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bocata de calamares
Columna
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Almeida, el amigo de los okupas (turísticos)

El alcalde promete puño de hierro a los que no tienen nada, pero muestra un cálido guante de seda con los que tienen bastante: propiedades inmobiliarias

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, en un acto el 11 de junio.
Sergio C. Fanjul

Cuando José Luis Martínez Almeida llegó a la Alcaldía vino con un lema: “Tolerancia cero a la okupación”. Ahora, en Madrid, se da una tolerancia de más del 93% a la okupación turística, que no son tanto los turistas de a pie como los propietarios que, amparados en la indiferencia del Ayuntamiento, okupan el espacio habitacional con sus pisos de AirBnb. Más del 93% de los pisos turísticos son ilegales: ¡unos 15.000!, según ha detectado el Ministerio de Derechos Sociales y Consumo. Madrid, ciudad sin ley en manos de los cuatreros del check-in.

Almeida promete puño de hierro a los que no tienen nada, ni donde caerse muertos, pero muestra un cálido guante de seda con los que tienen bastante: propiedades inmobiliarias. Mientras tanto, los pisos de la discordia hacen metástasis, suben los precios, expulsan a los vecinos, transforman los barrios, acaban con los comercios y bares tradicionales, destruyen Madrid. Gracias, alcalde.

¡Pero Almeida tiene un plan! Se llama Plan Reside y su nombre está en neolengua orwelliana, como aquella Ley de Cielos Limpios estadounidense que, como recordaba George Lakoff, lo que permitía era un aumento de la contaminación. El Plan Reside podría más bien llamarse Plan Vete de Aquí, porque, escudándose en la convivencia en la escalera (prohíbe los pisos turísticos en edificios residenciales... excepto los que ya existen) permite, por otro lado, convertir edificios enteros en nidos de AirBnb.

Es un aliciente para que los especuladores traten de comprar edificios enteros y dedicarlos el lucrativo cultivo de maletas trolley y que los propietarios de edificios enteros (yo no imaginaba, antes del drama en curso, que la propiedad vertical era abundante en Madrid) lo tengan más fácil para sacrificar su trozo de ciudad en el altar del dios Turismo. Y así Madrid se convierte en esta ciudad vibrante donde no se puede vivir.

Turistas en la Gran Vía madrileña, el 21 de marzo.

Cuando supe que Nueva York había impuesto una dura regulación para los pisos turísticos (para estancias de menos de 30 días solo se pueden alquilar habitaciones en pisos donde viva el dueño: han subido los precios de los hoteles, pero se ha protegido la vida de la ciudad) pensé que, como en el Madrid cosmopaleto toda la inspiración y aprobación se busca fuera, pronto se implantarían aquí políticas de ese alcance. Pero ni siquiera el brillo neoyorquino puede con la cerrilidad castiza.

Exceltur, un lobby que engloba a las grandes empresas de hoteles y transportes, ha alertado sobre la proliferación descontrolada de los pisos turísticos: apunta que en muchas ciudades españolas AirBnb (que ahora tienen un anuncio precioso en la tele, por cierto) supera a las plazas hoteleras y alerta de la degradación de las urbes que esto acarrea. No lo hacen por altruismo, les preocupa su negocio: el turismo masivo, en el medio plazo, puede dar mala fama a los destinos y matar a la gallina de los huevos de oro.

Así que regular los pisos no es turismofobia, sino defender una de las industrias más importantes de la economía española, a la par que el tejido de las ciudades, que también es patrimonio de la ciudadanía y no una tarta que repartir entre negociantes y especuladores. Lo que bajo control podría ser una buena idea, fuera de control es una amenaza para la vida urbana. No lo acaba de entender el alcalde Almeida, sheriff de la ciudad sin ley, administrador del caos, amigo de los okupas turísticos. ¿Qué va hacer? “Nada”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.
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