La máquina burocrática de Musk
El multimillonario se va dejando atrás una Administración técnica automatizada que funciona sin responsables y por decreto ley


El tiempo que tenía programado como Empleado Especial del Gobierno ha llegado a su fin, y Elon Musk ha agradecido al presidente la oportunidad de reducir el gasto gubernamental innecesario, aunque no le ha salido tan bien. Iba a recortar dos billones de dólares de gastos y al final le han faltado 1,86 billones. Los 140.000 millones que ha recortado han sido en programas internacionales de educación, salud o prevención del VIH y en los sueldos de los 260.000 empleados que han sido despedidos o han aceptado el despido voluntario, aunque los jueces federales han ordenado la reincorporación de muchos cesados. Por ejemplo, el personal del programa nuclear. La nueva ley fiscal de Trump, que propone recortes fiscales de varios billones de dólares y un aumento del gasto en defensa, va a añadir 2,3 billones al déficit. Esto deja al Gobierno con un déficit adicional de 2,16 billones de dólares.
Musk ha dicho que está “decepcionado” con el proyecto de ley porque “socava el trabajo” de su agencia, y ha lamentado que su Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en sus siglas en inglés) se haya convertido en un cabeza de turco. Cae una piedra en cualquier sitio y es culpa del DOGE, ha llegado a decir. Con su dieta de ketamina, éxtasis, hongos psicodélicos, anfetamina y ozempic, es posible que esté manifestando un cuadro de ansiedad, paranoia, pánico o incluso un brote psicótico. Dicen que es mejor no mezclar empatógenos con drogas disociativas, estimulantes y fármacos que alteran los niveles de glucosa en sangre. Pero tampoco descartemos que Trump le haya hecho una cama a medida. Las dos cosas pueden ser verdad a la vez.
Trump se ha despedido del hombre más rico del mundo con una llave dorada y diciendo que el DOGE no desaparece ni mucho menos, porque Musk ha “instalado genios con una mentalidad de ingeniería y personas increíblemente talentosas en computación”. En otras palabras: se va dejando una poderosa máquina de burocracia virtual, un sistema de Administración técnica automatizada que funciona sin responsables y por decreto ley.
“En los gobiernos regidos por la burocracia”, escribe Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo, “los decretos aparecen en su pura desnudez, como si ya no fueran emitidos por hombres poderosos, sino como la encarnación del poder mismo, y el administrador no fuera más que su agente accidental. No existen principios generales que la simple razón pueda comprender detrás del decreto, sino circunstancias siempre cambiantes que solo un experto puede conocer en detalle. Las personas gobernadas por decreto nunca saben qué las gobierna, debido a la imposibilidad de comprender los decretos en sí mismos y a la cuidadosamente organizada ignorancia sobre las circunstancias específicas y su significado práctico, ignorancia en la que todos los administradores mantienen a sus súbditos”.
Desvincular el poder de los individuos que lo ejercen era para Arendt una característica propia de los regímenes totalitarios, porque el administrador queda reducido a un instrumento de la ley. Queda un “Gobierno de nadie” en el que el poder no se atribuye a ninguna persona o grupo específico, sino a la propia maquinaria burocrática. Esto genera una sensación de impotencia y desamparo entre la población, que queda sometida a los decretos sin poder comprender su origen ni reclamar a la autoridad. El genio de Trump es que, si funciona, la máquina es suya. Si se rompe, estaba programada por el drogadicto de Musk.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
