¿Puede sobrevivir una pareja si una persona es más afectuosa que la otra?
Las diferencias en la forma de expresar amor pueden ser un reto cuando las necesidades emocionales de las partes están desequilibradas. Pero que una persona necesite decir “te quiero” más a menudo o abrazar más no tiene por qué suponer un problema

Decir “te quiero”, abrazar, besar, acariciar son muestras de afecto que no todas las personas expresan igual. Hay quienes tienen necesidad de exteriorizarlas con frecuencia y otras personas a quienes romper la distancia interpersonal parece que les provoca un sarpullido. ¿Qué pasa cuándo esta combinación se da en una pareja? Dos personas pueden amarse mucho y bien, pero expresarlo de distinta manera. Mientras una busca abrazos y palabras, la otra prepara el desayuno todas las mañanas. Estas formas diferentes de expresarse se conocen como lenguajes del amor, a raíz del libro de Gary Chapman Los 5 lenguajes del amor (1992). En concreto, estas cinco maneras son: decir palabras de afirmación, compartir tiempo de calidad, dar regalos, hacer actos de servicio y el contacto físico. El autor completa la teoría diciendo que para tener relaciones más fuertes es importante identificar y comprender el lenguaje principal de uno mismo, de la pareja y esforzarse por comunicarse en ese estilo.
Si bien esta teoría es bastante popular y hay estudios que la respaldan, hay otros que no. Por ejemplo, en Testing the predictions of Chapman’s five love languages theory: Does speaking a partner’s primary love language predict relationship quality?, concluyeron tras analizar varias parejas que hablar un lenguaje del amor coincidente con las necesidades del otro no necesariamente se va a traducir en un mejor vínculo. En cambio, decir palabras de afirmación y compartir tiempo de calidad sí predecían mejor el amor percibido y la satisfacción en la relación. Es decir, ser más afectuoso, al menos verbalmente, parece necesario. Además de hacer cosas juntos más allá de ir al supermercado.
Hay personas a las que les cuesta decir “te quiero” porque han crecido en entornos donde eso no se ha verbalizado nunca, porque se sienten incómodas al expresarlo, porque no le dan tanta importancia, porque lo consideran implícito en la relación o en los actos que hacen. “La ausencia de muestras de cariño puede generar distanciamiento, inseguridad e incluso una especie de vacío; pudiendo vivirse esta falta de afecto por la parte contraria como algo secundario”, comenta la sexóloga Míriam Blanco Somiedo. La también trabajadora social añade que “una pareja en la que uno de sus integrantes es una persona poco afectuosa, o poco expresiva emocionalmente, puede dar lugar a menos cercanía emocional y que eso haga que afrontar las dificultades que puedan surgir resulte más complejo”.
Por otro lado, María Ángeles Hernández Arnaldos, psicóloga, sexóloga y agente de igualdad, considera que las diferencias en las formas de expresar amor “pueden convertirse en un problema cuando las necesidades emocionales de ambas partes están muy desequilibradas. Por ejemplo, cuando una persona necesita más muestras de afecto o cercanía física de las que la otra puede ofrecer y esto genera frustración, rechazo o sensación de carencia y abandono”.

En terapia de pareja no es extraño encontrar casos en los que surgen dificultades debido a discrepancias de este tipo. “A veces vienen con esa demanda explícita y otra aparece de forma sutil conforme avanzamos sesiones”, comenta Hernández. Quizás no se detecta como el principal problema, pero subyace un malestar por este desequilibrio. La buena noticia es que si se conocen las causas se puede poner solución, y no necesariamente se trata de que una persona se tenga que amoldar a la otra. “Cada persona tiene una historia emocional muy distinta y trabajar en terapia estos patrones permite que se comprendan mejor y hallen un punto de encuentro más sano, donde cada cual pueda ser como es sin sentir obligación a cambiar su esencia para encajar en la relación”, añade la experta.
Una pareja en polos opuestos
Que una persona necesite decir “te quiero” más a menudo, abrazar con más frecuencia y besar cada vez que se cruza con la pareja y la otra considere que eso es algo empalagoso no tiene por qué suponer un problema. Si se entiende desde las diferencias individuales en la expresión del afecto y se vive desde el respeto a las necesidades de cada cual, no debería resultar complicado encontrar un punto de equilibrio. Pero estas diferencias sí podrían resultar insalvables cuando “una de las partes (o ambas) no está dispuesta a trabajar su propio mundo emocional, para aprender a conectar y vincularse desde el trabajo mutuo o que, después de haber intentado trabajar los diferentes lenguajes y expresiones del afecto, no han llegado a un acuerdo con el que ambas partes estén satisfechas, lo que lleva a un gran sufrimiento y dolor”, comenta Hernández.

Ambas sexólogas consultadas aportan claves para entenderse mejor en este sentido. Blanco recuerda que “es necesario que los dos integrantes de la pareja sientan comodidad a la hora de expresar sus sentimientos y emociones; al igual que es imprescindible aceptar las diferencias de la otra parte y la negociación en pareja. Una buena dosis de compresión también puede ser necesaria, además de valorar los esfuerzos de la otra persona en actitudes a las que puede no estar acostumbrado o acostumbrada”. “Comprender el propio modelo afectivo y el de la otra persona es clave”, añade Hernández. “Si sienten que no pueden hacerlo en solitario, la terapia puede ayudar muchísimo, ofreciendo un espacio seguro para indagar sobre lo que pasa, aprender a comunicarse desde lo que cada cual siente y necesita y validar también lo que la otra persona vive/siente. Hablar de lo que incomoda es fundamental, porque dejarlo pasar solo distancia más la relación”.
La comunicación honesta, la escucha activa, la expresión de necesidades, la aceptación de las diferencias, el respeto mutuo y el compromiso por la relación son claves para resolver esta y cualquier otra cuestión en pareja. “A veces será necesario buscar puntos intermedios, el truco consiste en no intentar cambiar a la otra persona ni adoptar posturas totalmente inflexibles”, matiza Blanco.
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