Ir al contenido
_
_
_
_

Sari Nusseibeh, filósofo palestino: “Incluso en Gaza, la gente perdonará”

Este pensador nacido en Siria con fama de moderado lamenta la deriva mesiánica de Israel y el auge de Hamás, pero sigue viendo la paz como inexorable. Confía en la capacidad de transformación de ambos pueblos

Sari Nusseibeh
Antonio Pita

La bonita casa tradicional en la que nos recibe Sari Nusseibeh (Damasco, 1949) muestra los siglos de importancia de su familia en la sociedad palestina. Él es, sin embargo, mucho más que su apellido. Nacido “un año después de la creación del Estado de Israel” en Siria —su madre fue una de los cientos de miles de palestinos huidos o expulsados entonces del actual Israel—, se licenció en Filosofía en Oxford, se doctoró en Harvard, dirigió la Universidad Al Quds de Jerusalén entre 1995 y 2014 y representó brevemente en la ciudad al histórico dirigente palestino Yasir Arafat. Pero, sobre todo, bajó de la torre de marfil académica —es autor de media decena de ensayos— para implicarse en los debates del movimiento nacional palestino. Su trato con los israelíes (a pesar de que no pudo interiorizar el hebreo que estudió por resistencia), su rechazo a la violencia de la segunda Intifada y su polémica defensa de que los refugiados renunciasen a su derecho a regresar al actual Israel —veía prioritario crear un Estado palestino— le granjearon críticas. En 2002 lanzó una iniciativa por la paz con un exjefe de los servicios secretos israelíes, Ami Ayalon. La firmaron 250.000 israelíes y 160.000 palestinos, hasta que cayó en el olvido. En 2004, recibió el Premi Internacional Catalunya de la Generalitat, junto al escritor israelí ya fallecido Amos Oz, por su “decidida, valiente y matizada intervención en favor de la paz”. Una encuesta de Prospect y Foreign Policy con 500.000 participantes le situó cuatro años después en el puesto 24º de intelectuales más influyentes, a la altura de Salman Rushdie y Slavoj Žižek.

Hoy, Israel desangra Gaza y usa el hambre como arma de guerra. Hamás simboliza para bastantes palestinos la única resistencia posible. Y, en uno y otro pueblo, la esperanza de paz alcanza mínimos históricos. Para él sigue siendo inexorable. No por “inocencia”, ni por aferrarse a sus propuestas. Mantiene la convicción de que es la única opción realista y racional. Y de que, como ya mostraron otros conflictos, se impondrá a la fantasía de la derecha israelí de que los palestinos “acaben de algún modo desapareciendo”.

P. Dice usted que son tiempos confusos…

R. He llegado a un lugar mucho más confuso que en el que comencé. Crecí a partir de [la guerra de los Seis Días de] 1967. Israel dejó de ser una entidad extranjera y lentamente comencé a intentar comprenderla. Con la edad, las preguntas resurgen constantemente y a veces cambian las respuestas.

P. ¿Y cómo han cambiado desde el 7 de octubre de 2023?

R. Aun entendiendo los efectos psicológicos que ese golpe ha tenido sobre la sociedad israelí, esta se ha transformado: de tener muchos lados positivos con los que era posible convivir ahora ha abrazado una mentalidad mesiánica o de extremismo religioso. Es un periodo doloroso. Me siento triste. Pero no creo que esta realidad continúe. Soy optimista por las transformaciones que he visto en ambos pueblos. Hubo épocas en las que cada parte no podía digerir la existencia de la otra. Y otras en las que vieron la posibilidad de aceptar vivir al lado del otro. Entre 1948 [año de creación del Estado de Israel] y los años sesenta, el lado árabe creía que la guerra era ‘o ellos o nosotros’. Luego entendió que debía centrarse en alcanzar un acuerdo. Hoy, los dos vuelven a sentir que es una lucha existencial.

P. ¿Los últimos meses le han hecho dudar de la posibilidad de un futuro compartido?

R. Todavía creo que puede suceder, una vez se presente de nuevo la oportunidad. Hasta entonces, el precio será muy alto. También por cómo nos percibimos. Los israelíes ven a los palestinos como terroristas, y a la inversa como demonios todos.

P. Por ahora, había un alto el fuego en Gaza y Benjamín Netanyahu decidió romperlo.

R. No está solo. Representa un liderazgo mesiánico cuyo objetivo es prolongar su dominio y borrar la imagen del pueblo palestino como un fuerte contendiente de la soberanía territorial. Por tanto, la continuación de la guerra en Gaza y la anexión efectiva de Cisjordania son una prioridad absoluta. Incluso si se ve obligado a dimitir, la probabilidad de un cambio radical en la política israelí es extremadamente baja. Tendremos que esperar tiempos mejores.

P. ¿La consecuencia natural de Gaza no sería una generación llena de odio?

R. No necesariamente. Los palestinos perdonamos mucho. Si la gente vuelve a recibir una visión positiva del futuro, las cosas lentamente pueden cambiar.

“En el conflicto de Oriente Próximo solo hay una cosa inevitable: en algún momento recuperaremos la cordura”

P. ¿Qué salió mal para pasar del optimismo de los noventa a la situación actual?

R. Con la primera Intifada hubo una transformación psicológica importante. Una masa crítica de israelíes y palestinos buscaban un acuerdo de paz. No se hizo realidad y vino la segunda Intifada, todo se vino abajo y la gente volvió a pensar que su esperanza era ilusoria. Del lado israelí pensaron: “Si conseguimos lo que podamos sin que la comunidad internacional nos moleste, nadie nos detendrá. Si conseguimos más tierra, tal vez los palestinos simplemente desaparecerán de alguna forma”. Es lo que hizo la derecha israelí. La Autoridad Palestina se debilitó y fue surgiendo Hamás, lo que llevó al 7 de octubre y a los horrores que hemos visto.

P. ¿Cómo rompemos este ciclo…?

R. Solo hay una cosa inevitable: en algún momento recuperaremos la cordura. Del lado palestino, hay quien dice que la resistencia violenta es la única forma de romper la dinámica, que las negociaciones han demostrado su fracaso. En realidad, ni la violencia ni la amabilidad nos llevarán a ningún lado.

P. ¿Cómo llevó que le llamasen traidor?

R. Sabiendo que no necesito que nadie me describa como traidor o nacionalista. Arafat me respetaba más que a otros en su entorno, cuando comencé a hablar de los refugiados era directo y franco.

P. Se refiere a su propuesta de renunciar al derecho de retorno…

R. Durante la segunda Intifada me llamaron de Dheisheh [el campamento de refugiados en Belén]. “Nos gustaría que vinieras a hablar con nosotros”. Era arriesgado, pero sabía que no dormiría si no iba. Expliqué por qué pensaba que era lo mejor. Al final, los tres que cortaban el bacalao dijeron: “No estamos nada de acuerdo. Incluso nos asquea. Pero te respetamos de veras por venir a defenderlo, nuestros líderes en Ramala dicen lo mismo, pero a nuestras espaldas”.

P. Es difícil encontrar gente que apoye al liderazgo en Ramala.

R. Uno de los problemas con la Autoridad Palestina, especialmente con Abu Mazen [el presidente, Mah­mud Abás], es que no ha tratado de estar cerca del pueblo. Es como un emperador en su palacio. Puedes pasarlo bien, pero significa que realmente no gustas a nadie.

P. Lo que impulsa la popularidad de Hamas...

R. Es muy popular. Es una reacción natural, muchos se sienten desvalidos, y cuando uno de los suyos se levanta contra el monstruo y le da un puñetazo en la cara… Pero, lentamente, la gente comienza a ver más allá. Incluso en Gaza, la gente perdonará. Y si se les da una esperanza real para el futuro, podemos ir en la dirección correcta. Siento que ya está pasando, lentamente. Sucederá. Ojalá.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_