Primer plato, postre y selfi con un león: ¿es el caso del restaurante en China el colmo de los animales instrumentalizados?
Las fotos compartidas en redes sociales por los comensales de un establecimiento en Taiyuan posando con crías salvajes vuelven a poner de manifiesto cómo la mirada antropocentrista es siempre predominante en nuestras relaciones con las bestias


Hace unos días, se desató en internet un incendio animalista. Todo empezó cuando empezaron a circular fotografías y vídeos de los clientes del restaurante Wanhui, en la ciudad china de Taiyuan, situada en la provincia de Shanxi, en el norte del país. En las instantáneas, que circularon por plataformas como WeChat y Weibo, los comensales abrazan a los cachorros de león como parte de la experiencia gastronómica ofertada por el establecimiento. Por un precio fijo de 1.078 yuanes (unos 130 euros, al cambio actual), disfruta de un menú de cuatro platos y, además, hazte un selfi con un animal salvaje. Y para quien prefiera hacer ostentación con otros animales, en Wanhui también tienen llamas, tortugas y ciervos. Según la agencia Reuters, todos ellos se pueden ver en el perfil del local en Douyin, el TikTok chino.
Ante la circulación de estos testimonios gráficos, asociaciones animalistas y usuarios han hecho su propia campaña en redes sociales contra lo que consideran un entretenimiento “para que jueguen los ricos”. Sobre este tema, el vicepresidente senior de PETA aseguraba a Reuters: “Separar a los cachorros de león de sus madres para que los comensales puedan tocarlos durante el té de la tarde es explotación, no entretenimiento. Estos animales son seres vivos y sensibles, no juguetes”. Y agregaba que los leones estaban siendo tratados como “nada más que accesorios para las redes sociales”. Desde el restaurante Wanhui, que abrió el pasado junio y que vende aproximadamente 20 entradas al día para comer y acariciar a las crías, defienden que los cachorros están muy bien cuidados y por gente especializada.
La estampa del humano pagando por acariciar a un animal puesto a su servicio no es nueva. La idea de interactuar con animales en entornos comerciales viene de países asiáticos como Japón, donde desde el año 2004 se estilan los neko cafés (cafeterías con gatos), establecimientos donde los clientes pueden acariciar gatos y echar la tarde con ellos mientras toman una taza de té. La idea pronto cruzó fronteras y hoy no es raro ver en ciudades españolas el mismo concepto de local, normalmente asociado a la idea de adopción y refugio de animales, siendo especialmente conocidos La Gatoteca de Madrid o Espai de gats en Barcelona, ambos con labores muy bien valoradas.
Pero, más allá de la diferencia obvia entre instrumentalizar a unos animales salvajes para vender menús y apoyar y facilitar la necesaria adopción de mascotas, la foto fácil con el cachorro esponjoso para compartir en redes sociales cae a veces del lado antropocentrista de nuestra relación con los animales. “No todo vale”, asegura a EL PAÍS por teléfono Víctor Algra, el veterinario clínico detrás del perfil de Instagram @unveterinario, con 13.500 seguidores. Según Algra, si estas interacciones no responden a un proyecto asociado —como sí lo hacen en La Gatoteca— y tienen un objetivo económico —claramente, en el caso del restaurante Wanhui—, “tenemos que ser bastante cautos”.
El veterinario destaca primero un factor biológico: el peligro que podemos suponer los humanos para los animales. Aunque explica que la ciencia tiene una visión antropocéntrica de la salud, por lo que “muchas veces nos faltan datos como para tener la información completa de lo que está pasando y el peligro real que supone”, Algra asegura que sí hay datos concretos sobre lo que se conoce como zoonosis inversas (infecciones que los humanos podemos transmitir a los animales) en especies salvajes, fundamentalmente primates: “A veces se nos olvida que nosotros también podemos ser un foco de infección para estos animales”, explica: “El 63% de los casos de las zoonosis inversas que se han documentado estaban asociados a una sintomatología grave y a mortalidad. Cuando un patógeno pasa a una especie nueva, no sabemos lo que puede pasar”. Y recuerda: “Esto es bidireccional, nosotros también podemos pegarles un catarro a los animales, pero para ellos puede no ser solamente un catarro”.
Para diferenciar si está habiendo o no instrumentalización de los animales cuando interactuamos con ellos, Algra invita a hacerse una pregunta reveladora: “¿Estamos cubriendo unas necesidades que tengan ellos o una necesidad que nosotros tengamos?”. Esto enlaza directamente con la idea de que los animales están a nuestro servicio para calmarnos, para alegrarnos, para hacer nuestra vida más amable. En palabras del veterinario: “Con actividades de este tipo que fomentan estas interacciones se busca cubrir nuestra necesidad de interactuar con animales, pero a ellos no les hemos preguntado. No están aquí para cumplir nuestros deseos”.
$150 for tea… and the chance to hug a likely drugged-up lion cub.
— PETA (@peta) July 16, 2025
Animals aren’t toys for the rich to flaunt on social media! They belong with their mothers, not in restaurants. https://t.co/hxM91uUzgh
Y cuando creemos firmemente que estamos cubriendo sus necesidades, también existe el peligro de malinterpretar cuáles son. En el caso de los perros, Algra puntualiza: “A lo mejor hay cachorros que están socializando con diferentes personas en un entorno controlado y eso a futuro les puede ayudar a tener una mejor relación con las personas. Pero de pronto, en ese entorno que no estaba tan controlado igual hay algún niño muy ajetreado, que hace mucho ruido o que les maneja de una forma un poco brusca. A lo mejor, en vez de encontrar esa interacción positiva, tenemos todo lo contrario y generamos miedos; son etapas muy sensibles en los cachorros”. En el caso de los gatos, el experto matiza: “Son mucho más de su espacio, son ellos los que suelen manejar la interacción, los que dicen cuándo quieren interaccionar y cuándo no. Obligándoles a interactuar con personas, podríamos generarles algún tipo de estrés”. “Al final, nuestra visión es muy antropocentrista”, resume el veterinario.
En el caso de la interacción con fauna salvaje que, en opinión de Algra, “vende muy bien en redes sociales”, el experto también plantea preguntas importantes: “¿Por qué son crías? ¿Por qué se las ha arrancado de sus madres? ¿Qué se hace cuando esos animales son mayores? Son animales que están muy improntados [influenciados o marcados por la experiencia con los humanos], que no van a poder volver a la naturaleza. Es un acto muy egoísta”, desarrolla. Y hace una reflexión final: “Las experiencias de lujo y poder crean estas necesidades un poco aspiracionales. Al compartir la foto en redes sociales o darle Me gusta estamos creando esa necesidad, retroalimentando algo que no les viene bien. En las redes sociales parece que la única persona que hace daño es la que está tocando al león, pero todos los que estamos retroalimentando, compartiendo y dando likes estamos favoreciendo un negocio donde no estamos cubriendo esas necesidades de los animales, sino las nuestras”.
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