Ir al contenido
_
_
_
_

“Ser gordo nos iguala a todos”: el caso Ibai Llanos o por qué ni los ricos y famosos se libran del juicio a sus cuerpos

El célebre ‘streamer’ ha hecho pública su pérdida de peso, proceso que ahora cumple un año y que responde a motivos de salud. Pero la atención que ha recibido también evidencia la dificultad de no encajar en un físico normativo

Ibai Llanos, el pasado septiembre en Barcelona.
Karelia Vázquez

Uno de los vídeos más vistos de Ibai Llanos, y esto es mucho decir, se llama Así perdí 50 kilos y se grabó a inicios de 2025. El streamer más famoso de España cuenta su calvario para perder peso, su dieta hiperproteica –es un hecho que hace poco más de un año varios nutricionistas le tiraban los tejos–, su régimen de ejercicio y su cambio de vida. Y cuenta también todo lo que ha ganado con lo que se ha quitado de encima: ya no tiene que dormir con una máquina porque su apnea de sueño ha desaparecido, se puede acordonar los zapatos, se agacha sin dolor, no tiene que calibrar la resistencia de una silla antes de usarla y se puede abrochar el cinturón de seguridad del coche al primer intento. Han sido seis largos meses, “de mucho entreno y trabajo”, dice en el vídeo.

Ibai siempre ha dicho que ha adelgazado por salud, no por estética. Y la salud es, por supuesto, la razón fundamental para quienes intentan perder peso: la obesidad aumenta el riesgo de desarrollar 13 tumores malignos y se relaciona con más de 200 enfermedades, según explica a ICON la doctora Irene Bretón, endocrinóloga y coordinadora del área de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, que señala que “la obesidad no es exceso de peso, sino exceso de grasa”.

Pero la salud, dice Virgie Tobar, escritora y activista contra la gordofobia, es también la gran excusa para juzgar y señalar cuerpos ajenos. Vivimos en una cultura que concede cierta superioridad moral cuando criticamos el cuerpo de otra persona porque lo hacemos por su bien, por su salud. Lo cual se añade a que la obesidad, y sus posibles soluciones, se han convertido en espectáculo obra y gracia de las redes sociales.

En una de sus intervenciones bomba hace dos semanas, Donald Trump abordó el espinoso asunto de los precios de los medicamentos en Estados Unidos y contó la historia de un gran amigo suyo: “Un hombre de negocios, very very top guy, neurótico y brillante", pero con un “un sobrepeso serio”, medicado con “the fat shot” –la inyección de los gordos, se cree que se refería a Wegovy, la versión de la semaglutida, principio activo de Ozempic, indicada para perder peso–, que lo llamó por teléfono desde Londres: “Acabo de pagar aquí 88 dólares por el mismo fármaco que en Nueva York me cuesta 1.300. ¿Cómo es posible?”.

El comentario llenó las redes sociales de especulaciones sobre la identidad del misterioso amigo del presidente. Casi todo el mundo coincidía en que se trataba de Elon Musk, y los usuarios de X (antiguo Twitter) llegaron a sonsacar a Grok, la inteligencia artificial de esa red social y oráculo definitivo en ciertos círculos, que también aseguró que Trump hablaba de Musk. Efectivamente, el propietario de Tesla tuvo serios problemas de sobrepeso y en 2022 le hizo una campaña gratuita a estos fármacos de última generación cuando escribió en Twitter (entonces aún no era suyo) dos palabras, “Ayuno y Wegovy”, para responder a un seguidor que le preguntó por su método para adelgazar. En Navidad publicó una foto suya, delgadísimo y vestido de Papa Noel, y un texto: “Ozempic Santa”.

Ibai es el streamer más rico de España, con un patrimonio de entre 5 y 15 millones de euros, según sus propios cálculos, y Elon Musk es el hombre más rico del mundo. Lo tienen todo, son libres, sus vidas están más que resueltas, su estatus no depende de su imagen y pueden ser lo que quieran. Pero tampoco quieren ser gordos. No quieren ser ricos pero gordos, brillantes pero gordos, simpáticos pero gordos, poderosos pero gordos. Ya se sabe que todo lo que antecede a “pero” importa poco. Es una circunstancia –la del sobrepeso o la obesidad– que hasta los más privilegiados están dispuestos a corregir, aunque en teoría se la podrían permitir. Esto se traduce, también, en empresas que financian el gimnasio a sus trabajadores (si es que no tienen gimnasio en sus propias instalaciones) y en la nueva moda de los millonarios que, además, están cachas y lo muestran en sus redes sociales o en sus yates, como Mark Zuckerberg o Jeff Bezos.

“Ser gordo nos iguala”, opina la psicóloga Adriana Royo. “Simbólicamente, se asocia a unos estigmas que hacen desaparecer cualquier otro atributo o logro de la persona, se les presupone pereza, torpeza, descuido, incapacidad para controlar su vida, poca disciplina. Si alguien ha triunfado pero tiene obesidad siempre le faltará conseguir algo, siempre escuchará frases condescendientes: ‘Qué pena, con lo listo que es’. O ‘con lo guapo (o guapa) que es de cara… ¡si adelgazara!“.

“Desde pequeños, en los dibujos animados estamos viendo a personajes secundarios gorditos y graciosos que sirven de atrezzo al protagonista, y que son los más simpáticos de la historia pero están despojados de atractivo sexual", continúa Royo. “No es a ellos a quienes les van a pasar las cosas interesantes, son solo escenografía para el protagonista. Y nadie quiere ese papel su vida”. En los códigos de la publicidad y de las redes sociales lo sexy y lo deseable es anguloso y delgado. “En Occidente se ha desexualizado la imagen con sobrepeso, regordeta y con lorzas que en algunos cuadros de la Edad Media y el Renacimiento simbolizaban abundancia y fertilidad”, apunta.

Royo habla de un “sesgo implícito” que sufrimos casi todos cuando vemos un cuerpo no normativo: pensar automáticamente que hay que corregirlo. “Aunque quizás no sea un problema para el propietario de ese cuerpo, lo es para nosotros”, indica. “Lo primero que nos viene a la cabeza cuando vemos a una persona con obesidad es: ¿y si me pongo así? ¿Y si me abandono? ¿Y si acabo igual? Es un miedo que se puede proyectar en forma de burla, o de rechazo cuando nos sentimos a salvo porque, de momento, no estamos gordos”.

La narrativa de plataformas como TikTok asocian el éxito económico a cuerpos pulidos y trabajados, brillantes y con buena piel, a la testosterona y a los burpees. Los cuerpos con sobrepeso pertenecen, en consecuencia, a vagos, perdedores y pobres, gente que no controla, sin fuerza de voluntad para convertirse en la mejor versión de sí misma. Gente ignorante en temas de nutrición que ahora es un asunto importante, y que definitivamente no es “un activo” disponible. “El mundo está diseñado para que seas gordo, empleado y dependas del gobierno”, vocifera desde sus redes Amadeo Llados, el influencer y gurú que pone a hacer burpees a sus seguidores y, además, cobra por ello.

La doctora Irene Bretón desmonta el mito de que las personas con obesidad tengan poca fuerza de voluntad y explica que se trata de una enfermedad compleja que refleja un problema en el sistema de regulación de las energías: “Tienen facilidad para ganar peso y dificultad para perderlo”. Una de las métricas más usadas para diagnosticarla es el índice de masa corporal (IMC), que relaciona el peso con la talla. “Es más frecuente en los varones con mucha masa muscular y sobrepeso según el IMC, pero ese exceso de kilos es todo músculo. En cambio también puede haber gente con un IMC normal y exceso de grasa”, indica.

Ahora la obesidad se evalúa también con otra medida, el índice cintura-talla que mide el perímetro de la circunferencia abdominal y lo divide por la estatura. De este modo se puede saber con mayor precisión si hay exceso de grasa allí donde no debe haber, es decir, rodeando el hígado y otros órganos, que es lo que trae las complicaciones metabólicas. “Independientemente del peso, el exceso de grasa en la cintura es un riesgo para la salud”, advierte Bretón.

Porque una cosa es querer adelgazar y otra ponerse a ello. Las personas con sobrepeso u obesidad se sienten juzgadas y tardan aproximadamente seis años en buscar ayuda médica, según el estudio Perceptions, Attitudes, and Barriers to Obesity Management in Spain (Percepciones, actitudes y barreras para el manejo de la obesidad en España), de donde también se dedujo que el 80% de las personas obesas se sienten totalmente responsables de su enfermedad. Aunque no se ha estudiado, es probable que se consulte más desde la llegada de fármacos como Ozempic, Wegovy o Mounjaro. “Son medicamentos que no están financiados para tratar el sobrepeso y la obesidad. La gente ahorra, hace cuentas, calcula cuánto le sale el día de tratamiento y muchas veces hace la inversión”, cuenta Bretón. Adelgazar es una meta vital crucial para muchas personas y supone un gran esfuerzo físico y mental. Y ahora también un esfuerzo económico. No es extraño que tanta gente haya seguido el viaje de Ibai con todo lujo de detalles.

Desde la Sociedad española de Endocrinología y nutrición se nos pide “cuidado” con la terminología. Se nos pide no decir obeso, sino persona con obesidad; no decir gordo, sino persona con sobrepeso. Han publicado incluso un documento oficial con una serie de fórmulas semánticas para minimizar el estigma. Otra cosa opina José Vidal, fundador de Cool Fat Guy, la marca que quiere cambiar la moda para hombres con cuerpos no normativos: “Es hora de apropiarse de la palabra gordo y usarla con orgullo. Los adjetivos grande, fuertecito o ancho apestan a condescendencia”, dijo en una entrevista a la revista Neo2.

Acerca de la evidencia de que, seas quien seas, adelgazar va a seguir estando en el paraíso aspiracional, la doctora Bretón matiza: “No sabemos por qué ha decidido adelgazar Ibai, pero probablemente tendría algún problema para dormir o para moverse [el streamer ha reconocido ambas circunstancias] y seguramente ahora se sentirá mejor”. Por el camino se habrá sacudido algunos complejos si los tenía y, quizás, haya ganado confianza y esté más a gusto con su cuerpo. Si no, ahí quedará como ejemplo de que, por mucho que triunfes en la vida, ni siquiera el éxito económico, profesional y social alivia la sensación de ser, a ojos de los demás, gordo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_