeta de mirones, un mundanal salseo donde observar a los famosos. Es un paisaje lleno de vida y color, y también de aguas movedizas, donde podemos tropezar con santuarios de adoración del más exquisito e inane glamour y con ruidosos templos entregados a la mofa y al esperpento.

La serie Superstar de Netflix plantea la simpar historia de Tamara-Yurena, Paco Porras, Leonardo Dantés, Arlequín y Loli Álvarez, personas devenidas famosos-de-la-tele hasta transformarse en carnaza de platós. Estos días, en varias entrevistas, Yurena ha denunciado insultos y humillaciones, asegurando que, en aquella época, a ella y a su madre las llegaron a pegar por la calle.

En televisión, ya se sabe, realidad y ficción se confunden. “Yo diría que la mayoría de ellos sabía dónde se metía”, reflexiona por videoconferencia Carlos Areces, el actor que da vida a Paco Porras en la serie de Nacho Vigalondo. “Algunos, como Loli Álvarez, han confesado que se lo pasaron muy bien. Quizás no eran tan frágiles como Tamara, que en verdad buscaba promocionar su carrera como cantante”.

En todo caso, Tamara y compañía fueron famosos que aparecieron, explosionaron y desaparecieron. Como explica Areces, “la fama es, sobre todo, efímera. Al final todo se olvida. Incluso Beethoven acabará borrado del mapa cuando desaparezca este planeta”.

Pero, en la idolatría o en el escarnio, ¿para qué sirve un famoso? ¿Por qué nos gusta seguir sus vidas? ¿Los necesitamos para algo? ¿Es solo para entretenernos nosotros y enriquecerse ellos?

Más allá de la profesión artística, son muchas las celebrities que “no son sólo individuos sino marcas, cuya imagen se construye, comercializa y vende”, advierte Steven Mintz, profesor de Historia de la Universidad de Texas, en su artículo The Culture of Celebrity: The Meaning, History and Power of Celebrity (La cultura del famoseo: el significado, la historia y el poder de la celebridad), publicado en Inside Higher Ed, el medio de una red estadounidense de Educación.

Es un ecosistema donde la línea que separa lo público de lo privado se asalta, se borra o se vende al mejor postor. Pero cuesta dejar de mirar. Tal vez porque Julia Roberts, George Clooney o Beyoncé son humanos, pero también son otra cosa, una entidad que suma imagen y subtexto. Algo parecido a un espejo donde los “normales” nos vemos reflejados —de una manera extrañamente amplificada— en “ellos”.

Como los antiguos diosecillos o dioses del Olimpo griego, los famosos son correosamente terrestres. Ellos también pierden a seres queridos (Sharon Osbourne), se arruinan (Mike Tyson), envejecen de forma no convencional (Mickey Rourke), o lo hacen lentamente y bien (Sophia Loren), sufren adicciones (Kurt Cobain), pasan por una desastrosa vida familiar (Marlon Brando), o por una larga historia de amor y familia (Elsa Pataky y Chris Hemsworth).

De hecho, hace dos veranos, Buzzfeed planteaba si Timothée Chalamet se ajustaba más a la idea del dios de la belleza (Dionisio) o de la hospitalidad (Hermes), y si Taylor Swift se parecía más a la diosa del amor (Afrodita) o a la de la estrategia (Atenea).

Pero los famosos cada vez van más por libre. De un tiempo a esta parte las redes se han convertido en su canal de comunicación por excelencia. “Antes, llegar al plató de Crónicas marcianas no era nada fácil. Y ahora puedes emitir en directo tu vida, sin intermediarios. Pero hay más competencia, claro”, afirma Areces.

Así, hay famosos que a partir de las redes crean, alimentan y controlan su propio ecosistema de exhibición y negocio, como Ibai Llanos. Y hay otros que tienen tanto tirón en ellas que acaban aterrizando en medios convencionales. Como Lalachus, que trabaja en Televisión Española pero inició su carrera como creadora de contenido en redes durante la pandemia, y se hizo viral por su sentido del humor y su entusiasmo por Operación Triunfo.

“Ese es el principal cambio en el ámbito de la fama y la celebridad: la creación de esta nueva categoría de famosos, que pueden elegir si estar o no en las redes sociales y algunos optan por no estar en absoluto”, explica por correo electrónico Gayle S. Stever, profesora de Psicología de la Universidad Empire State de Nueva York.

De la pasión al hartazgo

Ahora, como en tiempos de la famosa Cleopatra, lo que viene se abre paso, y lo que está no quiere moverse, pero queda claro que las redes han transformado la cultura de los famosos. “Esto no es el siglo XX, cuando se buscaban celebridades inalcanzables y perfectas. Queremos que a los que hemos puesto en un pedestal sean cercanos a nosotros”, exigió la noche de la gala del Met en Nueva York Polina Nioly ante sus más de medio millón de seguidores en TikTok.

Otros están hartos. En esa misma gala de los Met, muchos espectadores lo pasaron en grande con los vestidos y las poses de Anna Wintour, A$AP Rocky, Madonna, Lewis Hamilton y demás. Pero algunos lo contemplaron como si de La parada de los monstruos se tratara. En TikTok, algunos explotaron ante tanto artificio hablando de Gaza, y otros criticaron tanto lujo exhibicionista, comparándolo con su precaria situación personal, haciendo referencias a Los juegos del hambre.

“No creo que los famosos hagan falta, sinceramente”, denuncia al teléfono el actor y cómico Santiago Alverú, autor de Demasiado famosos (Aguilar, 2025). “Mi teoría es que nos lo ponen y nos lo imponen. Nos bombardean, y hay herramientas del sistema para seguir vendiendo eso”.

Alverú califica el ecosistema de las celebridades de “amañado” y anima a ser críticos con él. Porque los cuentos de hadas no existen: la fama se prepara y se mercantiliza a través de relaciones públicas, de montajes de historias falsas, de enchufes y representantes, detalla. La fama instrumentaliza a la persona “para vender una serie, un libro, música o yogures, y deshumaniza. Dejas de ser un ser humano y te conviertes en parte de un engranaje, y eso produce tristeza”.

Algo así le pasó al actor Jaime Lorente. Vivió la fama instantánea por su participación en la serie La casa de papel y, desde entonces, la relación con su familia, con sus amigos, con el dinero o con sus ganas de convertirse en un gran actor se vieron trastocadas. “La fama me ha aislado muchísimo”, confiesa el actor murciano en Demasiado famosos.

El juego en redes es aún nuevo y sus participantes también. Veremos. En la película Diamante en bruto (2024), de Agathe Riedinger, la idea de triunfar en TikTok viviendo el sueño de ser la nueva Kim Kardashian se transforma en pesadilla. Tal vez la auténtica Kim, en su casa de 1.500 m2 color vainilla, en alguno de los espejos de sus 10 lavabos, o contemplándose en la pantalla de su tele de 150 pulgadas, tampoco lo encuentra tan divertido. Pero no es nada personal, solo negocios.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Mar Padilla
Periodista. Del barrio montañoso del Guinardó, de Barcelona. Estudios de Historia y Antropología. Muchos años trabajando en Médicos Sin Fronteras. Antes tuvo dos bandas de punk-rock y también fue dj. Autora del libro de no ficción 'Asalto al Banco Central’ (Libros del KO, 2023).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_