Madrid se gasta millón y medio en toldos de quita y pon para la Puerta del Sol dos años después de la gran reforma
El Ayuntamiento de la capital está instalando aparatosos mástiles de acero sobre los bancos para colocar las telas, una solución que no convence ni a los vecinos ni a la oposición


La Puerta del Sol de Madrid es un erial de 12.000 metros cuadrados, 10 piscinas olímpicas, sin sombra alguna. Esta fue la principal crítica que se le hizo a la última reforma para peatonalizarla y reordenar sus elementos, que comenzó en marzo de 2022 y terminó en octubre de 2023, y esta es también la principal crítica que se le ha seguido haciendo desde entonces. Para solventarlo, el Ayuntamiento está colocando estos días, casi dos años después de acabar las obras, unas enormes estructuras metálicas de quita y pon sobre los bancos de la plaza, de las que colgarán toldos de color marfil durante el verano. La solución ha costado un millón y medio de euros y no acaba de convencer ni a la oposición ni a los vecinos.
“No son un simple adorno ni un capricho: son una respuesta tardía y costosa a una política urbana del PP, que durante años convirtió nuestros espacios públicos en auténticas planchas de cemento, sin una sola sombra. Mientras ellos presumen de plazas modernas, la ciudadanía sufre veranos asfixiantes sin un árbol que les ofrezca refugio”, amplía el foco Pedro Barrero, portavoz socialista en la comisión municipal de Obras y Equipamientos.
En la capital, apenas hay toldos en unas cuantas calles del entorno de Sol, como Arenal, Carmen y Preciados, mientras el Ayuntamiento de Barcelona acaba de anunciar un Programa de sombras para adaptar, mediante toldos, árboles y otras estructuras, el espacio público al cambio climático. Este mismo verano, la ciudad española pionera en crear una red de refugios climáticos de la que carece Madrid tendrá 70 carpas nuevas, que serán 194 en 2027.
Para el concejal Barrero, los toldos de Sol “son una solución temporal, no estructural”. “No resolverán el problema de la isla de calor ni los efectos crecientes del cambio climático. Lo que Madrid necesita con urgencia es una transformación verde real: porque la emergencia climática no se combate con más hormigón, sino con árboles, planificación urbana sostenible y, sobre todo, voluntad política”, concluye el edil socialista.
El Ayuntamiento de José Luis Martínez-Almeida se defiende. “La configuración de la plaza se materializó entre 1858 y 1862. En estos 162 años nunca ha tenido sombra, ni antes de que se construyeran las infraestructuras de trasporte ni en las sucesivas reformas posteriores, ni con gobiernos municipales del PP ni de la izquierda”, replica un portavoz del Área de Obras y Equipamientos, que se aferra a la imposibilidad de una zona verde: debajo del 90% de la plaza y a apenas 20 centímetros del pavimento hay una losa de hormigón y, debajo, la mayor estación de metro y la de Cercanías, así como numerosas galerías de servicios.
Por su parte, Quique Villalobos, portavoz de Urbanismo y Medio Ambiente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (Fravm), opina que, con independencia del debate sobre si tuvo o no toldos en el pasado ―que los tuvo, en torno a 1900― o de si es posible o no plantar árboles ―que hubo, aunque muy pocos―, “la opinión unánime es que la plaza es muy, muy, muy dura y convendría que tuviese sombras”. A Villalobos, la solución le parece “un poco decepcionante” y hasta “cutre”, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo transcurrido entre la decisión y su ejecución ―el Ayuntamiento alega que es un Bien de Interés Cultural (BIC), por lo que se requieren múltiples trámites y todos lentos―. “Esperábamos un sistema que aportara más cobertura y que, siendo respetuoso con el patrimonio, quedara mejor y fuera más digno”, comenta Villalobos, aunque que hay que esperar “a verlo terminado”.

Al final, el Ayuntamiento da la razón a los que opinan que la plaza es una solanera, pero descarga la culpa en el proyecto: “Desde que finalizaron las obras, el Consistorio viene trabajando en distintas soluciones para crear espacios de sombra. Es importante señalar que el proyecto ganador del concurso organizado entre el Ayuntamiento y el COAM, y que fue seleccionado por un jurado de prestigiosos arquitectos entre más de 150 propuestas, no preveía la instalación de elementos de sombra”.
La propuesta ganadora del certamen, convocado en 2014 por Ana Botella, está firmada por José Ignacio Linazasoro ―catedrático de la Escuela de Arquitectura de Madrid― y Ricardo Sánchez ―profesor de Proyectos―, que buscaban “un foro, un centro abierto, de celebración o protesta” por lo que descartaron ocupar su centro con verde. Con el desarrollo del proyecto de ejecución, indica el portavoz municipal, “se propuso la plantación de nueve árboles en el único espacio sin infraestructuras bajo pavimento”, de la calle Mayor a la carrera de San Jerónimo. La propuesta fue presentada a la Comisión Local de Patrimonio, que “dictaminó que no debían ponerse”. A su juicio, “no tenían sentido porque su ubicación no respondía a criterios urbanísticos ni patrimoniales, sino a la oportunidad de la ausencia de losa”.
Descartados los árboles, apostaron por toldos, pero el asunto era cómo ponerlos. Al arquitecto Ramón Andrada, vocal de Patrimonio del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), le habría gustado una estructura “más esbelta y liviana”, pero recuerda que “todo diseño está sometido a una lucha contra imposibles”, como son, por ejemplo, ”un cálculo técnico inexorable y una normativa de obligado cumplimiento”. “Los requerimientos en seguridad son cada vez más estrictos. Aunque a simple vista parezca voluminoso y excesivo, todo tiene un porqué, que en este caso es soportar vientos de envergadura”.
El Ayuntamiento encargó un boceto básico al mismo equipo que proyectó la plaza, que se presentó a la Comisión Local de Patrimonio Histórico en diciembre de 2023. La comisión lo consideró “viable”, pero reclamó un “proyecto de ejecución completo con todos los cálculos y detalles constructivos, así como el tipo de elementos textiles” antes de dar su autorización. La solución, explica Obras, consiste en una estructura auxiliar que se pondrá “solo los meses de más calor”.

La estructura la forman “mástiles de acero inoxidable anclados en los bancos de granito a través de tubos roscados”. Los estudios sobre resistencia a los vientos y los anclajes para estos toldos en un entorno BIC fueron muy complejos e involucraron a diferentes ingenieros”, subraya el Ayuntamiento. Pero los estudios determinaron la necesidad de unas cimentaciones “imposibles de construir bajo los bancos debido a las infraestructuras subterráneas”, por lo que se optó por adaptar las bancadas, que han sido vaciadas en su centro para instalar placas de acero que permitan lastrar el anclaje de los mástiles sin afectar a todo lo que hay bajo la plaza. La Fravm se pregunta si es razonable taladrar todos los bancos y quitar dos asientos de cada uno, ya que “las farolas, por ejemplo, están ancladas al suelo y no vuelan”, y habría preferido “grandes macetas sobreelevadas con árboles que den suficiente sombra” o de “pérgolas con enredaderas”. “La gente reclama verde y no se entiende la cruzada contra el verde del Ayuntamiento”, lamenta Villalobos.
Los trabajos comenzaron en marzo con la progresiva retirada de los bancos para ser cajeados. Estos primeros días de junio se están acabando de instalar los mástiles, después vendrán los cables y, por último y al fin, las telas. “Aunque no hay fecha exacta, los trabajos finalizarán este mes”, promete el Consistorio, mientras los termómetros están ya disparados a valores que serían normales en julio. Al final, “habrá opiniones de todo tipo, pero lo importante es que la intención es buena, está hecho por el mismo equipo de la reforma, y habrá sombra, una medida muy reclamada”, resume el arquitecto Andrada, que apela a “repensar” la fórmula si no funciona.
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