¿Cuánto calor hace en cada parque infantil de Madrid? Los satélites de la NASA dicen que el 64% se disparan hasta los 41 grados o más
Una experta en arquitectura utiliza datos satelitales para identificar las temperaturas de las zonas de juego, que llegan a superar los 50 grados en Sanchinarro o Vallecas
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El calor infernal que desprenden la mayoría de los parques infantiles de Madrid puede verse desde el espacio. Anclados en órbitas que les sitúan a más de 700 kilómetros de altura, los satélites Landsat-8 y Landsat-9 de la NASA han recopilado imágenes que demuestran que el 61% alcanzó o superó los 41 grados de media en junio, julio y agosto de 2024, y que el 25% llegó a una temperatura media de 43 en su superficie, según un trabajo de Carla Silva Otero, arquitecta especializada en la gestión de proyectos territoriales a través de datos espaciales. Eso convierte la mayoría de zonas de juego de los niños en una sartén. O un horno. Desprovistos del cobijo de las sombras de los árboles y convertidos en un hervidero por sus suelos de caucho, estos espacios también reflejan la desigualdad de Madrid: el infierno se concentra en el centro, el Sur y el Este.
“Hay zonas de la ciudad en la que los parques son auténticos hornos, una auténtica sartén”, cuenta por teléfono esta arquitecta, madre de dos hijas, que descargó las imágenes de los satélites como productos ya calculados, siempre referenciados a las 13.00, y luego les hizo correcciones atmosféricas para que reflejaran la temperatura de las superficies (como suelos, pavimentos y mobiliario), no la del aire. “Eso tiene que ver con la morfología de la ciudad, y con la topografía”, explica. “Las peores temperaturas están en los nuevos desarrollos: con sus grandes avenidas, allí no hay sobras”, prosigue. Y remata: “Los puntos más calientes y más frescos normalmente están agrupados. Eso no tiene tanto que ver con el parque en sí, sino con el diseño de la zona. Las zonas más abiertas son más calurosas, y las más densas, más frescas”.
Todo empieza en el Campo del Moro, un jardín de la capital cuya creación se debe a Felipe II. Hasta allí acude con su primera hija esta arquitecta cuando busca combatir el calor del verano, pues conoce de un trabajo previo que ese es el punto más fresco de la ciudad. La escena es conocida. Familias que buscan en el cobijo de la sombra de los árboles y el arrullo del correr del agua una forma de enfrentarse a los rigores del calor inmisericorde del verano madrileño. ¿El problema? Que a veces las zonas de juego son un microondas que multiplican el agobio, pues los toboganes queman, los suelos echan humo, y el sol castiga durante horas.
Para medir ese calor, y así ofrecer la oportunidad de seleccionar bien qué zona infantil se elige para jugar con los niños, Silva Otero emplea el sensor térmico de dos satélites de la NASA, uno lanzado en 2013 y otro en 2021, ambos desde la base californiana de Vandenberg. El objetivo principal de esas misiones espaciales, coordinadas con el servicio geológico de Estados Unidos, es monitorizar los recursos que son necesarios para la vida humana. Sus datos, que los satélites obtienen mientras orbitan la Tierra a más de 700 kilómetros de altitud, son de libre acceso para investigadores y aficionados.
Y sí, desde el espacio se ve cómo hay tres parques que se destacan por el calor de forma persistente, es decir, en junio, julio y agosto: son el situado en la calle Fernando Rojas, de Sanchinarro, en el barrio de Valdefuentes (distrito de Hortaleza); en la calle Real de Arganda, en el ensanche de Vallecas; y el que está en la calle Isla de Guam, del casco histórico de esta zona del sur de Madrid.
Los tres son lugares propicios para un castigo, para cocinar un huevo, o freír un filete. Para jugar en verano, no tanto. En julio de 2024, todos superaron los 50 grados, llegando incluso a los 53 en el caso del primero.
En el lado contrario están los menos calurosos, que se abren a los lados del largo eje que conecta la avenida de Valladolid con el paseo Virgen del Puerto, y que no llegan a los 35 grados. Beneficiados por la cercanía del Manzanares y la Casa de Campo, del parque de Atenas al Campo del Moro ofrecen un respiro al visitante.
Desde el espacio también se ve una calva. La calva de Salamanca, que dice la autora del estudio sobre el espacio sin zonas de juego infantiles que se abre en este barrio céntrico, que a cambio goza de las que concentra el parque del Retiro, rodeadas de árboles frondosos y césped.
“Noto que hay falta de estudio de los espacios infantiles y de la tercera edad”, explica sus motivaciones la autora de la investigación, que ha publicado su mapa en internet, junto con un formulario adscrito a cada parque para que los visitantes puedan dejar su opinión. “Hay muchos trabajos sobre vivienda, o movilidad, pero no de esto, y cuando empiezas a usar estos espacios infantiles te das cuenta de lo importante que es que estén en condiciones”, añade tras detectar diferencias de hasta diez grados de media entre los diferentes parques.
No es un dato menor. Al contrario. Los registros muestran que la mayoría de parques calurosos de Madrid se concentran en el centro y sur de la capital, contribuyendo a construir la frontera invisible que separa a esos vecinos de los del norte de la ciudad, donde las diferencias de esperanza de vida y riesgo de caer en la pobreza dibujan dos mundos radicalmente separados por la renta y la capacidad adquisitiva. Desde ahora, también, por el calor que pasan los niños cuando juegan o acuden a los parques infantiles.
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