Economía circular a todo (bio)gás
España cuenta con un gran potencial de residuos agrícolas y forestales reutilizables para la generación de biometano, pero el alto coste del proceso, entre otros factores, lastra su despegue


De residuo a recurso. “Es una frase muy manida”, reconoce Margarita de Gregorio, CEO de la Asociación Española de Biocircularidad (Biocirc), “pero eso no quiere decir que no esté vigente”, asegura en referencia a uno de los pilares básicos de la transición hacia una economía circular: la valorización de residuos para su reintroducción, como materia prima, en el sistema productivo, que implica transformarlo “mediante un proceso físico, térmico, químico, biológico o termoquímico para obtener otra cosa que, en parte o en su totalidad, tiene un valor, que puede ser utilizado o comercializado”, define De Gregorio.
Un factor acuciante si hablamos de sobrantes orgánicos procedentes de los sectores agrario, ganadero y forestal —así como de residuos urbanos y aguas residuales—, en cuya generación España es uno de los líderes europeos: el Análisis del potencial de recurso de biomasa en España, que Biocirc presentará próximamente, recoge que nuestro país dispone de unos 159 millones de toneladas anuales de biomasa (materia fresca).
Pero tal y como señalan desde el departamento de Bioenergía y Residuos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), esta capacidad no se está traduciendo de momento en la cantidad de proyectos deseables para alcanzar los objetivos nacionales en transición energética y descarbonización. Sobre todo si nos referimos al biogás, fuente renovable y gestionable —pues no depende del sol o el viento— que se obtiene a partir de un proceso de digestión anaerobia (descomposición de materia orgánica en ausencia de oxígeno), y especialmente al biometano.
“Tiene las mismas características que el gas natural, y eso nos ayuda a descarbonizar nuestros procesos productivos” reconoce Adrien Souchet, director de Biometano de Moeve, compañía que a principios de año anunció una inversión de 600 millones de euros para, en colaboración con empresas como InproEner, Kira Ventures o PreZero, desplegar en España una treintena de plantas productoras de este biogás hasta 2030, que sumarían una cuota anual de cuatro teravatios-hora (TWh) anuales —equivalentes a la energía suficiente para 568.000 hogares— y permitirían valorizar hasta 10 millones de toneladas de biorresiduos cada año, compensando hasta 728.000 toneladas de CO2, cifran desde la energética.
Reducción de importaciones
Al ser intercambiable por el gas natural fósil, el biometano se puede inyectar directamente en la red gasista nacional, “que es el uso prioritario de quienes entran en el negocio ahora”, asegura De Gregorio, aplicándose a la producción de energía térmica y eléctrica para consumo industrial y doméstico, e incrementando la desfosilización del sistema —el objetivo actual ronda el 35%, menciona la experta—, así como la soberanía energética, al reducir la necesidad importadora desde Rusia o Argelia.
Aunque para la CEO de Biocirc lo sustancial está en su contribución al cierre de ciclos productivos de base biológica, “creando una actividad económica que es positiva para el medio ambiente en España”, esgrime, y que facilita la fijación de población en el territorio debido a la descentralización inherente a la gestión de biorresiduos. “En estas plantas [de biogás], al digerir residuos procedentes de agricultura o ganadería, obtienes otro subproducto que es el digestato o digerido”, desgrana Adrien Souchet, que puede valorizarse después como fertilizante “y vuelve al sector agrícola para permitir un enriquecimiento del suelo sin los problemas de contaminación que tiene el uso directo de purines o estiércoles”, argumenta.
La Hoja de Ruta del Biogás, lanzada por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico en 2022, establece, en consonancia con el PNIEC 2023-2030, una producción nacional mínima de 20 TWh anuales para 2030, que multiplicaría por siete la de 2020. Pero España apenas cuenta actualmente con 15 plantas de biometano en fase de explotación, según la asociación Gasnam. Frente a las más de 1.500 que operan en el resto del continente —cuyo objetivo productivo a 2030 según el plan REPowerEU de la Comisión Europea ronda los 409,5 TWh—, el biogás ha experimentado un desarrollo modesto en nuestro país hasta ahora.
¿Por qué no despega el biogás en España? Un primer factor apunta a la complejidad normativa respecto a la valorización de residuos, así como a la lentitud en la tramitación de los permisos necesarios para ello, lastrando la iniciativa privada. Desde el IDAE subrayan el “desconocimiento por parte de los productores del recurso sobre las posibilidades que éste les ofrece para mejorar su competitividad”, mientras Margarita de Gregorio tilda de “paradójico” que ante la presión actual por cerrar ciclos productivos, existan tantas dificultades “por cómo se ha categorizado esa materia, o el tipo de gestión que tiene que hacerse con ella” para valorizarla. Obtener la condición de fin de residuo para reutilizarla (limitada siempre a un solo uso concreto), así como la Autorización Ambiental Integrada (AAI) para nuevos centros de producción, “que tarda especialmente, retrasa mucho la puesta en marcha de estas plantas”, lamenta Adrien Souchet.
Disparidad normativa
Aunque el directivo de Moeve valora positivamente la voluntad política desde Gobierno, comunidades autónomas e instituciones implicadas, advierte que cada “autonomía tiene su propia legislación y hace más complicado tanto el tratamiento del residuo como el uso posterior del digerido o digestato” que generan dichas plantas. En definitiva, que una aceitera o una cervecera puedan generar importantes ahorros “ya que están convirtiendo [sus residuos] en algo que van a poder comercializar”, razona De Gregorio.
La falta de competitividad de estas iniciativas representa un gran escollo para su desarrollo, a pesar de que “la tecnología de digestión anaerobia tiene un nivel de madurez muy elevado”, asegura Souchet, “y es fácilmente integrable en industrias como depuradoras, ganadería o industrias alimentarias, añade De Gregorio. Aunque el directivo de Moeve estima en más de 300 los proyectos en fase incipiente de desarrollo en España —Naturgy anunciaba hace pocos días la compra de 20 plantas de biometano con una inversión 500 millones de euros—, reconoce que “las operaciones para producir biometano y digerido de alta calidad pueden resultar complejas y costosas”. Tampoco ayuda que para ser objeto de apoyo público los proyectos deban garantizar una reducción de emisiones de al menos un 80% respecto a su homólogo fósil, ni la ausencia de un mercado estructurado para recursos de biomasa procedentes del ámbito forestal y agrícola que complica la logística de suministro, señalan desde el IDAE. De esta forma, las alternativas fósiles al biogás continúan siendo soluciones menos arriesgadas.
Potenciar la divulgación ante la contestación social
En los últimos años subyace cierta oposición popular a la implantación de plantas de biogás que, aunque no es algo exclusivo de la bioenergía, pues se asocian habitualmente al despliegue de macrogranjas de cerdos, “sí tiene un impacto relevante en el despliegue de ésta”, indican técnicos de Bioenergía y Residuos del IDAE. “El biometano está teniendo una contestación social que nos tiene bastante desconcertados”, confiesa Margarita de Gregorio, CEO de Biocirc, organización que reconoce la movilización de más de 70 plataformas vecinales y ciudadanas en España contra la construcción de este tipo de instalaciones en Socuéllamos (Ciudad Real), Machacón y Babilafuente (Salamanca), Pinarejos, en la provincia de Segovia, o en Colmenar Viejo (Madrid), entre otros muchos lugares.
Malos olores; riesgos para la salud y el entorno por la contaminación atmosférica, debido a las emisiones, y del suelo, a causa de digestatos con gran cantidad de nitratos; un uso desmesurado de agua, así como falsas promesas de empleo y desarrollo local son algunos de sus argumentos habituales. Aunque De Gregorio cree que son fácilmente rebatibles, pues “son plantas con máximos criterios técnicos que buscan la excelencia y el mínimo impacto para los territorios” —como las que contempla la Hoja de ruta del biogás de Andalucía, cuyo desarrollo cuenta con el asesoramiento de Biocirc—, reconoce que este rechazo ralentiza las inversiones. Adrien Souchet, director de Biometano en Moeve, apunta a “una falta de conocimiento general de este tipo de proyectos, que tienen una tecnología demostrada y segura”, pero el que haya tan pocas en funcionamiento en España “puede crear incertidumbre en las comunidades locales”, asume. Para revertirlo, apuesta por una estrategia de divulgación sobre las soluciones que aportan en circularidad y tratamiento de residuos nocivos, “basada en un diálogo continuo con estas comunidades para que conozcan los proyectos, y en asegurar un impacto positivo a nivel local con beneficios que no sean puntuales al inicio, sino que perduren el tiempo durante toda la operación”, concluye.
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