El nacimiento del ‘hip-hop facha’: “Los que dicen que el rap no puede usarse para apoyar a un partido de derechas encasillan al género”
Con el auge de la ultraderecha, ha surgido un grupo de raperos reaccionarios con nombres como Angie Corine. Un fenómeno que el grueso de la escena hip hop considera antinatural


“Antes que comunista o populista seré facha”. “No apoyo el femimarxismo nazi que hay ahora”. No son mensajes en redes de perfiles con un extraño nombre de usuario bajo una foto de una bandera de España. Son las letras de Swit Eme y Angie Corine. Ellos y otros raperos como El Jincho o Santaflow hacen rap político de ultraderecha.
La xenofobia, el clasismo, la misoginia o el racismo habitan sus letras. Acusan directamente a colectivos como el LGBTIQ+ o el feminista de que España vaya mal. “Spray jamón al que mienta”, versa el catalán Swit EME en un tema. No esconden su deriva reaccionaria: “Ganamos una vez y ahora nos piden la revancha”, canta en Viva España, referenciando la victoria franquista. Tanto él como el Jincho defienden de un modo casi panfletario las ideas de Vox y Santiago Abascal. “El único que puede solucionar las cosas”, declaraba Jincho en sus redes. Angie Corine ha ido un paso más allá, actuando en un mitin de campaña de Vox en el Palacio Vistalegre de Madrid.
En teoría, la esencia del rap choca frontalmente con los postulados de la ultraderecha. El género nació en los barrios pobres y racializados de Nueva York, durante los años en los que Reagan trató de desmantelar la estructura del estado de bienestar. A través del hip hop quienes no tenían voz pudieron exponer las injusticias, la segregación racial y las desigualdades. El rap se entendió como una forma de denuncia y resistencia, ligada al panafricanismo. Los valores asociados a la ideología conservadora son precisamente las que cuestiona el rap como género musical. Nace de la contracultura.
‘Viva España’, uno de los temas de otro rapero ultraderechista, Swit Eme.
“Fachas rapeando, primo, esto no es serio”, canta Ill Pekeño en San Cucufato. En otra entrevista, hace tres años, decía que por muy pureta que suene, el rap debe ser antifascista. ¿Mantiene su idea? “Totalmente, pero voy a ir más allá de sus orígenes: este género no puede faltarle al respeto a los Derechos Humanos ni a ninguna etnia, raza o colectivo oprimido. No se puede ser nazi y apropiarse de unos códigos ajenos”, contesta por teléfono. Sobre los músicos que usan el rap como vehículo de expresión política considera que “riman palabras, pero es lo único que hacen que se puede relacionar con el rap”, zanja.
Ser antisistema no significa que el rap tenga un ideario concreto. Desde los tiempos de 2pac o Biggie, el rap ha cuestionado la socialdemocracia o el Estado y se ha vinculado con el anarquismo. “La etiqueta de rap la veo por encima de la dicotomía de izquierda y derecha, pero sí tiene unos valores muy claros de antifascismo, como el antirracismo o la defensa de Derechos Humanos”, opina Erik Urano, rapero consolidado en el género desde hace más de 15 años. Coincide con la artista sevillana Juicy BAE: “No puede haber raperos de ultraderecha. Alguien que entiende el género jamás apoyaría esos valores. Menos aún harían campaña por ese partido político”, dice refiriéndose al apoyo de Angie Corine a Vox.
De todos los artistas conservadores aquí mencionados solo Angie Corine se ha prestado aresponder para este artículo. Antes de hacer música, Corine era creadora de contenido y tiene más de 700.000 seguidores en Instagram. Según ella, lo que hace es denunciar injusticias y crítica social. Aprovecha el mensaje antisistema y le da la vuelta: “Nos enfrentamos a una de las mayores injusticias de nuestra historia reciente. Aunque seamos pocos los artistas que defendemos abiertamente determinadas posiciones, sé que representamos la voz de muchos españoles. Algunas personas dicen que el rap no puede usarse para apoyar a un partido de derechas, pero son los primeros en encasillar el género en una única ideología política y en limitar la libertad de quienes piensan diferente. El rap es música, y la música es libertad de expresión”, zanja la artista nacida en EEUU y de raíces polacas.
Angie Corine y su vídeo ‘España 2′
Angie Corine era seguidora de Juicy BAE hasta hace no mucho. Pero la rapera sevillana no titubeó en rechazarla y posicionarse: “Das lache. Deja de seguirme”, le escribió por redes a la defensora de Abascal en cuanto se percató. “Me parece una opinión bastante ignorante y dogmática”, replica Corine. “No puedes defender el nacionalismo, difundir bulos sobre la okupación y el comunismo y rechazar a los inmigrantes cuando tú misma te has beneficiado del sistema político español”, rebate Juicy BAE.
El rap es un género musical que nació en la comunidad afroamericana de EE UU. Rapear en contra de la migración, por tanto, es una incongruencia al origen. “Veo hipócrita hacer rap y cantar en contra de la inmigración. Heredamos una expresión artística de gente migrante y racializada”, expone Erik Urano.
El hip hop se encuentra todos los años en el top cinco de géneros más escuchados del mundo, según la Federación Internacional de la Industria Fonográfica. La ultraderecha imita sus códigos. “Les da igual ser hipócritas: cogen una corriente artística con un camino labrado para expandir su mensaje, pero hubiesen cogido cualquier otra. Cuelan el mensaje en una estética ya asentada”, piensa Urano. “
Angie Corine ha lanzado España, España 2, España 3 y España 4. La última bajo ritmo de dembow, originario de República Dominicana. Ill Pekeño tiene clara su opinión: “Me hace gracia ver a esta gente con estos mensajes sobre un dembow, un afrobeat o un drill. Si los que la crearon los escuchases y viesen el tipo de odio que siembran, les escupirían a la cara”.
La batalla cultural
Según los últimos sondeos, un 38% de los hombres jóvenes votarían a Vox si se celebrasen ahora elecciones. ¿La batalla ideológica ha llegado al rap? “La ultraderecha intenta ocupar espacios que antes no les pertenecían”, explica Héctor Fouce, profesor de Semiótica en la UCM.
Con el aumento de las ideas conservadoras y de ultraderecha se organizaron acciones como No le des casito, tratando de evitar el aumento de su interacción en internet. Artistas como el Jincho tienen más de un millón de oyentes mensuales en Spotify. Swit EME llega a los 250.000. Erik Urano opina que quizás sea el momento de enfrentarlos. “Algunas de esas personas me superan en números. No sé hasta que punto les hago yo de altavoz si hablo de ellos. Están imponiendo parte de su relato y hay que combatirlo”. Para Angie Corine, cada vez son más, “pero no se atreven a expresarlo por miedo”.
Para Ill Pekeño, la búsqueda de viralidad es el fin de estos raperos reaccionarios. “Pensé si hablar o no del tema, pero cuando algo se vuelve viral es muy difícil de controlar y no puedes poner un cortafuegos a la ignorancia”. Sospecha de intereses económicos y de notoriedad detrás: “Lo utilizan como negocio. Esta gente no se ha visto en otra en su vida. Ven que un tema pega e intentan repetir la fórmula. Lo único que quieren ser es ser famosos. Soy cauto en dar voz a esa gente, porque es lo que desean”.
“Son agentes infiltrados. Su ideología es el dinero. Ven un nicho de mercado”, comparte Erik Urano. Él cuestiona su validez intelectual. “Estamos debatiendo con amebas: no tienen un background político, son frases vacías. Una especie de mister wonderful del nazismo que no vale para nada. No es gente con conocimiento de su ideología con la que poder debatir”. “Se aprovechan de personas sin un nivel de educación o madurez como para tener capacidad de haber creado una opinión o idea política”, añade Juicy BAE. “Es un reflejo de cómo se intentan camuflar estas ideas retrógradas en perfiles jóvenes. Es como cuando vemos a un inmigrante de ultraderecha”, compara.
Raperos como el Jincho, del barrio obrero de Orcasitas, reivindican en sus canciones su origen de barrio. Ese nexo sirve para identificarse con muchos jóvenes. Aunque sus postulados son peligrosos. En un directo en Instagram hace ya cinco años, el rapero mostró su homofobia: “A mí no me gustan las mariconerías. No es normal que dos hombres se besen”. Con esa supuesta rebeldía aumentan sus oyentes jóvenes. “Me encantaría ver a personas de ultraderecha creando géneros musicales. Que desarrollasen su propia cultura en lugar de copiar otras”, ríe con ironía Alexia G. Ferrer.
El Jincho, rapero que ha asumido los axiomas de la ultraderecha.
¿Es importante que los raperos reivindiquen la esencia del género y se posicionen contra la ultraderecha? “Para mí sí. Intento ir a manis, asambleas, informarme… Es muy satisfactorio ver cómo gente de mi barrio cambia en cuanto a conciencia de clase. Y eso que es difícil. No hay peor facha que el de clase baja”, responde Ill Pekeño. “Hay que posicionarse, pero no solo como artista y con el auge de la ultraderecha. Cualquier persona de a pie debe interesarse por la política en lo que se percibe como injusto”, reivindica Erik Urano.
¿La culpa es del ‘ego trip’?
El individualismo y la fantasía de hacerse rico por uno mismo es la narrativa dominanteen el rap. El hip-hop como un fenómeno contradictorio: no es ideología de mercado, pero tampoco una resistencia contracultural constante. “Tiene su conciencia social, pero ha defendido el individualismo o el consumismo. Eso puede enganchar a gente”, evidencia Fouce.
No es algo novedoso. NWA o Run DMC exponían crítica social a la vez que ostentaban conduciendo un Lamborghini. Yung Beef canta que quiere que lo vista Armani a la vez que “le follen a los avisos de desahucio”. “El rap se ha usado también para vacilar. Somos reflejo de nuestra sociedad”, opina Juicy BAE. “El rap tiene una esencia de fronteo. Los rappers de los noventa vestían de Ralph Lauren y la gente no lo entendía. A mí me cuestionan si llevo alguna marca. Pero es un código: podemos vestir como los millonarios aunque vengamos de la calle”, explica Ill Pekeño. “Y mola contar tus historias personales. No me gusta ser un panfleto y hablar solo de política”, reflexiona el rapero madrileño.
Erik Urano razona que quien ha sido marginado y sin opciones exhibe su éxito cuando lo alcanza por vías ajenas al Estado. “Su formación ha sido muchas veces la televisión o las redes sociales, con unos inputs culturales que constantemente mostraba lo que ellos no tenían”. Él ve cierta revancha: “Es como: me habéis desplazado y ahora que lo he conseguido, os lo enseño. No se puede pedir que a alguien que ha sido marginado, cuando tiene éxito, sea un apoquinao y haga gala de sus éxitos. Puede ser reprochable de cara a los jóvenes, pero también puedes combinarlo con ser alguien combativo y comprometido”.
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