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Polígono Julián Camarillo, ciudad de vacaciones

Una antigua zona industrial en Madrid con aire decadente se ha convertido en un nuevo El Dorado para los empresarios hoteleros, que han levantado ocho hoteles desde 2020 y proyectan otros siete

Hombres con maletas de viaje pasan por delante de la obra de un hotel en la calle Valentín Beato del polígono madrileño de Julián Camarillo, al lado de un hotel Ibis ya existente, este lunes.
Fernando Peinado

Óscar Sánchez es un hotelero catalán que habla del polígono madrileño donde ha abierto ya dos hoteles como un “pozo petrolífero”. Estamos en Julián Camarillo, una zona rara y poco conocida de la capital, y nos rodea un paisaje postindustrial de edificios desvencijados, oficinas semivacías y parcelas de vegetación salvaje. A priori, no es el escenario de estampa que uno espera cuando se va de turismo, pero esta fórmula funciona. Por la puerta de su hotel Bestprice Alegría salen dos chicas jóvenes de Marsella cargando maletas de ruedas y las recibe un entorno de asfalto y calor sofocante. Una de ellas, Clémence Soggiu, da la clave de por qué están aquí: “Bon prix”. Han pagado 200 euros cada una por dos noches, sábado y domingo. Ese precio se antoja imposible en la almendra central, cada vez más exclusiva. Este polígono, explica el hotelero, es un filón: terreno asequible y bien ubicado. Para un empresario turístico: petróleo.

Los turistas con maletas son la nueva curiosidad de Julián Camarillo, un polígono que parece un cajón desastre del Madrid DF, la capital aspirante a megalópolis. En esta zona del este de la capital, a medio camino entre la Puerta del Sol y el aeropuerto, se mezclan a diario los casi 800 trabajadores de la fábrica de Bosch con los familiares que visitan a los mayores en tres residencias; los madrileños que viven en lofts fuera de la legalidad con los miles de oficinistas que salen por las mañanas como termitas de la estación de metro de Suanzes. Ahora se añaden al mix los viajeros. Desde 2020 han sido levantados ocho nuevos hoteles en el polígono y, según fuentes del sector, hay al menos otros siete en proyecto.

Dos clientes del hotel Ibis Budget Madrid Albasanz sentados en la zona común del establecimiento.

Lo de encontrar petróleo también tiene sentido para Sánchez porque se considera “pionero” de esta fiebre hotelera. En 2018, su hermano Juanan y él visitaron la zona y quedaron asombrados. ¿Cómo era posible que en una capital europea existiera tanto espacio disponible y asequible a solo ocho paradas de Metro del centro?, se preguntaban. En ese momento, había seis establecimientos operando en esta zona, pero databan de la época de bonanza de principios de siglo. La crisis posterior dejó noqueado al polígono.

Invertir en un hotel aquí tenía una dosis de atrevimiento, cuenta Sánchez en la recepción del Bestprice Alegría un lunes cerca del mediodía mientras, casi sin pausa, pasan por el mostrador clientes que hacen checkout. Su primer Bestprice en Madrid abrió en Miguel Yuste (la calle del diario EL PAÍS) en plena temporada de confinamientos, septiembre de 2020. Gracias a la “libertad” de Madrid, dice, la cadena sobrevivió. “Madrid nos salvó”. Tan agradecido está que aún lo celebra: “Cada día en casa me tomo una Mahou”.

Desde que volvió la normalidad, han visto el desembarco de grandes cadenas internacionales como la francesa Ibis o la estadounidense Spark, de Hilton. “Fue una apuesta valiente. No vinimos aquí porque hubiéramos visto un artículo en el periódico”, explica. “Nosotros cortamos la cinta y luego nos siguieron los grandes”.

Hace dos meses abrieron Alegría, su segundo Bestprice en la zona de Julián Camarillo, y ya buscan en el polígono parcela para un tercero. “Posiblemente es la zona hotelera de Madrid donde más interés hay”, dice. “Pero claro, los precios se han disparado desde que llegamos. Lo que costaba un millón de euros, ahora vale dos millones”.

Moda poligonera

Julián Camarillo ha querido ser muchas cosas para despojarse de su pasado industrial: a principios de siglo, los grandes propietarios de terreno en el polígono sucumbieron a la moda del loft al estilo del SoHo neoyorquino, y recientemente han ideado el apodo MadBit por la presencia de centros de datos con el fin de atraer a empresas tecnológicas. Ambas iniciativas han encontrado obstáculos. Los compradores de lofts no han conseguido las cédulas de habitabilidad necesarias para regularizar su situación y las oficinas que deben albergar a los jóvenes techies no acaban de llenarse. Aparentemente, los hoteles sí funcionan bien, aunque nadie ha promovido un nombre para esta extraña ciudad de vacaciones.

Varias operaciones de nuevas oficinas están paralizadas y sus promotores consideran abrir como hoteles, según Víctor Galindo, dueño de la agencia inmobiliaria V&J, especializada en el polígono. “Lo raro es que esta bomba hotelera no hubiese estallado antes”, dice Galindo, un hombre que tiene un aire a Carlo Ancelotti y es apodado por algunos como “el sheriff” de Julián Camarillo. En sus 22 años en la zona ha visto las dificultades que han tenido otros proyectos. “Los hoteles están dando vidilla a esto”.

La fiebre hotelera en Madrid, que coincide con el giro de las autoridades contra las viviendas turísticas de tipo Airbnb, no se limita a Julián Camarillo. La consultora inmobiliaria canadiense Colliers informa de que al finalizar 2024 toda la capital registraba 45 proyectos hoteleros en curso, la cifra más alta hasta la fecha (Barcelona solo tenía 13). Esta expansión responde al récord histórico de 10,4 millones de turistas en Madrid el año pasado.

Colliers considera que Julián Camarillo tiene un “elevado potencial”. Ha identificados más de 60.000 metros cuadrados de edificabilidad en oportunidades en la zona. “Esto no solo subraya la intensa actividad existente en el área, sino también el elevado interés de inversores y operadores por esta parte de la ciudad”, responde por escrito Colliers a preguntas de este diario. No obstante, añade que la normativa urbanística impone un límite al número de metros edificables de hotel, y esto puede ralentizar esta transformación. Así, los nuevos hoteles son relativamente pequeños, con menos de 100 habitaciones. Colliers detalla que el 41% de los hoteles en Julián Camarillo son de una estrella. Entre todos los existentes, suman algo más de 1.500 habitaciones.

Otra consultora, la alemana Engel & Volkers, observa que la expansión hotelera se está produciendo en otros polígonos de España. Su director del área comercial en Madrid, Jon Uriona, explica que antiguamente los polígonos albergaban hostales para trabajadores de los talleres y fábricas. Debido al aumento de precios en ciudades como Madrid, Valencia, Bilbao, Barcelona o San Sebastián están proliferando los hoteles de grandes cadenas, que ofrecen a los viajeros de empresa y ocio unas estancias asequibles.

Uriona agrega que los hoteles son una buena alternativa para estos espacios de la era industrial. Cada vez abren menos talleres y aunque la demanda de oficinas se ha recuperado tras la pandemia, sigue siendo insuficiente. Los hoteles cubren el hueco. “Están ahora los inversores hoteleros como locos”, dice. “Anuncian que estarás a 20 minutos de la Puerta del Sol y por 60 ó 70 euros la habitación accedes a una clientela muy amplia”.

De vuelta en Bestprice Alegría, Sánchez habla de lo lucrativo que es el turismo. Este emprendedor en serie de 57 años había montado negocios tecnológicos y educativos antes de que, en 2014, su hermano y él decidieron abrir un “hotelito” al notar el auge turístico en Barcelona. “Empezó a funcionar muy bien y dije, ‘hostia esto de abrir un hotel y llenarlo parece fácil’”. Ya tienen diez y en 2022 salieron a Bolsa en París.

Viniendo de la saturada Barcelona, advierte de que Madrid debe ser cauta para no acabar “convertida en Port Aventura”. “Vosotros que estáis a tiempo deberíais planificar”, recomienda.

Óscar Sánchez, copropietario de la cadena hotelera Bestprice, posa en la terraza de su hotel Alegría, en la calle Albasanz.

Por la puerta salen ahora otras dos turistas de origen latino, Viviana Mezo y Lucía Vignolo, que viven en Zaragoza y Soria. La noche anterior fueron al concierto de Marc Anthony en el Movistar Arena (antiguo WiZink Center) y han pagado solo 70 euros por el hotel.

“La zona no es muy linda, pero compensa” dice Mezo. “El hotel es cómodo y el personal es muy atento”. Y revela algo sorprendente: “Al volver del concierto nos encontramos un regalito. Un marcapáginas de Marc Anthony”.

Cuando se van, Sánchez se acerca al mostrador y la recepcionista, Itziar, revela el secreto: la impresora y el plastificador con los que confeccionan estos obsequios.

Sánchez explica que quieren ganarse a los clientes desde la recepción. Por eso le pusieron Alegría a este hotel. “Es el espíritu del buen rollo”, dice. “Este distrito se está poniendo guapo”.

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Sobre la firma

Fernando Peinado
Es reportero de la sección de Madrid desde 2018. Antes pasó ocho años en Estados Unidos donde trabajó para Univision, BBC, AP y The Miami Herald. Es autor de Trumpistas (Editorial Fuera de Ruta).
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