Ir al contenido
_
_
_
_

“Me dijeron que nadie quería esta casa y despertó mi curiosidad”: cómo un terreno irregular y sin luz se convirtió en un paraíso en Mallorca

El arquitecto Luis Arredondo ha diseñado su propia vivienda en Montuïri a partir de una parcela que todos rechazaban por su pendiente, estrechez y la ubicación entre medianeras de 12 metros de altura

La panorámica desde el salón permite disfrutar del entorno natural de la isla.
Nacho Sánchez

Tras una década de trabajo en Toronto (Canadá), el arquitecto aragonés Luis Arredondo decidió recoger sus bártulos y volver a España. El covid fue el detonante definitivo para cerrar su estudio allí y empezar de cero aquí. Nacido en Zaragoza, llegó a Palma (Mallorca) en 2021 para fundar, junto a otros tres profesionales, Oval Estudio. Los planes iban por buen camino hasta que se topó con una realidad: la escasez de vivienda en la isla. El precio del piso que había alquilado subió 300 euros en apenas un año. “No era mi intención original, pero vi que salía más a cuenta intentar pagar una entrada y una hipoteca”, recuerda. Así nació Casa Periscopio, el hogar donde reside y que él mismo ha rehabilitado a partir de dos grandes desafíos. El primero, conseguir colar la luz por un inmueble entre altas medianeras y apenas 4,6 metros de ancho. El segundo, obtener vistas a la Sierra de Tramontana. “Buscar cómo conseguirlo fue el inicio de esta aventura”, relata Arredondo. También profesor de swing, ahora entrena sus bailes en un luminoso salón con una preciosa panorámica a la montaña tras superar ambos retos.

El inmueble se levantó sobre una vieja casa encajada entre dos edificios más altos.

Pero encontrar y rehabilitar la casa ha sido un proceso más complejo de lo esperado. Lo fue desde el primer paso, la búsqueda, porque salir de Palma no fue fácil. En los pueblos más cercanos el precio de la vivienda también está disparado y, mirase lo que mirase, el bolsillo no alcanzaba. Hasta que un conocido le habló de Montuïri, municipio de apenas 3.000 habitantes ubicado en el centro de la isla. Allí aún había familias que preferían vender al estilo tradicional, cara a cara y sin publicar sus anuncios en internet. Lo organizó todo para ver seis opciones en un fin de semana, pero ninguna le convenció. O eran muy caras o no les veía potencial. “Al final del recorrido me dijeron que había una más, pero que habían pensado en no enseñármela porque probablemente no me iba a gustar y que nadie la quería. Eso despertó mi curiosidad”, señala.

El techo de la sala de estar es de madera de abeto, para dar calidez a la habitación.

Se topó con un vieja construcción de alrededor del siglo XIX —aunque con ampliaciones posteriores— encajonado entre dos edificios, con humedades, problemas de ventilación e iluminación. También un terreno con una gran pendiente de cuatro metros entre el frente y el fondo: tanta que las puertas a un lado y otro de la parcela dan a plantas diferentes. Tenía todos los ingredientes para que nadie quisiera aquel lugar, que el mercado no le hiciese caso; pero él pidió tiempo porque creía que tenía opciones. “Dejadme que lo estudie”, dijo al entonces propietario. Analizó la normativa municipal y vio que había posibilidad de subir una planta más. Lo consultó en el ayuntamiento y le dieron la razón. Entonces voló un dron a la altura justa en la que en teoría estarían sus ojos si se sentase en el sofá del salón que había previsto, en la parte más alta de la casa, para comprobar que habría vistas al a montaña. “Y sí, se veía”, relata. Aquello fue el impulso definitivo y se lanzó.

La vivienda cuenta con dos dormitorios, ubicados en la primera planta.

El primer objetivo —la luz— lo consiguió tras diseñar una especie de patio interior que conectase visualmente todas las plantas y dibujar los bocetos de decenas de escaleras para unir todas las alturas. Su idea era permitir que la iluminación natural entrase desde la parte más alta y llegase en diagonal hasta la más baja, es decir, cuatro plantas más abajo. No fue fácil encontrar la fórmula, hasta que se decidió por unas escaleras con forma de caracol pero cuadradas, que se van desplazando poco a poco a medida que ascienden por la vivienda para permitir pasar los rayos de luz hasta la zona más profunda. Construidas en acero, luego las pintó de blanco para acentuar el juego de sombras que ofrecen los peldaños. El segundo objetivo —las vistas— lo logró al levantar la nueva altura donde se ubicaría el salón, al que incorporó tres escalones para que finalmente la Sierra de Tramontana apareciera enmarcada por un gran ventanal. Es como si hubiese aupado la casa original hacia arriba, como si las antiguas habitaciones subieran a modo de periscopio para asomarse al exterior, de ahí su nombre. “Al final, hasta quité la televisión porque es más interesante la panorámica que se ve”, remata Arredondo.

Una escalera recorre el patio interior para unir las cuatro plantas que componen la casa.

Ladrillos de termoarcilla

Las obras empezaron en 2023 y acabaron en 2024 tras un proceso que también incluyó algo de arqueología. Al picar las viejas paredes y eliminar capas de mortero salieron a la luz —además de viejos periódicos de hace un siglo— las piedras originales que ejercían de medianera, diferentes según el momento constructivo del inmueble. Rehabilitadas, han sido incorporadas quedando a la vista en las partes de muros que corresponden a la vivienda original. Y en la nueva, el arquitecto ha añadido ladrillos de termoarcilla —de Ladrillerías Mallorquinas— que ejercen de estructura y ofrecen control climático. Además, su textura da continuidad a las diferentes etapas constructivas y se convierten una textura nueva que se une a la original de roca.

Barro, madera, hormigón y acero: los cuatro ingredientes básicos de la Casa Periscopio.

La casa —con 130 metros cuadrados en total— ha quedado conformada en cuatro plantas distribuidas de una manera diferente a la habitual. Abajo del todo está el estudio en el que trabaja Arredondo. Es la entrada principal de la vivienda y cuenta con un suelo de hormigón pulido pintado de blanco para reflejar toda la luz que entra desde la parte alta. Incluye un tramo inicial de escalera que sube a la primera planta, que debido a la pendiente de la calle de atrás también tiene acceso al exterior. Ahí están los dos dormitorios —con un tabique formado por vidrios para seguir ampliando la luminosidad— y sendos baños, además de un pequeño patio. Este cuenta unas escaleras que acceden a la segunda planta —también se puede llegar desde el interior, por las de caracol— donde se ubica la cocina, el comedor y una terraza de 35 metros cuadrados. Y, encima, en lo más alto, está el salón con dos alturas separadas por tres escalones: a un lado la zona de lectura y al otro el espacio para estar y disfrutar de la panorámica.

En la sala superior, dispuesta en dos alturas, hay una zona para lectura y vistas al patio,

La carta de materiales es mínima. “Es una de mis obsesiones”, explica el arquitecto. Todos los suelos son de hormigón pulido y las carpinterías de madera de abeto, que también es utilizada para el techo de la sala de estar, realizado por un carpintero local. Poco más: la piedra del baño es reutilizada de antiguas obras, como las puertas de los baños y la cocina. “La idea es dejar de generar derechos y dar nueva vida a objetos que se iban a tirar”, afirma. El interiorismo también está compuesto apenas por detalles. Destacan una amplia iluminación redonda en el estudio y que todos los puntos de luz del salón estén en el suelo con lámparas reutilizadas. “Algunas plantas, algunos muebles y poco más”, concluye quien ahora saborea sus vistas a Tramontana desde su sofá pero también mientras entrena sus movimientos de swing en un salón convertido en singular sala de baile.

La casa creció hacia arriba en busca de las vistas a la Sierra de Tramontana, como un periscopio, de ahí su nombre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Nacho Sánchez
Colaborador de EL PAÍS en Málaga desde octubre de 2018. Antes trabajé en otros medios como el diario 'Málaga Hoy'. Soy licenciado en Periodismo por la Universidad de Málaga.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_