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Case Study Houses, cómo unas casas baratas se convirtieron en referente de la arquitectura moderna

Las primeras viviendas de este proyecto se presentaron en California hace justo 80 años y abrieron nuevos estándares de estética y comodidad

Exterior de la casa Stahl, realizada por Pierre Koenig y una de las más emblemáticas. 
Nacho Sánchez

A simple vista son propiedades de lujo. Casas unifamiliares con mobiliario de diseño, bien integradas en su entorno y con una gran sensación de espacio. Hoy parecen hijas de la exclusividad, pero en realidad surgieron para dar alternativas a la clase media. Gracias a su construcción con materiales baratos, sus módulos de fabricación industrial y un tamaño medio que ronda el centenar de metros, eran casas baratas. El programa Case Study Houses, desarrollado en Los Ángeles desde el año 1945 hasta 1964, fue un experimento que retó a los arquitectos a imaginar nuevos tipos de viviendas y lo consiguieron: llevaron a la práctica lo que el movimiento moderno había teorizado en Europa. Ocho décadas después aún influyen a multitud de profesionales por su vigencia, que permanece intacta. “Son paradigmáticas y continúan siendo profundamente modernas. A todos nos gustaría vivir en ellas aunque tengan tantos años”, sostiene el arquitecto Ciro de la Torre, también profesor de la Universidad de Málaga.

Primera de las casas del proyecto, firmada por Julius Ralph Davidson y ubicada al norte de Hollywood, declaración de intenciones del resto del programa.

La revista Arts & Architecture –que buscaba difundir el arte y la arquitectura entre la clase media norteamericana– fue la impulsora del proyecto a partir de unas premisas sencillas: construcción rentable, diseño moderno y un hilo argumental claro: la experimentación. Su gran ideólogo fue John Entenza, editor de la publicación mensual. Consiguió involucrar a grandes arquitectos ofreciéndoles las posibilidad de levantar casas unifamiliares que de otra manera no podrían; y también al sector de la construcción, que donó los materiales para, a cambio, demostrar todo lo que se podía hacer en el campo de la vivienda. En las casi dos décadas que duró el proyecto se diseñaron 36 casas, de las que 25 fueron construidas, algunas para clientes hipotéticos y otros reales. Sus diseños representan la arquitectura más universal. “El programa tenía humildad”, señala Eames Demetrios, presidente de la Fundación Charles and Ray Eames. “Eran adelantadas a su tiempo, pero profundamente arraigadas en las necesidades humanas”, recalca Demetrios. Y ahí está la clave de su éxito. Pusieron a la persona en el centro. “Parte de lo que hace que el programa sea tan duradero es cómo redefinió la arquitectura doméstica: no solo como refugio, sino como una plataforma para vivir con intención”, insiste quien, desde Los Ángeles, respira aliviado porque todas estas construcciones sobrevivieron de milagro a los gigantescos incendios que arrasaron parte de Los Ángeles al inicio de 2025 y que destruyeron parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad.

Koenig, como el resto de arquitectos del programa, jugó a romper las barreras entre el interior de las casas y el exterior que le rodeaba. 

La reconversión industrial tras la Segunda Guerra Mundial fue otro de los elementos fundamentales del proyecto. Estados Unidos tenía la técnica, la capacidad, los materiales y mano de obra de sobra. “Entenza defendió, siempre que le fue posible, las posibilidades aparentemente ilimitadas de la posguerra”, relata Kenneth Frampton en su Historia crítica de la arquitectura moderna. El editor, además, eligió a arquitectos que bebieron de quienes habían llegado al país norteamericano huyendo de una Europa en llamas, como Mies van der Rohe, Josep Lluis Sert o Eero Saarinen. Bajo su influencia, Richard Neutra, Charles y Ray Eames, Raphael Soriano, Craig Ellwood, Juluis Ralph Davidson o Pierre Koenig lograron llevar a la práctica la teoría del movimiento moderno. Pasaron de las ideas a los hechos, es decir, a construir. “Es una generación que consiguió acercar la arquitectura moderna a la realidad”, subraya el arquitecto Juan Manuel Sánchez Lachica, que define a estos inmuebles como “casas optimistas” porque son “bonitas, bien iluminadas y plantean una vida alegre”. “Conforman un proyecto clave de promoción de un estilo de vida, un tipo de sociedad y una determinada economía de la construcción”, explica Alejandro García Hermida, profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid.

Espacios diáfanos, conexión con la naturaleza y sencillez, claves en las Case Study Houses.

Las primeras casas fueron presentadas en 1945, hace justo ochenta años. Seis de ellas fueron construidas en la segunda mitad de esa década y su impacto fue inmediato. Recibieron algo más de 360.000 visitantes, lo que entonces significaba un cuarto de la población de Los Ángeles. Llamaban la atención por su estética, pero también sus valores: accesibilidad, experimentación y la creencia de que el diseño puede transformar la vida cotidiana. Desde Los Ángeles –convertida ya entonces en referente del diseño moderno– el programa fue creciendo hacia ciudades cercanas como La Jolla, Long Beach y Thousand Oaks. “Los arquitectos consiguieron convertir la teoría europea en objeto cotidiano, en algo que podía construirse en serie”, insiste Luis Tejedor, profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Málaga, quien apunta que son casas que se alejan del exhibicionismo y los lujos para acercarse a un diseño cargado de naturalidad y, sobre todo, ser accesibles a la clase media. “Hoy parecen exclusivas porque ocupan algunos de los mejores lugares de California, pero constructivamente son baratas porque parten de elementos que permitían la estandarización de la fabricación y materiales muy comunes que ya no se necesitaban para la industria bélica, como el acero”, destaca el docente.

La casa estudio de Charles y Ray Eames es típicamente californiana. Sencilla, ubicada en un prado entre eucaliptos cerca de Los Ángeles, abierta al sol y la brisa del mar, y símbolo de su misión: democratizar el diseño a mediados del siglo XX.

Casas Eames, Stahl y Bailey

Una de las más significativas fue la Casa Eames, ideada por Ray Eames y su marido Charles a partir de un proyecto que este había firmado con Eero Saarinen. Ubicada en Pacific Palisades, se diseñó a partir de dos bloques contiguos de dos plantas con usos diferenciados, que tenía a un lado el residencial y, al otro, el estudio-taller. Mostró que la arquitectura podía ser experimental, y rápida de levantar, además de ser cálida y habitable: los propios Eames lo demostraron en un sorprendente cortometraje rodado en 35 milímetros que dejaba constancia del paso del tiempo en la vivienda y subrayaba que la vivienda no era solo un prototipo: también fue habitada y amada. Estaba montada íntegramente con elementos prefabricados, que seguían un sistema modular a partir de acero, cristal o asbesto. La fachada principal, protegida por altos eucaliptos, cuenta con paneles de colores que dan vitalidad al inmueble. Y es muy elegante también gracias, entre otros factores, al uso de mobiliario de Herman Miller. “Es eficiente y elegante, pero también alegre y profundamente atemporal. Sus principios son atemporales”, destaca Demetrios Eames, que afirma que su interior, la estructura y los terrenos se mantienen hoy día como entonces, algo que se puede comprobar porque su fundación organiza visitas periódicas al inmueble.

La casa que Pierre Koenig proyectó en 1960 para Carlotta y C. H. ‘Buck’ Stahl en las colinas de Hollywood es la vivienda más conocida del Case Study House e incluso fue reconstruida en el Museum of Contemporary Art de Los Ángeles como parte de exposición de 1989 'Proyectos para la vida moderna'.

Otra de las más conocidas es la Casa Stahl, diseñada por Pierre Koenig. Está ubicada en las colinas de Los Ángeles y fue el gran antojo de Buck y Carlotta Stahl, matrimonio de clase media que había comprado el terreno en un risco por 13.000 dólares en 1954 y que cumplía de manera ejemplar el perfil para quien iba dirigido este programa. “Mi intención era hacer arquitectura anónima para gente normal”, contaba el propio arquitecto en el libro Pierre Koenig, firmado por James Steele. Lo conseguía a la perfección en su acceso, ya que desde el aparcamiento parece una sencilla construcción a base de láminas prefabricadas de acero. Más abajo, sorprende porque se abre en forma de ele –con un ala para las habitaciones y otra para la vida diurna– alrededor de una piscina. Ese espacio protagonizó una de las fotos más icónicas del fotógrafo Julius Shulman, el gran difusor de la arquitectura californiana. Con el tiempo se convirtió en un gran referente para el mundo audiovisual –allí se han rodado decenas de campañas de publicidad, series o películas, además el videojuego Grand Theft Auto: San Andreas– y fue recreado en Los Simpsons en su vigésima primera temporada. Se puede visitar por 35 dólares por persona.

Dentro de la casa Stahl solamente hay algunos muebles de diseño y unas esferas de luz que juegan al despiste con las luces exteriores.

También destaca la llamada Casa Bailey, diseñada por Richard Neutra. Es una de las más pequeñas y fue construida con vidrio, madera y pórticos de acero de 13 metros de altura. Su perfil pasa prácticamente desapercibido desde la fachada que da a la calle, mientras que la zona más privada cuenta con amplias puertas correderas que integran los dormitorios y los espacios de convivencia en el jardín. “Su cliente era un joven matrimonio con niños pequeños que deseaba una vivienda compacta, de bajo coste, que pudiese ser ampliada a medida que aumentaran sus recursos económicos”, recuerda Elizabeth A. T. Smith en el libro Case Study Houses. Y, así fue, sufrió tres ampliaciones posteriores, que sirvieron para incorporar más dormitorios y zonas comunes. La arquitectura al servicio de sus habitantes. Y no al revés.

“Son casas hechas con bastante racionalidad. Tienen estructura metálica, son muy claras en su estructura y en su distribución. De ellas se puede aprender mucho”, confirma Ciro de la Torre desde la Escuela de Arquitectura de Málaga. Sus alumnos de primero, de hecho, han tenido que dibujar en este curso las viviendas del programa. “Ofrecen una idea libre de la arquitectura que siempre tendrá vigencia”, añade Pablo Twose, que destaca que es lógico que haya numerosos arquitectos a los que las Case Study Houses les siga influyendo porque el clima de Los Ángeles es muy parecido al de la costa mediterránea. “Es una arquitectura dirigida a una forma de vivir más libre, que tiene conexión a la naturaleza y se asocia al exterior. Busca la democratización. Y por eso son tan vigentes hoy”, concluye Twose. Lástima que ya estén al alcance de muy pocos.

La construcción modular, con materiales baratos y piezas prefabricadas, fue la base del programa impulsado por John Entenza.

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Sobre la firma

Nacho Sánchez
Colaborador de EL PAÍS en Málaga desde octubre de 2018. Antes trabajé en otros medios como el diario 'Málaga Hoy'. Soy licenciado en Periodismo por la Universidad de Málaga.
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