Reino Unido lanza su primer aceite de oliva nacional: “Todo se armó durante una conversación de borrachos en un pub”
El olivar de ValleRuan está inspirado por las cosechas tradicionales y comunitarias de sus antepasados inmigrantes italianos, y así quieren mantenerlo

En la península británica de Cornualles, en una aldea llamada Roseland, se puede encontrar una iglesia gótica del siglo XIV, un pub con una chimenea encendida y una cabina telefónica roja cubierta de hiedra. Pero entre estos elementos típicamente ingleses hay una adición más reciente al pueblo: un olivar. Quinientos árboles frondosos bailan con la brisa marina mientras los caballos pastan en la hierba silvestre entre los troncos nudosos. Sobre ellos, nacen con confianza flores blancas, sabiendo que pequeñas aceitunas verdes están a punto de brotar porque aquí, en el remoto campo británico, ha comenzado una silenciosa revolución agrícola: el primer aceite de oliva cultivado en el Reino Unido.
La historia comenzó, como toda buena historia, en el bar. “Todo se armó durante una conversación de borrachos en The Kings Head”, recuerda Nik Butcher, el fundador de ValleRuan, el primer olivar productor de aceite del Reino Unido. “El dueño del bar me dijo: ‘Si quieres plantar algunos olivos, te presto unos terrenos’. Otro agricultor se ofreció a prestarme un terreno cerca del mar. Luego alguien más en el pub se ofreció a ayudar con la financiación. Así que todos dijimos: ‘¡Hagámoslo!’”
Pero la idea de plantar un olivar en Cornualles, la región natal de Nik, llevaba décadas gestándose. “Mi bisabuelo era un agricultor italiano de olivos, así que se podría decir que el aceite de oliva corre por mis venas”. Pero tras emigrar su familia al Reino Unido en la década de 1930, el conocimiento generacional sobre el cultivo de olivos se perdió temporalmente: “Cuando intentamos prensar nuestro primer lote de aceitunas, ni siquiera sabíamos cómo encender la prensa”, se ríe Nik. “Una vez funcionó, asumimos que simplemente saldría aceite de oliva, pero rápidamente nos dimos cuenta de que no funciona así”. Tras ver muchos tutoriales en YouTube y recibir consejos de productores en el extranjero, “y desperdiciar muchas aceitunas en el proceso”, explica, el primer aceite de oliva británico fue embotellado en el invierno del año pasado.

Los olivares de ValleRuan tienen vistas al mar, donde el Atlántico se encuentra con el Canal de la Mancha, lo cual influye en el sabor. “Tenemos un aceite rico, picante, con un increíble sabor salado que impregna el fruto”, explica Nik. “Las variedades son Picual y Arbequina, elegidas por su resistencia a climas más fríos y su capacidad de adaptarse rápidamente. También escogimos árboles más maduros que ya habían tenido una vida productiva, porque queríamos resultados al final de la primera temporada, y los obtuvimos”.
Pero ValleRuan no se trata solo de aceite, también se trata de personas. Desde el primer día, el proyecto se ha centrado en métodos tradicionales y comunitarios de cosecha, como hacían en el pueblo del bisabuelo de Nik en Italia. “No hay máquinas, ni pesticidas, ni estrategias corporativas”, explica Nik. La cosecha anual se realiza a mano con los residentes locales, en algo que se parece más a una fiesta que a una operación industrial: “Al final de un día de cosecha, hacemos un gran pícnic todos juntos. Ese es el objetivo: nuestra granja construye comunidad”.
La península de Roseland está oficialmente designada como un Área de Belleza Natural Excepcional y Nik está trabajando para hacer los olivares más acogedores para los visitantes, instalando bancos entre los árboles. El equipo también planea abrir un pequeño centro de visitantes, donde los huéspedes puedan aprender sobre el aceite de oliva e incluso adoptar y ponerle nombre a su propio olivo: “Tendremos pequeñas placas en cada árbol con el nombre que la gente elija. Es solo una forma divertida y curiosa de involucrar a las personas.”

Pero a pesar de las entusiastas ambiciones, el proyecto ValleRuan planea mantenerse pequeño, limitando el número de árboles a 10.000. “Una vez que superas esa cantidad, todo se trata de logística y maquinaria. Queremos que esto siga siendo humano: cosechado a mano, tradicional y centrado en la comunidad. Se trata del sabor, no del volumen”, dice Nik.
La cercanía de los árboles al mar también es un factor limitante. La humedad añadida significa que necesitan ser podados con más frecuencia y el ambiente húmedo produce rendimientos mucho más bajos que los árboles españoles: “Solo 2,5 litros por árbol por cosecha, mientras que los españoles suelen producir entre 4 y 5 litros por árbol”, afirma. Pero Nik abraza esta diferencia como parte del carácter del aceite: “Es un trabajo más lento y difícil, pero el aceite es más intenso y con más personalidad, y hasta ahora no hemos tenido ningún problema para venderlo a restaurantes locales, tiendas y directamente a los clientes”. Lo hace por un precio de 15 libras esterlinas (17,25 euros) la botella de 250 ml, el único tamaño que venden.

Los olivares de Cornualles no están solos en el Reino Unido, al menos hay otros tres agricultores de olivos en el país que están cultivando sus árboles para producir aceite de oliva británico, incluyendo la English Olive Company en East Midlands, que espera lanzar su primer aceite el próximo año. Es un momento emocionante para el Reino Unido, pero este cambio agrícola se produce en un momento en que el calentamiento global se intensifica y los países productores tradicionales enfrentan una creciente incertidumbre en la industria.
En España, las múltiples olas de calor del año pasado hicieron que los olivos dejaran caer frutos inmaduros para conservar humedad, lo que supuso un golpe histórico para los productores de aceite de oliva del país. Este año, sin embargo, la producción se ha recuperado, alcanzando más de 1,4 millones de toneladas, un aumento del 65.3% respecto a la temporada anterior, y el tercer nivel más alto de la última década.
Pero, como explica Nik, “no estamos intentando competir con los grandes productores comerciales de aceite de oliva en España o Italia. Con inviernos más suaves y veranos más cálidos en el sur de Inglaterra, hay espacio en el mercado para un aceite boutique, cultivado localmente, que pueda estar junto a los pequeños productores del Mediterráneo”.
En muchos sentidos, la emergente industria del aceite de oliva en Inglaterra recuerda al auge de su ahora próspero sector vinícola. Lo que comenzó como una curiosidad -recibida con mucho escepticismo por parte de los viticultores extranjeros– ha madurado hasta convertirse en un competidor serio, con viñedos británicos que ahora producen vinos para grandes supermercados y compiten con blancos y rosados franceses y españoles. “Si los viñedos del Reino Unido pueden producir vino de clase mundial”, me dice Nik desde el mismo pub donde comenzó esta historia, “no hay razón por la que no podamos hacer lo mismo con el aceite de oliva”.
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