Empresariales con alma social
Las experiencias en entidades con impacto en la comunidad se revelan como transformadoras tanto para alumnos como para la colectividad


Cuando Andrés Llano empezó a buscar dónde estudiar su MBA (Máster en Administración de Empresas, en español) buscaba no solo un lugar que pudiera ofrecerle una excelente oferta académica, sino también un compromiso genuino con el impacto social. “Fue un criterio fundamental en mi proceso de decisión”, reconoce este recién graduado del programa Full Time MBA de Esade. Llano, que explica con orgullo que su padre y varios de sus tíos fundaron en Medellín el primer banco de alimentos de Colombia, es uno de los participantes en programas de escuelas de negocios que ofrecen prácticas en empresas o instituciones sociales.
“Estamos hablando de que la Universidad tiene que ser un agente transformador. Hay un llamamiento a que la Universidad pueda también resolver estos problemas y no solo dentro del aula sino trabajando en, con y para la comunidad”, señala Jaume Meranges, director del Servicio Universitario de Vinculación con la Comunidad y Promoción de la Justicia Global de Esade (Esade SUD). Este programa ofrece, entre otras opciones, prácticas curriculares con organizaciones de varios países que trabajan por la justicia global y ecológica, y también, en el caso de estudiantes de máster, la oportunidad de colaborar con estas instituciones vinculando estas prácticas a sus trabajos de fin de máster (TFM).
“Estas prácticas profesionales no son un voluntariado, sino que es aplicar de una forma directa todas las competencias y conocimientos que han adquirido los estudiantes a lo largo de su trayectoria”, apunta Elisabet Aizpurua, directora de Carreras Profesionales de Deusto Business School, entidad que también cuenta con este tipo de programas. De hecho, quienes quieran llevar a cabo estas prácticas deben prepararse previamente; en el caso de Deusto Business School, con un seminario previo, y en el de Esade con dos asignaturas, una más global y otra, tras superar la primera, más técnica y orientada al tipo de proyecto al que se acudirá. “Hay que ir con una preparación previa. El nivel de compromiso, de exposición, de responsabilidad va a ser mayor, pues la formación y los compromisos son mayores”, razona Meranges.
No se trata de movilidad internacional al uso, algo de lo que van sobradas la mayoría de escuelas de negocios de cierto prestigio, sino de ofrecer una experiencia diferenciadora y que aporte un importante valor añadido. “Hace unos años hicimos una evaluación de impacto de los antiguos alumnos que hace más de 10 años se habían graduado en nuestro programa y los comparamos con alumnos que no habían participado. Y el indicador sobre el que más impacto se identificaba era el autoconocimiento”, reconoce el experto de Esade.
Pero si hay algo que resaltan todas las personas consultadas para este artículo es el importante impacto personal que este tipo de iniciativas tienen en los alumnos. “Esta experiencia fue especialmente importante para mí porque rompió muchas ideas preconcebidas sobre lo que significa estudiar en una escuela de negocios”, asegura Anna Cuesta, que tras graduarse en Administración de Empresas pasó tres meses en Asunción (Paraguay) para colaborar con Fe y Alegría, una federación religiosa comprometida con la educación y la justicia social. “Me mostró un camino diferente, donde es posible combinar una carrera profesional con el impacto social, haciendo algo que realmente me apasiona y conecta profundamente con mis valores personales”, sentencia Cuesta.
No solo economía
“Muchas veces asociamos los negocios únicamente a resultados económicos, y olvidamos el impacto social que pueden, y deben, tener”, señala Mireya Íñigo, estudiante de ADE + Digital Business Skills, que hizo sus prácticas en la organización Serjus, una asociación que busca el fortalecimiento de las comunidades rurales en Quetzaltenango (Guatemala). Íñigo tiene claro que lo vivido le acompañará siempre, tanto a nivel profesional como personal. “Es una experiencia que te cambia la visión de las cosas, que te hace crecer y que te deja aprendizajes imposibles de adquirir en clase”, resume.
Por su parte, Andrés Llano, que hizo sus prácticas en el Banc dels Aliments de Barcelona, define esta vivencia como profundamente enriquecedora: “Me permitió aplicar lo aprendido en un contexto completamente distinto, con desafíos reales, limitaciones operativas y una causa muy humana: evitar el desperdicio de alimentos y combatir la pobreza alimentaria. Desde el día uno sentí que mi trabajo tenía un propósito tangible”. Para Llano, este tipo de prácticas son un win-win, tanto para la sociedad como para los propios alumnos. Íñigo va un paso más allá: “Este tipo de programas permiten conectar lo profesional con una dimensión humana y ética, algo que considero muy necesario hoy en día. Ayudan a formar perfiles más conscientes, comprometidos y preparados para liderar con sensibilidad social”.
Hacia entornos más justos
Precisamente ese es uno de los objetivos más mencionados en las escuelas de negocios. No se trata de que los estudiantes se queden trabajando allí donde cursan las prácticas. La intención es que lleven la experiencia y el aprendizaje obtenido en estas instituciones sociales al mundo empresarial. Para Jaume Meranges, de Esade, es fundamental que los estudiantes trasladen esas lecciones y esa mirada a un bufete de abogados, una multinacional o un banco de inversión. “Esta manera de tener ciudadanos más conscientes de en qué mundo viven, de las consecuencias de determinadas decisiones, nos acerca más a sociedades más justas”, sentencia.
Elisabet Aizpurua, de Deusto Business School, sostiene que el impacto que generan estas vivencias en cada estudiante se va extendiendo a su entorno más próximo, favoreciendo una especie de reacción en cadena. “Todo esto que han aprendido en otras realidades lo podemos aplicar al mundo empresarial. Es una transformación personal llevada a la empresa”, concluye.
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