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El vídeo del vídeo: la fan que compartió la infidelidad viral en un concierto de Coldplay y cómo el cotilleo vive una nueva edad de oro

La joven detrás de la publicación del verano no se ha enriquecido, pero sí ha puesto de manifiesto cómo los dramas ajenos y los ‘salseos’ virtuales de anónimos y famosos interesan a una audiencia cada vez mayor

Un fan sostiene un cartel con la frase "No estamos aquí engañando a nuestras parejas", el 18 de julio de 2025, durante un partido de béisbol entre los Philadelphia Phillies y Los Angeles Angels en Filadelfia (Pensilvania)
Elena Muñoz

Fue, y sigue siendo, el chascarrillo del verano. El vídeo de la pareja grabada en un concierto de Coldplay celebrado en Boston (Estados Unidos), con el que se destapó una infidelidad que ha dado la vuelta al mundo, trajo consigo un aluvión de reacciones a mediados de julio. Además de acumular millones de reproducciones, haber generado centenares de memes de alcance global y haber dado pie incluso a columnas de opinión, el vídeo ha tenido consecuencias para los propios implicados: el consejero delegado de la empresa Astronomer, Andy Byron, y la directora de recursos humanos, Kristin Cabot. Ambos han renunciado a sus empleos, y la polémica no parece estar resuelta porque continúan los rumores sobre una posible denuncia al grupo de música por parte de los implicados.

Pero, ¿qué hay de la persona que grabó el vídeo del vídeo? La Kiss Cam del concierto pudo observarse por las más de 50.000 personas allí congregadas, sin embargo, fueron las imágenes publicadas en TikTok lo que convirtió la anécdota en meme internacional. ¿Es reprobable publicar un contenido de personas anónimas sin su consentimiento? ¿Debería, no solo protegerse, sino garantizarse la privacidad en el superpoblado universo de las redes sociales? ¿Por qué ha arrasado este clip de dos desconocidos de apenas unos segundos de duración?

“¿Problemas en el paraíso?”, se puede leer en el texto que acompaña al vídeo compartido por Grace Springer, la joven de 28 años afincada en Nueva Jersey responsable del clip viral. Con esas escasas palabras, utilizó un gancho poderoso al lanzar una pregunta sobre la vida privada de dos personas completamente desconocidas pero con una historia personal —encapsulada en apenas unos segundos— que invitó a lanzar todo tipo de conjeturas y teorías entre quienes lo vieron.

Actualmente, la publicación (anclada en su cuenta de TikTok, de manera que es el primer contenido que se puede ver al acceder a su perfil) acumula casi 130 millones de reproducciones, aumentado día tras día. La propia Springer ha bromeado con el escándalo en varias ocasiones: “Volver a TikTok después de haber roto Internet, destruido varias carreras y roto dos matrimonios”, escribió días después de la polémica en otro de los vídeos fijados en su perfil de la red social. Ante la cantidad de preguntas lanzadas por los usuarios, en otra publicación explicó cómo se desarrolló todo y subrayó lo fortuito de la anécdota: “Simplemente saqué mi móvil para grabar por si aparecía en la pantalla y, en lugar de eso, apareció Andy [Byron, CEO de Astronomer]. Para responder a algunas de las preguntas más frecuentes, como si me han contactado abogados, la respuesta es no. Otra pregunta es cuánto dinero he ganado con esto, digamos que no podría invitaros a cenar”, aclaró.

También expresa la importancia de recordar que “Andy y su familia son reales”, una alusión algo críptica en relación con la cantidad de información personal que ha proliferado por Internet desde el llamado Coldplaygate. Se han desvelado, entre otras cosas, los perfiles de LinkedIn de ambos e imágenes familiares en compañía de sus respectivos cónyuges e hijos. En unas declaraciones a la edición americana del tabloide británico The Sun, Springer dijo que una parte de ella se sentía “mal” por “haber puesto patas arriba la vida de estas personas”, antes de matizar: “Si haces tonterías… ganas premios estúpidos”.

En su biografía de TikTok, Springer presenta una escueta frase: “Ayúdame a pagar mis créditos estudiantiles”, y el nombre de su usuario en Venmo, una app muy popular en Estados Unidos para pagar y recibir ingresos. Tal y como ella misma ha confirmado, no parece que el vídeo viral vaya a engrosar demasiado su cuenta corriente. “Tener un vídeo viral en TikTok no implica necesariamente un beneficio económico, especialmente si el perfil no forma parte de los programas de monetización ni tiene una estrategia sostenida como creadora de contenido”, explica David Tomas, CEO y cofundador de Cyberclick, agencia especializada en marketing digital.

Antes de ser una celebridad (efímera, pero celebridad) en redes sociales, la joven apenas subía publicaciones a su perfil, pero su actividad ha ido en aumento a raíz del concierto de Coldplay, probablemente para acatar las exigencias de TikTok a la hora de monetizar un contenido. Una de ellas, que el vídeo en cuestión tenga una duración de al menos un minuto. El famoso vídeo de Coldplay dura 15 segundos, pero muchos de sus contenidos posteriores alcanzan los 60 segundos. Anna Maria Pavlyuk, CEO de la plataforma Tumadremarketing, especializada en creación de contenido en redes sociales para empresas y profesionales, desvela otras claves para entender si los millones de reproducciones del post se pueden traducir en beneficiosos cuantiosos para Springer: “La usuaria que publicó el vídeo probablemente no estaba inscrita en el Programa de Creatividad de TikTok antes de subirlo. Para poder monetizar, el creador debe haber solicitado previamente la entrada a este programa, cumplir requisitos mínimos (más de 10.000 seguidores y 100.000 visualizaciones en los últimos 30 días) y, sobre todo, mantener un perfil enfocado a la creación constante de contenido”, explica. “En este caso, todo indica que se trata de una usuaria común, con un perfil muy de a pie que subía vídeos de su día a día, incluso de sus perros, y no alguien dedicada de forma profesional a generar contenido”.

Chris Martin (izquierda) y Guy Berryman, el 7 de julio de 2025, durante el concierto de Coldplay en el estadio Rogers en Toronto (Canadá).

Pavlyuk añade que, “en el hipotético caso de que sí estuviese inscrita, con las 129 millones de reproducciones que acumula el vídeo, podría haber generado entre 25.800 y 51.600 euros, teniendo en cuenta que TikTok paga actualmente de 20 a 40 céntimos por cada 1.000 visualizaciones dentro del Programa de Creatividad”. Con todo, habría un matiz importante y es el tipo de contenido que ofrece la publicación, pues se trata de imágenes de terceros donde se “muestra a personas sin su consentimiento”, apunta Pavlyuk. “La realidad es que TikTok impone normas estrictas de monetización: el contenido debe ser original y cumplir con las políticas de derechos de imagen y autor. Muy probablemente sería desmonetizado aunque superase los requisitos del programa”, concluye.

Pero, ¿la plataforma elimina esta clase de vídeos o únicamente evita que puedan obtener rentabilidad económica? “Tanto TikTok como Instagram tienen normas que marcan ciertos límites, aunque la privacidad, tal como la entendemos en la vida cotidiana, no siempre es uno de ellos. Si el contenido se ha grabado en un espacio público y no infringe ninguna norma explícita, puede seguir circulando, incluso si expone a personas reales en situaciones incómodas”, comenta Tomas. La propia Springer desveló, a petición de un comentario, una captura de pantalla con los ingresos obtenidos desde que el vídeo salió a la luz. La fecha es del 19 de julio (dos días después de la pública infidelidad) y solo se refleja poco más de un dólar de beneficios, una cantidad irrisoria que, si bien se ha podido incrementar algo en estas semanas, evidencia cómo los tiempos de forrarse en Internet de la manera más fácil han quedado atrás.

El ‘salseo’ vende, y mucho

Entre los miles de comentarios vertidos en la red hay quienes defienden a Springer, alegando que ella no es la que ha hecho algo “malo”. Otros, le aconsejan cómo explotar económicamente esta fama efímera (“Si hubieras grabado 40 segundos más de vídeo, habrías ganado 60.000 dólares”, se lee en un mensaje), y no pocos señalan lo problemático de no tener privacidad hoy en día, cuando todo el mundo puede convertirse en famoso en contra de su voluntad.

El éxito del vídeo responde a diversos factores y dado que no requiere una explicación específica para ser comprendido y encierra un mensaje que trasciende las fronteras, su difusión orgánica ha sido máxima. No obstante, hay otro aspecto que podría explicar su viralidad: el interés por las historias personales. Así lo aseguran desde Cyberclick: “En el contexto de TikTok, especialmente en España, se ha observado una tendencia creciente: los contenidos centrados en aspectos personales de la vida de los protagonistas, y en particular los relacionados con relaciones sentimentales o situaciones polémicas, tienden a recibir mayor visibilidad que los contenidos tradicionales o más elaborados”, afirma Tomas.

Y una de las polémicas del verano parece darle la razón. En las últimas semanas, la generación Z se ha obsesionado con una pelea surgida en redes sociales entre dos creadoras de contenido, Sofía Surferss (más de siete millones de seguidores entre Instagram y TikTok y hermana de Lola Lolita, la tiktoker más influyente de España, con 13,7 millones de seguidores en esa red social) y Fabiana Sevillano (más de dos millones de followers sumando ambas redes). Las dos veinteañeras han protagonizado un enfrentamiento viral a raíz de un tema vinculado con su vida privada que ellas mismas han aireado con sus millones de fans. ¿La historia en cuestión? Sofía señalaba en un vídeo que su expareja había iniciado una relación con “una amiga”, que no es otra que Fabiana. Esta última respondió en un extenso vídeo de ocho minutos, un contenido con más de 10 millones de visitas en este momento.

@fabiana.sevillano

Que conste que yo no quería llegar a este punto pero tampoco me voy a quedar callada cuando me están acribillando, espero que nos entendáis a las dos y no quiero generar hate hacia nadie la movie es potente, espero que os la disfrutéis y quede en anécdota

♬ sonido original - Fabiana

Sevillano, como creadora de contenido, sí monetiza, por lo que hablar de su vida privada sentada en una silla de su habitación puede ser mucho más lucrativo que crear un contenido con horas de trabajo (planificación, guion, edición…) detrás. El larguísimo vídeo se viralizó en horas y, como suele suceder en Internet, no tardaron en surgir parodias de algunas de las frases pronunciadas por la tiktoker. Incluso la cantante Aitana no tardó en hacerse eco de este particular beef en uno de sus últimos posts de TikTok.

Otro drama personal convertido en culebrón nacional fue el de la infidelidad del empresario Íñigo Onieva a su prometida Tamara Falcó en el verano de 2022. Un hecho que descubrió toda España a partir de un vídeo filtrado en redes sociales que cualquiera puede encontrar en cuestión de segundos. “Este tipo de contenidos, al conectar con la curiosidad colectiva y la reacción emocional inmediata, se comparten con facilidad y generan conversación. El humor, la identificación personal y la posibilidad de emitir juicios u opiniones contribuyen a aumentar las interacciones”, señala Tomas acerca de esta clase de vídeos enfocados en el cotilleo, un género que vive una nueva edad de oro en Internet.

Además, el éxito de perfiles como el de Javier de Hoyos, colaborador en televisión y tiktoker especializado en comentar cada uno de los movimientos de las estrellas de Internet, o el de Jorge Cyrus, creador de contenido que triunfa con su sección Exponiendo Infieles, donde personas anónimas le solicitan ayuda para destapar engaños propios, confirman que hay una audiencia muy interesada en esta clase de contenido. Atrás quedaron los programas de corazón, para toda una generación el salseo que interesa no está en el papel cuché o la televisión, sino disponible siempre en la palma de su mano.

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Sobre la firma

Elena Muñoz
Graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, desde el comienzo de su carrera ha escrito en revistas de moda. Dio sus primeros pasos en Grazia y Glamour. Tras pasar por Hola Fashion, colabora con EL PAÍS en Gente y estilo de vida, SModa y Elle, además de compaginar su trabajo como periodista en proyectos de comunicación con marcas de moda.
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