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El problema del “si yo puedo, tú también”: ¿es lícito decepcionarse cuando un famoso decide adelgazar?

Las reacciones en redes sociales a los cambios en la anatomía de las celebridades hablan no solo de nuestra problemática relación con los cuerpos, también con nuestros ídolos

Famosos dietas
Karelia Vázquez

Ha nacido un villano. Otro. Este es nuevo y es un traidor. Es esa persona que ganó seguidores e hizo fama y carrera reivindicando su derecho a no avergonzarse de sus gramos de grasa acumulada y que, voluntaria o involuntariamente, fue encumbrado al liderazgo de aquello que conocimos como movimiento body positive. El nuevo villano, repentinamente, utiliza las redes sociales para contar su proceso de adelgazamiento, sus rutinas de ejercicio, su dieta, su relación con su entrenador personal. Su “viaje”, lo llama. Otra versión casi más dura es que el personaje en cuestión aparezca delgado y musculado de la noche a la mañana sin que haya más explicación que unos pinchazos de Ozempic o Wegovy jamás confesados, porque el villano asegura que ha adelgazado solo con su esfuerzo.

Incluso aunque una celebridad que triunfa sin poseer un cuerpo normativo no hable de su cuerpo, este se convierte en parte de la conversación. Es inevitable. Ha ocurrido con cantantes, presentadoras, streamers y actores, ahora y siempre. Y, como siempre, el juicio se centra casi siempre en las mujeres (Adele, Oprah Winfrey, Tamara Falcó, Carlota Corredera, Tania Llasera, Lizzo o Rosa López). Aunque la cuestión del peso también afecta, cada vez más, a los hombres (Quevedo, Ibai Llanos, Chris Pratt o Sam Smith), ya sea porque lo han perdido o porque lo han ganado.

Y cuando una celebridad pierde peso, ¿pueden los seguidores que en parte la admiraban por su físico sentirse traicionados? ¿Se ha convertido el ídolo en villano o es solo alguien que quiere cambiar su aspecto, por el motivo que sea? ¿Le debe alguna explicación a su público? Y, si nos está contando su proceso de pérdida de kilos, ¿debe ser absolutamente transparente y hablar de cómo lo ha conseguido o hay algo de ese proceso que pueda o deba guardar para sí?

¿Pero qué es eso de ser gordo exactamente?

El doctor Cristóbal Morales, endocrino y vocal de SEEDO (Sociedad Española de Obesidad), explica que no existe una obesidad, sino muchas obesidades, y que no todo lo que se salga de un cuerpo delgado representa un peligro para la salud, el argumento más popular de la gordofobia. “Es una enfermedad compleja con raíces psicológicas, hormonales y ambientales, y hay que diagnosticarla teniendo en cuenta factores que van más allá de la talla. El peso ideal no existe, lo que hay para cada persona es un peso saludable”. También aclara que, si se hace por recomendación médica, no se puede caer en la crítica por deserción: “No podemos alabar al que deja de fumar o controla su hipertensión y estigmatizar al que consigue adelgazar”.

Luis Pedro Domínguez, o sea Quevedo, durante un concierto en México en 2025. Su pérdida de peso dio mucho que hablar el año pasado.

Por su experiencia de más de 20 años investigando la obesidad, Morales sabe que los procesos de adelgazamiento son duros y únicos para cada persona, por tanto recomienda que se mantengan en el ámbito médico y privado y no se conviertan en contenido para alimentar las redes sociales. “Los médicos no somos jueces, no estamos para hacer un diagnóstico visual porque en la obesidad y el sobrepeso muchas veces el código postal es más importante que el genético”.

“Todo cuerpo gordo, para validarse, se entiende como un cuerpo en tránsito hacia la delgadez, pero eso en las personas públicas se multiplica por mil”
Enrique Aparicio

Es comprensible que los seguidores de personas que se dicen orgullosas de sus kilos y de su fisonomía no normativa se sientan un poco más solos cada vez que una de ellas adelgaza o se dedica a contar con pelos y señales su travesía en el desierto para perder kilos. El problema es lo que consideramos un cuerpo “no normativo”: cada vez más lo usamos para describir cualquier cuerpo que no sea musculado, delgado y acorde a los físicos a menudo inalcanzables que nos muestran las redes sociales o las series juveniles que triunfan en las plataformas de streaming. Además, la llegada de Ozempic coincide, por lo que sea, con adelgazamientos exprés que se intentan disfrazar de esfuerzo y crecimiento personal cuando son “mejores versiones de uno mismo” conseguidas a golpe de Semaglutida (el principio activo de Ozempic y Wegovy). Lo que pasa con estos medicamentos que consiguen una reducción del 15% del peso corporal en pocos meses es que, en opinión de algunos, están descabezando el movimiento body positive que clamaba por la aceptación del cuerpo tal y como es.

Es cierto que las personas gordas o no normativas apenas han tenido referentes de éxito en Hollywood, en los medios o incluso en las redes sociales (y los que ha habido eran, casi siempre, los gordos, como en una especie de carpeta propia y acotada dentro de la fama: el actor gordo, el influencer gordo o la cantante gorda). Muchas de las estrellas que suponían un soplo de aire fresco simplemente por no encajar en el canon de los cuerpos de gimnasio han acabado teniéndolos.

Sam Smith es uno de los casos en los que fue al revés que el resto: tras ganar peso ha mostrado orgullosamente su cuerpo en conciertos y videoclips (llevándose, eso sí, despiadadas críticas por ello).

El proceso ni siquiera es nuevo: es habitual que antes una celebridad que perdía una cantidad importante de kilos enseñase, con orgullo, su nuevo cuerpo en la portada de una revista. La superestrella Oprah Winfrey centró durante años la atención en sus dietas y dedicó a sus pérdidas de peso programas especiales de televisión (a menudo después recuperaba ese peso y, de hecho, años después se arrepintió de aquellos especiales). Tal vez entonces no existían las redes sociales para que los seguidores de Oprah pudiesen manifestar al mundo que ellos la amaban por ser una mujer con un cuerpo más real que el de una modelo, pero hoy sí. Y esta suerte de abandono que sienten los seguidores de una figura que ha hecho bandera de un cuerpo, para según quien, imperfecto, desata todo tipo de reacciones y comentarios en sus post. Pero ¿es justo tanto enfado?

“Como personas gordas que hemos decidido dejar de pelearnos con nuestros cuerpos tenemos muchas contradicciones… y sí, podríamos empezar a hacer una dieta”

Lara Gil y Cristina Tena, las autoras del podcast Nadie hablará de nosotras –un espacio sobre gordofobia–, dedicaron un episodio entero al asunto y lo llamaron Gordas traicioneras (homenaje a una canción de La Ogra y también a aquel vídeo viral en el que Esty Quesada, alias La pringada, mostraba su decepción ante el adelgazamiento de Carlota Corredera y suma, actualmente, casi tres millones de visualizaciones). Por teléfono, Cristina Tena explica si ella perdonaría semejante volantazo. “Como personas gordas que hemos decidido dejar de pelearnos con nuestros cuerpos tenemos muchas contradicciones… y sí, podríamos empezar a hacer una dieta”, concede. O, como dice un amigo que prefiere mantenerse en el anonimato: “Ser gordo significa querer dejar de serlo varias veces al día”.

El caso Quevedo

Tras unos meses desaparecido, el 29 de junio de 2024 el cantante canario Quevedo dio su único concierto del año en el Big Sound Festival de Valencia ante 23.000 personas. A nadie se le escapó que aquél era otro Quevedo: musculado, con abdomen definido, brazos y piernas tonificadas y varios kilos menos. La polémica estalló, como dice la jerga de las redes sociales: que si había gordofobia en la industria de la música y que si Quevedo ni siquiera estaba gordo como para ponerse a adelgazar. Por supuesto, surgió el debate de si era un traidor por haber creído que el talento no habita igual un cuerpo con ligero sobrepeso que uno fit. El cantante explicó en una entrevista en GQ que su cambio físico se debía a que había decidido llevar “una vida más ordenada”. En cualquier caso, en el éter quedó flotando un mensaje: tengas el talento que tengas, es mejor si estás delgado.

Tena reconoce que, por mucho que una persona esté dispuesta a abrazar su físico y sus contradicciones, el rechazo que le devuelve continuamente la sociedad acaba haciéndola dudar. “Aunque te mires al espejo y te guste lo que ves, si eres gorda casi nadie querrá relacionarse contigo socio-afectivamente, el médico apenas te hará caso cuando pidas ayuda y un día querrás cambiar y lo intentarás. Yo puedo empatizar si ese cambio viene de las propias contradicciones que nos provoca haber nacido en una sociedad gordófoba que desde pequeña nos ha inoculado que tenemos que dejar de ser gordas”. Pero Tena se apresura a marcar la línea roja: “Una cosa es abrazar tus contradicciones y otra usar a las personas gordas para conseguir algún beneficio, ya sean seguidores, tráfico o colaboraciones con marcas”.

Chris Pratt en el año 2009. Ya era un hombre deseado sin tener un cuerpo de gimnasio, pero cuando lo tuvo, Hollywood decidió que podía hacer también de superhéroe.

El argumento de la salud para adelgazar es universal, lo que cambia en este ámbito es cómo se articula. “Si alguien como Tania Llasera dice que está todo perfecto pero que ella quiere adelgazar porque quiere llegar a vieja para abrazar a sus nietos, o si Antonio Orozco afirma que nadie con 30 kilos de más puede estar bien, tampoco me complace, pues eso es violencia. Se les está diciendo a las personas con sobrepeso que van a morir jóvenes. No quiero que nadie hable en mi nombre para decir esas cosas”, zanja Tena.

Enrique Aparicio, escritor, periodista cultural y activista de la diversidad de los cuerpos (por ejemplo, en su columna de Público) cree que pese a que ”ninguna persona, anónima o pública, nos debe ninguna justificación de lo que haga con su cuerpo, sí entiendo la decepción de quienes tienen como referente un cuerpo gordo que con el tiempo decide adelgazar. Son tan escasas las personas gordas exitosas que, quieran ellas o no, se convierten en representación para mucha gente, que cuando adelgazan es un nuevo mandato para ese público, tipo: ‘¿Lo veis?, todo el mundo quiere adelgazar, incluso si antes has tenido un discurso de aceptación corporal".

“Entiendo perfectamente a quienes adelgazan, y más si están en el ojo público”, continúa. “Hace falta mucha fuerza de voluntad para habitar un mundo gordófobo, y más si tu cuerpo es objeto de escrutinio constante. No pongo el foco sobre esas personas, sino la violencia de la que un cuerpo quiere librarse adelgazando al precio que sea”.

El caso de la cantante Adele (fotografiada aquí en 2023) es uno de los que ha recibido más escrutinio en su pérdida de peso.

Aparicio señala una perspectiva interesante: que de toda celebridad “gorda” se espera que adelgace, como si fuese un proceso inevitable en el escaparate de la fama. “Todo cuerpo gordo, para validarse, se entiende como un cuerpo en tránsito hacia la delgadez, pero eso en las personas públicas se multiplica por mil. Uno de los casos más claros es Adele, la de veces que se dijo que por fin había adelgazado, porque no se entendía que siendo tan exitosa permaneciera gorda". Aparicio cree que el ejemplo de Adele fue un ejemplo muy válido de cómo hacerlo: “Apareció delgada sin más y no ha hecho especial hincapié en ello. Prefiero eso a las personas que han hecho de su adelgazamiento una cruzada contra la gordura, con mensajes estigmatizantes (lo mal que estaban antes, lo bien que están ahora) y un mensaje engañoso y mesiánico de: si yo he podido, tú también puedes”.

El sociólogo Viren Swami, profesor de la Universidad ARU en Cambridge, sostiene que estas personas cargan con nuestra rabia solo porque son gordas y tienen visibilidad. “Las seguimos y creemos que tenemos una relación estrecha con ellas, pero en realidad no las conocemos, y aunque lideran un movimiento, en este caso el del body positive, no podemos pedirles responsabilidades. No son políticos, no los hemos votado para que nos representen y se conviertan en nuestra voz”.

No deberíamos sentirnos traicionados porque no son nuestros amigos, tampoco hemos firmado un contrato antes de convertirnos en parte su audiencia ni existe una clausula por daños y perjuicios. Solo podemos decidir dejar de creer en ellos, como cuando nos decepcionamos con un influencer que hoy nos quiere convencer de que invirtamos en una fragancia nicho de 350 euros y mañana de que nos arreglemos con la versión barata que vende una franquicia textil. Las redes sociales son ese lugar exaltado pero volátil donde nada dura demasiado tiempo. Probablemente un enfado sea lo más largo que suceda en ellas.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.
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